lunes, 23 de octubre de 2017

EL FONDO DE LA OLLA


EL FONDO DE LA OLLA









        Se dio de una manera fortuita: me arremolinaba entre recuerdos aciagos más el resabio que me ha dejado el acerbo de un puñado de sueños rotos. Una penumbra suavizaba el ámbito y me intentaba resanar el mal-estar, recordando algún anochecer inicuo, en tierras lejanas, en un cuarto que no era mío, y me decía para mis adentros: la oscuridad se asemeja, pero no es el mismo sitio y tampoco la circunstancia. Aún así, quería anestesiar aquel recuerdo y el vívido momento. Y de pronto ¡era yo! Me descubrí hundiendo y hurgando en la profundidad de lo más candente. Vi la gruesas lágrimas de un hombre que fue guapo, y que cuando se hizo viejo, no feo, pero sí viejo, prefirió morir de depresión, porque ya a nadie le importaba su ser; era viejo, ya a nadie le importaba su ser. La gente odia a los viejos. Vi, la oscura vida de una mujer de piel oscura que pareció alegre toda su vida, cantándole a la vida que "la negra tiene tumbao" y " que no hay que llorar, que la vida es una carnaval" y como una punzada de hielo en la sien me dio miedo y a la vez esperanza de que todo terminaría como ella, con cáncer en el cerebro, y entonces un fantasma ojete me decía "ríe, llora, que a cada quién se le llega su hora" y "ta ra ra ra rán, ta ra ra ra rán".
       Como un resorte me salí de ese agujero y me dispuse a plasmar todo, para que nadie lo leyera, y si lo leían, no lo entendieran, porque esta no es más que una crónica de "doña nadie". 
       ¡Para qué la vida! Así inició el día. Una mujer ataviada de rojo daba consejos para descubrir ¡ que coño está uno haciendo en esta vida del carajo ! Nada más para que en el transcurso no doliera como duele, aunque digan que vale la pena, una pena es pena y duele, pero dicen que vale, ¿ cuánto vale ? ¿ Tenemos para pagar ? No. Claro que no, la factura la pagamos todos, aunque no con dinero, se paga con lágrimas, con dolor, con miedo, con... con todo lo que afecta el estar vivo, los muertos no tienen deudas, al menos, eso creo, ¡qué jodidos estamos si aun muertos tuviésemos que pagar! Y eso sí que me quedó claro alguna sórdida tarde que volví a mi cueva y me enteré lo que hacía unos meses - al calor de la ira- sentencié a alguien: "Por ese lado de la ventana, llegarán los alaridos del viento anunciándome tu muerte". Un tipo me tranzó dinero, a pesar de haber tenido una vida de rey. Primogénito de un hombre acaudalado. Y sí. Llegó el silbido y el paisaje se pintó gris y se me saló el paladar y me brotó un sudor frío: ¡ está muerto ! ¿ Me oyes ? ¡Está muerto!
       Y me acordé del pasaje de la Biblia que dice: "Ahí será el lloro y el crujir de dientes" ¡Ah cómo pesa una sentencia de esa índole viéndola cumplida! Ahí estaba. Era el ataúd más ancho que hube visto en mi vida. No lo abrieron. Me lo imaginé ahí dentro, con su cara de muñeco de mejillas sonrosadas, sus caireles rubios, su panza protuberante, pero no, su hermano me dijo que no lucía así: 
" se ve triste " dijo. "No está en su mejor momento"
      ¿ Cómo puta madre no era su mejor momento ? ¡Estaba muerto!
     Y su viuda lo lloraba con devoción a pesar de que ahí se encontraban llorando quedito y escondidas en varios rincones las amantes que tuvo a granel el muy culero. Y su padre, antes de la ardua labor de sacarlo para llevarlo a la cremación, soltó un discurso cursi  con cenefas bordadas de ironía: 
     "Sé que mi hijo no fue bueno, sé, que muchos de ustedes están aquí, porque mi hijo les pidió dinero, y en vida se negó a pagarles. Yo tuve la culpa por haberle criado de uno modo muy consentidor. Me duele enterrar a mi hijo cuando debiera ser lo contrario, pero yo estoy aquí dando la cara por él... " Obviamente que descubrí en los ojos de muchos que se disfrazaron de dolientes cómo revivía la esperanza. Yo no, con sinceridad. Yo fui empujada por la culpa ¡ yo fui a pedirle perdón al muerto y en silencio le dije que le perdonaba la deuda a cambio de que me perdonara la sentencia! Y no escuché su respuesta. Y el diputado de pacotilla seguía con su discurso: " Yo, soy la voz del hoy aquí occiso, hablo por él y les digo que se va, se va para siempre, y le he obligado a cumplir como es debido, él no se esconde, ¡aquí lo tienen! ¡ Cóbrenle ! "
        Y ya no tuve agallas para ver cómo se dispersó el gentío de aquel apretujado lugar; fue el baño el único testigo de mis carcajadas apagadas mientras me apretaba la barriga. Salí cuando vi  a su hermano jalando  penosamente el estuche del difunto, sin ningún respeto, ya era preciso sacar eso, en calidad de bulto, de carga, ya era tiempo de deshacerse del "más cabrón", así escribió dando el aviso cuando tenía la congoja "ya se fue el más cabrón". Y vi cuando lo introdujeron en la carroza de su último viaje y el sabor y el olor a culpa seguían conmigo, y me puse de penitencia verlo alejarse y no quitar la vista de él, hasta que se convirtió en un punto lejano y desapareció para siempre y fue hasta ese entonces que sentí que estábamos mutuamente perdonados. Por eso digo, que los muertos no tienen deudas. Y volviendo a la quisquilla que me empujó a relatar esta fatuidad; vi los muebles antiguos de mi casa, que según los que saben, "valen mucho" y a la vez no valían nada, y me asomé a la heladera y vi mucha comida, pero no tenía apetito, y quise escuchar música pero me zumbaban los oídos, e intenté correr la cortina y la luz me hirió las retinas. Todo vale todo y nada vale nada ¿ verdad ? 
       ¿ Para qué la vida ? Tomé un poco de carmín y me lo unté pero no para verme atractiva, sino para combatir la resequedad que hacía que me ardieran los labios. Se me cerraban los ojos; pero nada me hacía dormir a manera de escapar de ese álgido momento. "Ríe, llora, que a cada quién se le llega su hora, ta ra ra rán, ta ra ra rán" seguía el fantasma con virulencia. ¿ Y si cayera como un bulto inerte ? Pero no. Me vi el maquillaje de los ojos corrido y se me acentuaron las ojeras y me vi más vieja de lo que soy, más, mucho más fea. ¿ Qué me vale madres ? No. No me vale madres. Una fotografía es todo esto, una fotografía grata, los ojos brillantes y una sonrisa maquillada, pero ¿ quién puede saber la verdad de todo ese foso profundo y candente ? Sólo yo. 
¿ Adivinas quien soy ? ¡Soy yo!
Atentamente: LA CUCHARA.