Tanto pedir al cielo que se nos ha venido encima.
Creo que sigo vivo... Sí, lo estoy. Empujaba el carrito con unas botellas de
aceite y de pronto ya no supe más de mí. Creí que soñaba cuando abrí los ojos y
vi la iglesia de los Testigos de Jehová, pero recuerdo perfecto que junto a ese
edificio estaban una farmacia y una óptica; ahí compré mis lentes. ¡Mis lentes!
No traigo mis lentes, es eso, no me ubico porque no traigo mis lentes.
Dije que iba al supermercado. Dejé mi carro en la
calle lateral de la iglesia de los protestantes, pregunté en la farmacia por un
medicamento que no compré porque no tenían sistema, dije que volvería en un
rato.
Ahora trato de encontrar la farmacia y creo que
debo encontrarla si repaso las calles de mi memoria rota, estoy mareado y por
eso es que no la encuentro. Está en el otro costado de la iglesia, si no es en
uno es en el otro, pero no entiendo por qué tampoco está la óptica. Es la que
más me hace falta, al fin que la medicina la podría comprar después.
Con los retazos de mi mirada observo y me veo
sentado, recargado en una pared húmeda. Hay gente junto a mí, pero parece que
están dormidos, aunque escucho murmullos que de este lado están los muertos.
Ahí me confundo. El agua se mueve, me toca las plantas de los pies y me hace
tiritar. Es agua puerca con residuos flotantes de basura: barbijos, botellas de
plástico, y no sé qué más.
Si estaba en el supermercado en el área de
comestibles, no sé por qué solo me acuerdo de las botellas de aceite, tenía que
comprar atún; quizá si lo compré. Estoy en mejor estado que los que me rodean,
pero por más que visiono no sé por qué la iglesia no tiene el letrero: “Dios es
Amor”, a menos que se trate de otra iglesia, pero eso sería imposible. Es la
misma iglesia porque sí veo mi carro, entre un amasijo de troncos y hojas veo
su color bermejo y hasta distingo el brillo del rosario de piedras que cuelga
del espejo retrovisor.
Empiezo a entender cuando una ráfaga de luz me
quebró la frente. Alguien grita: “¿Necesitan ayuda?” Yo respondo que la
necesito, porque no sé realmente qué está pasando al momento en que voy nadando
en las aguas negras, voy a buscar la óptica, necesito unos lentes y escucho que
una tromba derrumbó el techo del supermercado y tiró árboles que derrumbaron algunos
edificios. Oré para que lloviera, oré tanto, que se nos vino el cielo encima. Ahora
tendré que rezar por encontrar la óptica, o bien, si encuentro la farmacia
primero compraré un somnífero, tal vez dormir profundo me venga bien.
*UN
ABRAZO A LA GENTE QUE NO LO PASÓ BIEN EN EL DERRUMBE DEL TECHO DE UN CENTRO
COMERCIAL Y DE LA ENTRADA DEL METRO MIXCOAC.