miércoles, 29 de julio de 2015

... Cómo inició todo


    

     Estaba haciendo una obra de teatro llamada "Malditos" de Wilberto Cantón. Tenía el personaje "Rosa". A la vez que debuté yo, debutó Candy González; para el personaje de "La Piba"; que en un principio, se pensó sería para mi, ya que el compañero que me avisó, dijo, "Se necesita a una actriz que luzca grande, como tú". El profesor de teatro y director de la obra no me vio así. Medía (y sigo midiendo) 1.50 de estatura y pesaba 23 Kg. Tenía 24 años (pero el compañero, junto con otros, entre ellos el pesado Carlos Eduardo Rico, afirmaban que yo lucía como una mujer, enferma y fea, de más o menos 30 años) repito, el profesor Miguel Gómez Checa no me vio así. El personaje Rosa era una joven de 16 años que hice a la perfección. Y Candy, quien siempre dijo ser 5 o 6 años menor que yo, le tocó el papel de La Piba, que también lo ejecutó a la perfección. La parte, digamos difícil del papel de La Piba, era que en un momento dado, tenía que quedarse en ropa interior en el escenario. 

     Candy y yo nos hicimos muy buenas amigas. O quizá yo fui su amiga, ella no sé. Ya que, me dijo que había estudiado actuación en la UNAM, y yo, había dejado inconclusa mi carrera en el INSTITUO ANDRÉS SOLER. Así que, cada vez que alguien hablaba  bien de mi desempeño actoral, Candy solía decir: "Sí, ¿verdad que es buena? y ¡eso que ni siquiera terminó la carrera! ¡Yo soy de la UNAM! Y lejos de enojarme con Candy, la admiraba más y más, al ver que dirigía montajes de Teatro, producía, etc. Obviamente siempre eran puestas en escena con cero paga, pero yo era feliz haciendo Teatro. Vivía, y bien, de hacer mis shows, en ese entonces, sólo como cantante. 

     Alguna vez, mi amiga Candy, estaba en serios problemas económicos. Por su figura alta y escultural, era requerida como modelo o hostess, pero aun así, siempre se veía apurada de dinero. Por esta razón la contraté como asistente en un contrato que tenía para el Hotel Calinda en Veracruz.

    Me sentía muy apenada de ver, que Candy arrugaba la nariz desde que se subió al avión, y dijo que, al ser yo una cantante, no estábamos viajando en primera clase. Cuando arribamos al hotel, volvió a torcer el gesto diciendo que el hotel de era de bajísima categoría. No era un Gran Turismo, pero sí era cinco estrellas. Está en el corazón de la ciudad, apenas a unos pasos del Hotel Diligencias, con vista al zócalo de la Ciudad. Cuenta con restaurante, canchas de tenis, alberca, aire acondicionado y un Club Nocturno, justo en el que me presentaría a dar mi show por dos fines de semana. Y en la marquesina, ya se anunciaba el próximo artista, que no sé que haría como show, pero era el actor Tomás Goros. 

    Eso, sí le impactó un poco a Candy, ya que, Goros, estaba haciendo telenovelas en México. 

     Entonces su enojo se torció y me dijo: ¿Por qué no le mentaste la madre al tipo que te dijo que tendrás una conferencia de prensa a las 5? ¿Por que permites que se burlen de ti diciendo que mañana tendrás que ir a una entrevista al radio?

    Le dije que no entendía por qué debía mentarle la madre a nadie, a lo que ella respondió: ¡Porque te están viendo la cara de pendeja! ¿A poco tú vas a dar entrevistas a los periódicos y al radio? ¡Eres nadie!

     Ahí sí le tuve que aclarar a Candy, que aun siendo nadie, tendría que hacer dicha rueda de prensa y de radio. Sus ojos se desorbitaron cuando me vio desenvolverme en las entrevistas.

     Las cosas empezaron a ponerse más incómodas cuando Candy no quiso hacer su trabajo, del que yo la contraté, de mi asistente. En lo que me maquillaba, le pedí que fuera bajando mi maleta con el vestuario y lo fuera acomodando en el camerino, y ella dijo que, estaba bien que tenía apuros económicos y que yo la estaba ayudando, pero eso, no era motivo para que yo la humillara, haciéndola pasar por " mi gata". No bajaría la maleta, ni acomodaría nada, dijo. Lo haríamos juntas.

    Me sentía triste. Mi amiga no se sentía orgullosa de mi. Y a esto, insistía que debíamos ir al mar, que no la pasara durmiendo. Que lo importante era pasear, y yo insistía que debía descansar (el alimento de la voz es el descanso) y además, asolearse, también afecta al desempeño vocal, amén de que mí no me gusta el calor y la humedad.

     Haciendo gala de, su según, rico léxico, me dijo de manera dramática, que si no quería ir a ver la puesta del sol, y ver como el astro rey se fundiría en el mar, imaginando que toda su fuerza y su brillo se compenetraría en el mar, y al bañarnos en este, saldríamos con chispas doradas de sol... ¡Epa! ¿El sol fundiéndose en el mar? Pregunté: ¿Sabes en donde estamos Candy? y ella dijo: ¡Claro que sé! En Veracruz, con un inmenso mar que estamos desaprovechando...

     Sí, pero estamos en el Sureste -añadí. Candy me dijo ¿Y eso qué?

     Le dije que ESTÁBAMOS EN EL SU-RES-TE. Nada teníamos que ver con el Pacífico, y ella volvió a decir que eso no importaba... Y yo adiviné algo... y le pregunté sobre si ella sabía por donde salía el sol... y ella dijo:

    Por donde tiene que salir y se pone por los mares... y es bellísimo ver cómo se funde con el mar...

     Con el corazón a punto de salírseme por la boca, tomé una libreta y dibujé una cruz señalando los cuatro puntos cardinales y pregunté ¿Sabes que es esto? NORTE, SUR, ESTE Y OESTE.

     Candy un poco nerviosa dijo que sí, que un poco, pero eso que tenía que ver, con no ir a ver el sol derritiéndose en la mar, etc...

    Y yo le expliqué que en el caso en el que estábamos, el sol salía del lado contrario del mar, y que NO SE VERÍA poner por el mar... y entonces ella gritó:

     ¡Esa "crucecita" nada tiene que ver por donde se pone el sol, "marte, sur, este y ueste, EL SOL SE PONE POR DONDE ESTÁ EL MAR... y yo le dije, que depende de donde estuviese el mar...

     Todo se revolvió más, cuando Candy (sabiéndose admirada por mi) me dijo que lo de los puntos "cardenales" eran cosas "simbólicas".

     Y me pregunté, cómo es que pudo estudiar arte en la UNAM. Y se lo pregunté sin más y me dijo que había sido un taller, en donde le requerían papeles ni nada, sino "ganas". 

     A mi sí se me quitaron las ganas de seguir con ella y la liquidé y la envié de regreso a la capital. Se me desmoronó mi ídolo de barro y no pude, por más que quise, juntar los pedazos de este, con los pedazos de mi decepción al saber que Candy apenas si concluyó su educación primaria.

     ... Y ahí inició todo. Yo fui mala persona con ella. Yo, me percaté que ni castellano hablaba yo bien, y ella, pues peor. Cómo podíamos andar de "teatreras" sin saber los básico. Y compré "Cien años de soledad" ¿Les digo el autor? y también compré un diccionario. Me hice el propósito de memorizar diez verbos diarios con sus sinónimos, antónimos y parónimos.

     Una vez "superado" el bochornoso viaje a Veracruz, volví con Candy, pero entonces yo solía utilizar palabras en extremo rebuscadas, llegué a decirle, que (me dijo que estaba enamorada de un actor que también era torero) y le decía, aparte de escribirlo: Tu sentimiento a ese galán, es prurito y cristalino como las lágrimas y abalorios que cuelgan como bostas de boñiga en un candil de tu corazón... habrá algo que destile mejor aroma que la boñiga? Tu no eres como las jóvenes retrecheras que aparecen junto a él y llenas de subterfugios, tu eres un tiesto, tú eres cicatera ... Candy me dijo ¡Eso! Yo no soy una retrechera, yo soy bonita, parezco diva y sí soy una cicatera, y por eso soy la mejor.



     Al ver el légamo de INOCENCIA en el que chapaleaba feliz mi compañera, decidí enfocarme en aprender más. Leer más y ahí me increpó ese anhelante deseo de levitar. Me enamoré de García Márquez, que como pacheco solía decir sobre que escribir era lo más parecido a volar, retar la fuerza de gravedad y desprenderse de uno, y de muchos otros que uno no quiere en su propia historia y sin saber, al tiempo que inicio, con libretas y lápiz, (no tenía computadora ni máquina de escribir) y escribo "PISO DE TIERRA", exorcicé de mi vida muchos esqueletos negros que me abrazaron mis noches inocentes, bañándolas de pánico por mi transpiración nerviosa. Se fueron y se quedaron. Se fueron de mis sueños, y se quedaron impresos en papel de mi primer libro: "AYES, CANTOS Y ALEGRÍA DE MI BARRIADA"