jueves, 19 de enero de 2017

EL NEGRITO EN EL ARROZ

EL NEGRITO EN EL ARROZ


El artista no lo firmó, sólo escribió 24- SEPT.84. Mintió en cuanto al retrato. Mi boca es de comisuras caídas. La nariz no es tan angosta, no tan perfilada. Soy chata. Los ojos son quizá lo más fiel, y no son así de grandes, pero quizá el maquillaje. Las pestañas las exageró, soy de pestaña muy pequeña y no usaba postizas en aquel tiempo. La ceja y el cabello sí. El lunar que hizo, según parece, suspirar a muchos me lo quité cuando ya se veía abultado (fue para entrar a Parodiando, luego me corrieron sin salir al aire) Los aretes los recuerdo parecía dos gotas de cristal. (eran acrílicos) El traje era un "enterizo" que me hizo mi mamá y la parte que tiene sombreada era un material calado que me picaba por los bordes tiesos, era como plástico. Usaba ropa muy holgada para disimular mi flacura. Ignoro por qué, este retrato ha sobrevivido a tantas cosas que han naufragado en mi vida, los diarios, las fotos (seguido las rompía en mis berrinches) y este, ¡desde el 84!
El muchacho que lo dibujó me hacía la ronda, pero "nanay". Así que, también lo hizo como me veía él a mi, le hice mucho incapié en que pintara las ojeras. Sabía de mi agrio carácter. Ignoro si no las pintó porque me temía o porque le gustaba.








      Era una tarde aburrida, llevaba una vida aburrida, mi show era aburrido, el puerto de Acapulco me parecía aburrido, en fin, ¡Viva la vida!
      Era domingo y -como mucha gente suele decir- ¡que aburridos son los domingos! Ignoraba en aquel tiempo, que -aunque me lo habían advertido- la golfería era una de las principales enfermedades o vicios de "los artistas". No todos eran artistas, andaban en el medio, por golfos o golfas, por no haber estudiado, por "hambre" de fama o bien por exceso de frustración. 
      Primero que nada, los domingos no debieran ser aburridos, si se usa el tiempo cual debe ser. En ese tiempo, yo no sabía qué hacer ni con mi vida - intenté quitármela varias veces- y nada. Ni en esa estupidez actué con honestidad. ¡Quien tuviera aquellos veinte años, con todo lo que sé hoy! 
      "Keep working" es mi lema hace tiempo, y ¡funciona!
       Aunque yo escribía canciones y a todos mis viajes llevaba mi maleta y mi guitarra, -estorbosa porque no tenía estuche- en verdad, no podía andar sin una guitarra y así, trataba de matar mis horas muertas. La golfería andaba como muy liviana atrás de mi, y por qué negarlo, creo que sí fui un tanto golfa. Se me iba el tiempo en criticar, maldecir, y verle defectos a todos los que - según yo- eran triunfadores. La principal era mi paisana Yuri, que la veía cuesta arriba e imparable ¡claro, como es güerita y de ojos de color! solía yo pensar. Bienaventurada ella, que viene de familia de ricos. En efecto, eran de la alta sociedad de Veracruz. ¡Quién diría que doña Dulce, madre de Yuri me contaría tantas cosas sobra aquella "alta sociedad"; y bueno, también con mi lengua lanzada contra mi espejo, maldecía a personas a las cuales, les reconocía talento. Envidia. Sí. La padecí y la padezco. Sólo que hoy, la tengo interceptada y la controlo. 
      Parecía que las cosas que anhelaba se cumplían, siempre en escala menor. Mi nombre en la marquesina de la costera Miguel Alemán brillaba sobre el fondo blanco con letras rojas. Obviamente, era una fantasía. A los diez minutos de ver mi nombre allí, ya estaba "moqueando" y haciendo "pucheros" porque me sentía mal, muy mal, siempre mal ¡ quién sabe por qué !
      Me pegaba muy fuerte el "Síndrome premenstrual". El SPM, y yo decía "Ese pinche mes". Aparte de los cólicos, que en aquel tiempo no eran tan fuertes en extremo, alguna que otra vez sí, pero más me afectaba al estado de ánimo. ¡Era horrible! Y aun no salían a la ventas "esas pastillitas" que aminoraban aquellos malos estares. 
      Me miré en el espejo y recuerdo que mascullaba, sabrá el buen Dios qué maldiciones y contra quién, y al mirarme ¡chillé y pataleé como perra rabiosa! Me odiaba. Me jalé el cabello al tratar de peinarlo, me veía las tremendas bolsas bajo los ojos -única herencia de mi padre, dinero no tiene ni bienes- y mi boca. Soy de comisuras caídas, así que si me estoy seria, mi boca parece estar haciendo una mueca, si no sonrío, parece que estoy enojada, muy enojada. Llevaba un diario. Eran libretas ordinarias que compraba en la papelería y siempre escribía lo que me sucedía. Tiré esos diarios a los botes de basura. A nadie le importarían. Y luego volvía a comprar la libreta ordinaria y volvía a escribir, así, hasta que dejé esa especie de manía. ¿Quería ser escritora? ¡Siempre he querido ser muchas cosas! He ahí el dilema. "El que mucho abarca poco aprieta". No soy escritora, escribo y escribo, las cosas como las recuerdo, y si bien cuento cosas extra ordinarias, es para despertar un poquito de interés, si contara sólo las cosas buenas y los finales siempre felices, creo que a nadie le importarían, como esto, que tampoco importa a nadie. Hace un año, decidí hacer todo para mí. Ahora que existen las redes sociales lo comparto allí, y ¡ya! Después, "como un león muerto" habría dicho Gabriel García Márquez, quien en una entrevista con Apuleyo en "El olor de la guayaba" dijo que tras publicar sus exitosos libros, dijo, nunca más los volvió a leer. No lo creo, yo sí leo, a veces, lo que escribo y he cachado sendas errores y ¡nada! ¡no pasa nada!
      Retomando aquel domingo "doña quejumbres" intentó ponerse de pie tras su entripado para nadie. Nadie vino a socorrerla, no llamó la atención de nadie porque ahí ¡no había nadie! Pero no sabía estar sola conmigo misma. Entonces ¡vaya soledad!
      Traté de arreglarme un poco, pero tampoco sabía como mejorar. Era tan joven que quizá sí era bonita, pero, uno luce lo que lleva uno por dentro, lo de fuera estaría siempre por demás. Mi cabello, hoy no luce bien tras tanto tinte, en aquel tiempo, cada que iba a Veracruz con mi mamá, me lo cortaba, como si yo fuera un varón - siempre me odio por ser mujer, siempre lo dijo- y quizá por eso, y hasta la fecha nunca lo he podido tener largo hasta la cintura. Heredé de mi madre el cabello escaso y delgado. Los rizos y bucles de mi papá, y cuando a veces llegaba a rozar los hombros y por la humedad se esponjaba, ¡todos me decía que mi cabello era bonito ! Y lo recuerdo, sí, en efecto, era bonito. ¡Que diablos! Yo era bonita. La moda es subjetiva. No estaba de moda ser flaca, y yo era flaca, y me decía fea, porque yo, sin saberlo, los invitaba a que me dijeran fea. Era menuda, grácil y muy talentosa. No lo presumo. Dios me prestó el talento y hasta hoy ha funcionado para ganarme la vida y unos cuantos enemigos también. La disciplina es la que sí, quien guste, pueda presumir, yo, no era para nada disciplinada.
      Recuerdo que fui a un "pizzería" y como sentí que no me atendieron a tiempo, salí del lugar hecha una fiera y profiriendo sendos insultos a todo mundo, a la vida, a la gente, ¡al maldito puerto de Acapulco! ¡Era una mierda! Y me salían sapos, ranas y lagartijas, tepocatas, viudas negras, etc. ¡Que lástima habrá sentido la gente de mi. Una niña con tanta amargura no era algo concebible. Que pena. Yo no era feliz. 
      Por supuesto que me llegó una sacudida universal, pero yo soy muy lenta para captar. Sólo volví a llorar como "la víctima que era".
      Estaba en la costera, hambrienta, raro que tuviera dinero en domingo, yo casi nunca tenía dinero, no sé si el puerto era caro, yo era despilfarrada, ¡regalaba el dinero! A veces, por mi falta de estima, si veía que tenía "demasiado dinero" se lo daba a mis compañeras; y no se me iba la culpa, ni me ganaba a las compañeras como amigas. No obtenía el título de la "mujer más generosa del mundo". Todo lo contrario, "es una pendeja" alcancé a escuchar. Y tenían razón. Yo, queriendo comprar afectos.
      Como la mujer controversia que siempre he sido, ni raro se me hizo que el mismo taxi que yo tomé, lo quisieron tres turistas americanos. Dos blancos y un negrito. Eran jóvenes, pero no recuerdo si eran como yo. Los vi mayores. Los odie al pensar que venían de vacaciones a mi país, porque allá, en el suyo, era niños "popis". Quizá eran como yo, pero los vi mayores porque eran más maduros, eran diferentes, eran felices, quizá, ahora diré por qué, quizá.
      Los blancos, no fueron en demasía corteses porque les cedí el taxi, bueno, lo compartimos. El negro dijo en su español malo, que tenían una hora esperando y estaban hambrientos. Yo también. Entonces mi ovulación junto con el hambre empeoraron las cosas. En aquel momento me sentí mejor. El taxi tomó una ruta desconocida para mi. Nunca andaba por aquel Acapulco "nuevo" le decían. Yo, aunque me sobraba el tiempo, lo perdía y lo tiraba como el dinero. Me parecía, y en efecto lo era, y lo es, una zona más cara que la tradicional. Subía y subía el camino. Veía el mar chocar contra rocas y riscos. Bello paisaje. Lo recuerdo bello hoy, no recuerdo como lo vi en aquella tarde, quizá intrigada, pero no dije ¡Oh gracias mi Dios! No creo. No, no. No creo.
      Un blanco iba en el lugar del chofer, y yo iba en el medio, del otro blanco y el negro. Los blancos platicaban entre ellos y el negro se deshacía en cumplidos, pero muy poco le entendía. Lo veía coquetearme ¡claro! ¡Era el negro! Ignoro si uno de los "blanquitos" me hubiese hecho la ronda yo hubiese caído. No son mi tipo, pero, en aquel tiempo, yo no sabía bien a bien, qué demonios quería. Hoy tampoco, pero ya no me preocupo ni me dan esas "crisis maniáticas" Bueno. Ya soy muy vieja para eso. 
      Ellos sí sabían qué querían y dijeron al chofer a donde iban, incuso, lo iban dirigiendo. Al fin llegamos a un restaurante muy bonito. Como rústico. Los clásicos ganchos para que "caigan" los gringos. Todo en madera y bambu. Ornamentado con jorongos y sombreros de charro. Y bien, ellos pagaron el taxi, y también pagaron la comida. 
      Odie a los meseros de ese lugar porque ¡hablaban inglés! y eran más mexicanos que el mole. ¿ Por qué yo no podía ? No quería, simple. Era golfa. Simple. No era disciplinada. Simple. Era... simple. Un mesero cogió un rifle de los que tenía de adorno, como para hacer alusión a la revolución de México, o quizá, a la "hombría" del mexicano, no sé, pero hizo bromas, en inglés, con los gringos. " ¿What is your problem? ¿There are some problem guys? ¡Hey dude, I have the solution for your problem! " ¡Pendejo! Todo lo que tenía que hacer para ganarse la propina. Bueno, eso lo pienso ahora, en aquel momento, ni me parecía gracioso ni nada. Doña "amargura" no se acuerda si sonrió. Sólo me acuerdo que sobre todo el negro, levantaba los brazos diciendo " me rindo, me rindo" y reían, quién sabe de qué. Al poco de servirles las bebidas llamaron al camarero y le dijeron que le habían pedido "seven seven" y eso, no era "seven seven". Es la fecha que no sé que diantre es. Yo, hasta en eso fui estúpida. Me emborrachaba con cualquier cosa, cuando solía emborracharme. Con cerveza, a veces con brandy. Alguna vez, y eso, porque oí decir a la hermana de Roberto Cobo "el calambres", sí, el de la película "los olvidados" e Luis Buñuel, Chelo Cobo, que bebía vodka, porque ese no le daba resaca. Ella era alcohólica, y vaya que si duró, o ha durado. Era ya muy grande y muy bella, y era una anciana, muy elegante, y parecía viva, ya después del año dos mil. Tina, la otra hermana, guapa también, hermanas de un primer actor de cine, y ellas, cantando, como maestras de ceremonias en los cabarets, y ficheras. Bueno, Roberto Cobo también tomaba, y... fichaba. Así que, como la buena mala imitadora y sin tomar decisiones propias ni tener convicciones ni nada, me dio por tomar vodka, "un desarmador" solía pedir, y quedaba desarmada y vomitada con dos. Hasta eso, siempre dí bochornosos espectáculos con mis borracheras, siempre de antología, como siempre, todo exageradito: como yo.
       Por fin comimos, y los que se tomaron sus "seven seven" parecían contentos y el negro que recuerdo pidió una sopa azteca, y vi el hilo de queso que no podía cortar porque la sopa estaba hirviendo, y el queso se derretía y le dije: ¿Está muy caliente? y con una mirada lasciva, con el queso embarrado en los labios gruesos, me contestó ¡Sí my dear, muy caliente! Y me miraba con los ojos vidriosos de caliente. Pobre pendejo o pobre de mí, también por pendeja.
      Al mismo taxi que nos llevó, le dieron dos horas para que volviera. El lugar estaba muy retirado del puerto. Pagaron, dejaron propina y con su fiesta particular abordaron, bueno, abordamos el taxi de regreso. Y volvimos a sentarnos igual que como llegamos. El negro venía con su "washi-washi" y yo me reía y, bueno, la expresión corporal y facial, aunque soy bien pendeja, y más en aquel tiempo, pero sí la entendía. El tipo venía diciéndome cochinada y media estoy segura. El que iba de copiloto hablaba con el chofer ¡pinche chofer! ¡También hablaba inglés! ¿Ven? Todo mundo es chingón, sólo yo la pendeja.
      De vez en vez, el otro blanco se metía a la plática de los de enfrente y como que medio se repartía en la plática del negro. Hubo un momento serio. El negro hacía una pregunta, y el blanco que iba "next to me" carraspeó preocupado. Quizá el "seven seven" no le venía bien al negro. Agitaba las manos y claro entendía que preguntaba, pero yo no le entendía. El blanco quiso intervenir y de un manotazo lo cayó. Y entonces, habló más lento, en inglés, pero señalaba, primero, al que iba de copiloto, y hacía una pregunta, quizá era: ¿Quieres con él? o ¿Te dejaría coger por el? Sí, al grano. La cogedera siempre. Yo moví la cabeza negativamente. Y luego, señaló al otro blanquito, y moví la cabeza negativamente otra vez. Y ¡tarán! Se señaló a si mismo, y tuve el mal tino de decir que no, pero hice una mueca de disgusto. Se indignó. ¡Pinche negro pendejo y traumado! ¡que Domingo que tuvimos! ¿No?
      Le dijo al chofer que se detuviera el cual no hizo caso porque venía muy centrado en la plática con el blanco. Y entonces en negro gritó en español: ¡Pare! ¡Pare! ¡Que pare! ¡Coño! 
      ¡Supo decir coño! Me estoy riendo sola como pendeja. ¿ Ven ? Sigo siendo pendeja. El chofer entonces se asustó con los gritos, y el otro blanco fue hasta entonces que se dio cuenta que algo no estaba bien. Y blanco que venía junto de mi algo decía, pero, ¡inglés! El chofer se detuvo lentamente hasta que encontró un acotamiento a la vez que decía ¡qué pasa joven! ¡qué le pasa! En alto total el vehículo y el negro sale para que yo saliera, y muy enojado decía, "come in, adiós ... come in, come in, adiós, adiós" Y ahí me dejaron tirada. ¡Pinches gringos putos y culeros! ¡No debí dejarles el taxi! Recuerdo que por fortuna pasó otro y me llevó de regreso a mi guarida, mi cueva de sufrimientos. Apenas si escribí en mi diario lo sucedido, y lloré hasta que me quedé dormida. No sentí cómo es que entró el hijo del dueño del bar donde yo canté y ¡era la estelar! Ya no trabajaba para él, pero me seguía hospedando en esa casona de gran patio con una alberca vacía. Las puertas no tenían cerrojos, y seguido pasaron cosas. Esta fue una de ellas. Tanto el dueño del bar donde canté, como el hijo me hacían la ronda. ¡Par de pendejos! me llegué a burlar. ¡Los dos son unos pendejos! ¿ Qué no ven que tengo novio ? Mi novio, el que me duró 4 años, y eso quizá, porque no lo veía diario, ni cada mes, sino cada que podía. Vivía en Puerto Escondido. Esa era una de las razones por lo que  me atrinchere en Acapulco. Acapulco era un lugar de más movimiento para trabajar. Puerto Escondido era eso, un pueblito escondido en las costas de Oaxaca. El lugar con las olas más altas que he visto en mi vida, y lo más cercano, seis horas, de mi "puerto perdido que nunca entendí, ni siquiera por qué y cómo fui a dar ahí" (Esto es una canción que le escribí a mi romance más largo que tuve de joven)
      Y el pretendiente me sacudió con suavidad y me despertó. ¿Esto te acaba de pasar? ¿Esto que leí en la última hoja de tu diario? 
      ¡Hijo de tu reputísima madre! ¡Cómo te atreves a entrar a mi cuarto, y encima leer mi diario! ¿Qué no sabes que un puto diario no se debe leer? Y se dejaba dar porrazos de parte de mi, y se reía y jugueteaba como el joven divertido y guapo que era. Sí me gustaba, pero como la gran hipócrita que era yo no lo aceptaba. Yo, quería ser, la más buena, la más inteligente, la mejor artista, la más bonita ¡ y la más decente! ¡Que metas tan altas! Y bien, así fue una tarde de Domingo, de aquellos aburridos domingos, en aquel aburrido puerto, donde tenía un show aburrido, y yo, estaba aburrida de ser yo, porque nunca me pasaba nada aburrido. 
Este tema "cuando te vayas" era el que más triste me ponía. Era una "enfermedad" aquel "cassette" verde que todas tenían, y yo, para variar no tenía un aparato para reproducirlo ni me lo compré. Odiaba a Juan Gabriel porque era famoso y odiaba a Rocío Dúrcal porque, aunque sólo los hombres arrancaban gritos del público del programa "Siempre en Domingo" , Rocío fue la parte aguas con esta modalidad. La odiaba porque ¿ por qué una española cantaba temas rancheros y con mariachi?
Bueno yo, que "bonita persona que era" ¿No?