lunes, 31 de octubre de 2016

NOSOTROS NO TEMIMOS A LOS MUERTOS

LOS VIEJOS MUERTOS Y LOS NUEVOS MUERTOS
Panteón Particular
(el panteón de los "ricos")






     Los muertos no nos asustaban, aunque éramos niños. Eso de temer a los muertos, quizá nunca ha sido cosa de chicos o grandes, sino de otras cosas, como supersticiones o cosas más rebuscadas. La situación era, que los muertos andaban entre nosotros, y nada disturbaba nuestros juegos de la pájara pinta, el amo-a-to, y don Juan Pirulero. 
     Había cerca de nuestra escuela un panteón muy grande, que era el panteón municipal, mejor conocido como el panteón de los pobres. Se decía esto, debido a que junto a este, estaba el panteón particular, que sigue ahí hasta la fecha, conocido como el panteón de los ricos. Pero lo que habita ahí, no es de ricos ni pobres. Sólo quedan los mausoleos ostentosos y la mayoría sembrados en el olvido. 
     Nos llegó la noticia que iban a desaparecer el panteón de los pobres. Los que tuvieran una cantidad de dinero precisa, podían desenterrar a sus familiares, o si no, perderían las osamentas inútiles. Y vaya que si vimos infinidad de huesos amarillos a las afueras de la escuela. Esa fue nuestra nueva diversión. Hasta los profesores se enterraban en los montículos arenosos que dejaban los camiones, para encontrar los cráneos más completos. Era casi imposible, sin embargo hubo un maestro joven que se sintió afortunado, al encontrar uno, que le faltaban algunos dientes. 
     Se paseó por todos los salones explicando las partes del cráneo. Era perfectamente perceptible las líneas del parietal, del occipital, del frontal, y la mandíbula milagrosamente rescatada la atornilló para decirnos que era la parte móvil de la cabeza. También nos explicó cómo se llamaban los dientes, y nos dejó claro, que la persona que hubo tenido ese hueso, era una persona de nariz chueca. Se notaba claramente el hueso virado a la izquierda. Lo demás estaba hueco, y fue cuando nos dijo que lo que seguía de ese hueso, era el cartílago, y que por ser una pieza blanda, se perdía con facilidad. 
     Llegamos a encontrar pedazos de cráneo con cabello pegado. Huesecillos menudos que quizá eran falanges, o sabrá Dios qué.  
     Más nos asustaban las leyendas de la llorona y la Condesa de Malibrán, que tenían los abuelos, la costumbre de platicar, las noches de luna llena, y con las luces eléctricas apagadas.
     Una tarde lánguida, en que todos parecíamos bobos por el calor y teníamos la mirada parda de cansancio, aburridos por la monotonía del día a día, un ruido espantoso, cruento,  fuera de todo contexto, nos hizo saltar, a todos, al mismo tiempo.

     La gente que vivía en la colonia más cercana al colegio, se descolgaba corriendo, aunque, este colegio quedara a un kilómetro de distancia. Todos se veían angustiados y el desasosiego los hizo correr sin pensar, que no llevaban los pies calzados y la arena ardiente los derribaría en algún momento. La mayoría eran mujeres, pensando en sus críos. Todos escucharon el estruendo, un motor extremadamente ruidoso, un avión, ¿una avioneta? ¡Quién sabe! Algo en el cielo que perdía el control, y se avistó, aproximadamente a un kilómetro, a la altura de la escuela primaria, el golpe mortal, y enseguida una altísima llamarada.
     No quedó claro, quién y cómo organizó a los párvulos para abandonar el plantel. Dentro del desorden, alguien, encontró el modo. Los estudiantes ilesos. La avioneta calló a un lado de la escuela. No había tiempo para indagaciones. Estaban llegando bomberos, ambulancias, carros de policía y reporteros de periódicos, radio ¡y televisión! Yo quería quedarme, era mi oportunidad de salir en la televisión. Vi mi sueño alejarse, al tiempo que me alejaba mi hermana la mayor del lugar del siniestro. Me levantó en vilo, y me di cuenta cuán pequeño era yo, y qué grandes eran mis ilusiones ya desde entonces. Entonces ya no querría ser bombero jamás en la  vida, sería un reportero de televisión. Mientras eso se daba, si acaso pude ver como acordonaban la zona de la avioneta siniestrada, con una lazo amarillo chillante. 
     Fueron cuatro hombres quienes venían en una avioneta, tipo Cessna 206; eso fue lo que estuve oyendo por casi un mes, en lo que duró la impactante noticia. No se hablaba de otra cosa, incluso en el noticiero de la capital. Y me desentendí del asunto e ignoré lo que la gente trataba de suponer, que si el piloto intentó un aterrizaje de emergencia en la cancha escolar, que si buscó evitar el colegio y busco una zona más plana, como la zona de al lado, justo donde estaban los montículos con los restos de osamentas de sabrá Dios quienes. Que si esto, que si lo otro. Yo, estuve extasiado vagando con mis amigos y gozando unas vacaciones inesperadas. Decían que, hasta nuevo aviso reingresaríamos a las clases, porque tuvieron que levantar los cadáveres, que quedaron esparcidos en muchos, muchísimos pedazos, y que desinfectarían el lugar para evitar epidemias.
     Una mañana de recreo, cuando todo el desastre del avión  parecía que había sucedido hacía muchísimo tiempo, estaba tratando de dirigir un juego. Quería trazar unas porterías para que jugáramos fútbol cuando me encontré un  dedo humano. Sí, un dedo. Parecía un dedo pulgar. Se veía inflado y amorcillado; la uña pugnaba por salirse de su sitio. Ignoro si la cal que esparcieron para desinfectar, hizo algún efecto para que el dedo no tuviera tan fuerte el olor a putrefacción. Sin ningún mohín de miedo y de asco lo tomé, tracé la cancha y las porterías. Lancé el dedo a los montículos de tierra que aún tenían en sus entrañas infinidad de huesos de aquellos muertos viejos, lo dejé ahí. Este fue un hueso invitado, era de los muertos nuevos.
*Nota. Me encantaría que sobre este breve cuento, se documentaran más, con el excelente trabajo que hizo mi gran amigo y paisano veracruzano ALEJANDRO SANCHEZ TAGLE (Jack Tagle) con una EXTRAORDINARIA película-documental "REINO MÁGICO Y LA LEYENDA DE BLANCA NIEVES.

MUERTO EL PERRO, SE ACABA LA RABIA

MUERTO EL PERRO, SE ACABA LA RABIA




... Nunca confundas el silencio con ignorancia
la calma con aceptación
la amabilidad con debilidad...



     Parecía perdida por la zona de la Boticaria, más adelante de la zona militar, ya ni siquiera era el puerto de Veracruz, ya era la zona de Boca del Río. Pero empezó a ser exhibida en los matutinos y vespertinos que circulaban, no sólo en el puerto, sino en el estado. Por desgracia siempre en la nota roja aparecía el nombre de esa escuela secundaria federal.
    El director de la escuela, habló a los estudiantes sólo una vez al respecto, terminada una ceremonia cívica. Habló sobre al hacer caso omiso de las notas en los periódicos y que se enfocaran en lo que era menester, que era, su aprendizaje. Aunque en la materia de historia, quién sabe qué tanto podrían aprender. El maestro faltaba a menudo, y cuando se presentaba, tenía hálito a alcohol, y solía echar muchas pastillas dentro de un refresco de cola y se lo tomaba de un solo trago. 
     El nombre de Víctor René Martínez Guzmán no era muy familiar para muchos estudiantes en un principio. Le conocían como René, a secas. Fue por las notas periodísticas que se enteraron del nombre completo. Cuando no era una riña en una cantina, era porque había chocado su automóvil por manejar borracho, y el colmo, una menor se había embarazado del profesor. No se supo por qué, este señor no fue encarcelado, ni despedido del plantel educativo. Tenía a cargo la materia de historia y ¡cuánta ironía! también civismo. Los muchachos dicharacheros optaban por decirle “cinismo” a esta, que como de la otra materia, no aprendían absolutamente nada. 
     Irasema fue el nombre hecho público por otra  menor, que resultara embarazada del maestro René. No exigía cárcel, sino matrimonio. Esto no pudo ser, ya que, el profesor era casado.  En fin, que hubo algunos padres, que hartos de la situación, sacaron a sus hijas de esa escuela. Los que pudieron, quienes no, se aguantaron. 
     Una muchacha que gozaba de popularidad por su belleza dijo — Quiero tener relaciones sexuales con el maestro René. Ante esta afirmación, hubo quien enmudeció de susto, otras de asco, algunas otras de pudor, pero hubo quién se sumó — Yo también. ¡Hasta lo sueño! No me importan las consecuencias, no me importa que esté casado, no me importa si me embarazo.
     El refrán que versa, verbo, mata carita, aquí se aplicaba a la perfección, porque el susodicho no era guapo propiamente dicho. Por eso crea fama y échate a dormir, estaba haciendo que muchas jóvenes desbordaran su imaginación y querían conocer el misterio que lo hacía sensual. 
     Cuando se supo de una tercera joven que abandonaba la escuela por embarazo, el escándalo ya era algo desquiciante. Y es que René decía: levanten más la alambrada, que las gallinas andas con ganas, porque no mostraba el mínimo asomo de vergüenza. Era al contrario, parecía ufano con su etiqueta de conquistador. Era un sujeto absurdo y de pacotilla, que mostraba su caza de palomas mensajeras, muertas y clavadas en su concupiscencia.
Obviamente, era perceptible que ante sus compañeros de trabajo era un ser nefasto y lo tenían como apestado. Nadie le hablaba, y las maestras y secretarias del plantel lo evitaban, hasta para darle los buenos días. Quien quita la ocasión, quita la tentación; y no fuera la de malas, porque cuando el diablo no tiene que hacer, con el rabo mata moscas.

     La escuela, por desgracia, siguió ocupando la nota roja un par de veces más, pero no por culpa de René. Una joven muerta por atropellamiento y unos jóvenes en pandilla, asaltaron una tienda de ultramarinos. Y se observó el afán de protagonismo del maestro René cuando organizó, exigiendo se le obedeciera por su investidura de profesor, que tanto las mujeres como los varones, portaran un moño negro en la manga izquierda del uniforme, y consiguiendo autobuses, quién sabe cómo, llevó a más de una veintena de estudiantes en tropel, a dar el pésame a la madre de la joven acaecida, y a montar guardias alrededor del ataúd. Así mismo lo organizó con el sepelio, en donde, a la vista de todos, tenía seleccionadas nuevas víctimas, ya que, estas tres jóvenes, no ocuparon ningún autobús, sino que fueron a darle el último adiós a la infortunada muchacha, pero en el coche blanco del maestro René. 
    En cuanto al desastre del asalto y estropicios contra la tienda de ultramarinos; abogó para que no se levantaran cargos contra los jóvenes identificados. Se supo por todos los rincones, que el maestro dio una bonificación a los ofendidos, y esto salió de su propia bolsa. Y no era como para creer que: Nunca es tarde para bien hacer, haz hoy lo que no hiciste ayer. Consentir una acción de esta naturaleza, hablaba de un carácter torcido del profesor. No parecía un ser en sus cabales. O quizá estaba arreglando un tinglado por si alguna vez, requería ayuda de simpatizantes; algo así como dar el alón y comerse la pechuga.
     Aun con sus cacareadas buenas acciones, de los recientes sucesos,  el profesor no se congratuló con nadie de sus compañeros de trabajo. No querían aprender a aullar como lo hacía él; y es que su copa estaba a punto de rebosarse de abominaciones. Apenas a dos meses del funesto día de la estudiante fallecida, una joven llamada Shirley anunciaba su deserción por embarazo y no tuvo empacho alguno al decir que el autor era René. Y nadie lo puso en duda, todos la vieron muy oronda ocupar el asiento del copiloto la tarde fría del entierro. Aparentemente se escaparon las otras dos que lo acompañaran también. Estas dos jóvenes, a quienes las más mojigatas ya les asqueaba su presencia, también fueron expelidas de la mayoría de círculos de estudiantes, por aquello de las cochinas dudas, y porque la virginidad que todos tenían en la mente, parecía que ellas ya no la llevaban… donde la tenían que llevar. 
     Y sucedió de nuevo. Era Marzo y como todo Marzo engañador, uno día bueno y el otro peor, esta vez la nota, aunque roja, ocupó el titular de muchos diarios. El profesor Víctor René Martínez Guzmán fue baleado hasta morir, y se desconocían al homicida y los motivos que lo llevaron al cruento incidente. Hecho consumado, y no hubo ni siquiera un llamado al alumnado en ninguna ceremonia cívica, ni se les informó a donde se le harían las pompas fúnebres.  Apareció un profesor con muchas huellas de acné en su rostro y unos lentes de fondo de botella, con los dientes superiores de fuera, y dijo amablemente que él se haría cargo de las materias del profesor difunto. Se adelantó a decir, que no sabía nada de lo pasado, ni de lo presente, y fue lo mejor, pues se dice que en boca cerrada no entran moscas, y aunque el tipo tenía las características antes citadas, creyó que calladito, se miraba más bonito, incluso más, que el extinto René, y a darle que es mole de olla. Se concretó a dar las clases y se aplicó de modo tal, que no dio tregua a los estudiantes acostumbrados a flojear en una clase que hasta ese día, empezó a ser importante. 
     Una aparente calma reinó entonces, y empezaron a cabecear de aburrimiento los que se habían hecho adictos a los sobresaltos y los impactantes sucesos que envolvían aquella institución;  porque ya había pasado mucho tiempo, que se  leyó  la auditoría de la vibrante vida que llevara el occiso, sumando el total de las entradas y salidas bajo caución, por escandalizar y manejar ebrio. Se supieron los nombres de las estudiantes que parieron un hijo de él,  que sumaron siete, y se conoció la suma total de dividendos a favor, por una cooperativa escolar que había empezado a manejar, poco antes de su partida.
    Y tanto va el cántaro al agua, hasta que se rompe; que, se rompió el silencio y se develó el misterio, cuando se le quebró la paciencia a su mujer. Cuando todo arrojó que era la autora intelectual del asesinato, y se le detuvo por sospecha, no puso la mínima resistencia, y en el diario pudieron enterarse que esta mujer, fue ninguneada pública e impunemente por un narcisista perverso, que se ufanaba de sus fechorías y la golpeaba salvajemente cuando esta, exigía al menos una disculpa ante el descaro. Envió a sus hijos a la capital del estado, y ni así, pudo esconder la conducta reprochable del profesor, puesto que, se había convertido en un foco de atención para los ávidos periodistas. Ellos y él, se romancearon y le encontraron gusto al juego maquiavélico, sin pensar que dañaban sobremanera a gente inocente. Gorgojo, más chico que un piojo, así de chiquito produce enojo. Esta señora fue acumulando ira sobre ira, y reventó contra todos. Por eso figuró también en primeras planas, porque arremetió contra la prensa escrita, y por ello, fue exhibida ante la radio y la televisión. Y les gritó: Cuando fuiste martillo no tuviste clemencia, ahora que eres yunque ten paciencia. No rogaba piedad,  ni quiso conseguir abogado que la defendiera, puesto que asumió súbitamente que sí, ella lo había mandado matar. Decidió que el profesor no debía vivir más, porque era un ser pernicioso para su familia y para la sociedad. Los de la prensa escrita trataron de defenderse contestándole que entre bueyes no hay cornadas, entre marido y mujer nadie se debe meter. Y lo decían porque los exhibió como exhortadores a una conducta viciosa, porque al “profe” le resultaba exultante verse retratado en los periódicos como si se tratara de una celebridad.
      « Que hablen de mí, bien o mal, pero que hablen, que se sepa quién es Víctor René Martínez Guzmán, que no deja títere con cabeza» Dijo la auto viuda que solía decir su difunto marido, inflamado de vanidad. Y les aseveró entonces, que si querían seguir haciendo circo ante la fatalidad de otros, buscaran un nuevo protagonista, porque René estaba muerto y tieso dentro de su tumba. Se propuso mirar, con los ojos bien abiertos, cómo le caían paladas de tierra, y selló  el sepulcro con una loza de maldiciones y escupitajos para que no se le ocurriera regresar jamás. Ahí lo tenían, pútrido, inerte, frío… muerto el perro, se acabó la rabia. 
FIN.