domingo, 1 de enero de 2017

LAS PRIMERAS HORAS DEL AÑO NUEVO Y LA SOMBRA DE TU CABEZA



LAS PRIMERAS HORAS DEL AÑO NUEVO Y LA SOMBRA DE TU CABEZA












      Fue un hombre muy viejo y muy solo. Fue conocido como un curandero, y todo los males los sacaba de los cuerpos a través de los huesos. Todos le decían "el Tatita". Nunca se supo su nombre, sólo era el "Tatita" y era el "huesero".
        Era flaco y alto, tenía los ojos verdes, pero toda su fisonomía era como la de un indígena. Alcanzó tal autoridad en aquella colonia vieja y pobre, que llegó a ser el jefe de manzana. Fue respetado. Obviamente, jefe de una manzana podrida y con gusanos. Eran las calles tan lodosas, con charcos atestados de sapos verrugosos y ranas ruidosas, que aquellos de la "manzana" sólo era un decir. Todos quienes vivían allí, eran gente pobre. Buenos y malos, eso sí. Era como cualquier lugar. Había gente allí, que sufría terriblemente por no aceptar su maldita suerte de ser pobre, y había otros, tan resignados a una vida sórdida que de ahí no pasaron, bueno sí, fueron descendiendo cada día más y más, hasta que desaparecieron. No dejaron huella ni historia. Y justamente esos, que no dejaron huella ni historia, fueron los que dejaron ese rastro sórdido, digno de contarse ¡quien lo diría! Pero es la vida. Normalmente nos interesan más esas vidas que no prosperaron. Los finales felices son de fábula; y ya nadie se lo cree, y esas historias no venden. Tenemos de ejemplo al tan querido Pedro Infante. En la vida real, fue un hombre rico, muy rico, infiel, no leal a la mujer que vivió con él en las malas. Se buscó otra, de mucha clase aparentemente, y digo aparentemente porque hay quien mide las clases sociales según el color de los ojos. Y ésta mujer que eligió, para abandonar a su esposa, tenía los ojos claros. 
       El ídolo Pedro Infante hizo muchas películas desde el siglo pasado y aun hoy son un éxito aunque la audiencia se las sepa de memoria. Y el éxito se dio porque siempre la hizo del pobre hombre, que muy guapo sí, pero siempre pobre, y cuando fue rico, fue cojo, y cuando le "curaron" la cojera, fue a dar a la cárcel. Patético ¿No? pero real. Son apenas contadas otro tipo de historias, las que lo encumbraron, fueron las del final fatal.
         Así es como el "Tatita" viene a cobrar vida en esta historia, un hombre solitario, que hablaba poco, o casi nada. Que no se sabía nada de su vida pasada y mucho menos desde cuando llegó a vivir a aquella zona pantanosa. Y fue de él, de quien supe, que de entre las muchas cosas hacía para ganarse la vida, sobando las articulaciones con linimentos misteriosos, se hacía pasar en algunos casos con dotes de adivino. Decía que, aunque no estuviera de fiesta la víspera del Año Nuevo, el permanecía despierto para poder ver los primeros rayos del sol, y ponerse bajo la luz y ver su sombra. Tenía que verse su sombra completa, sabía, decía él, de muy buena fuente, que si en tu sombra faltaba la cabeza, ese año morirías. Justamente el año que murió el Tatita, no se enteró con antelación, porque el amanecer de primer día del año, amaneció triste y nublado, como suele ser común que amanezca en aquella tierra de la costa siendo Invierno. "Tatita" no pudo corroborar su destino, y dicen muchos que murió de miedo, ya que, porque no pudo enterarse de si ese, sería o no su último año. Por esa razón se fue encogiendo, tiritando de incertidumbre, perdió el apetito y el habla, y sin un resquicio de esperanza se atrevió a salir de su catre, y poco a poco, se quedó dormido, y nunca más volvió a despertar.
     A propósito. ¿Ya viste tu sombra bajo los rayos del sol ? Si ya han pasado las primeras horas del día, no importa si sí ves la sombra de tu cabeza, así no cuenta, solía decir el "Tatita".
      FELIZ AÑO NUEVO.