viernes, 20 de agosto de 2021

Reto #32 NO ERA AMALGATOFILIA

 NO ERA AMALGATOFILIA.

La desvistió con pasión contenida, pero no esperó que las luces rojiazules de la torreta de una patrulla lo congelaran de horror. Se quedó inmóvil deseando que su cuerpo se mimetizara con el cuerpo de ella. La densidad de la noche le oprimía más la ansiedad, cerró los ojos apretándolos tanto que al abrirlos una ligera capa blanquecina lo encegueció, tendría que esperar a que los globos oculares se relajaran de aquella presión a los que los sometió por lo que pensó que debía darse tiempo. Pero desafortunadamente aquella patrulla policiaca seguía merodeando. Era de esperarse, la falla eléctrica había afectado toda la zona.

       La calma que volvió a él le regaló una tibieza interior, hasta las manos que parecían haberse tensado por el frío que golpeaba toda la ciudad adquirieron la temperatura ideal para hacerse más ágiles. 

     El vestido era verde, y lo había bajado hasta la altura del pecho. Claramente  podía ver la curvatura pétrea del seno izquierdo. El asunto se le estaba complicando mucho, pero no renunciaría. El cuerpo de ella esta helado, se veía tan ajena a todo, tan indiferente al afán de él, y quizá, es que ella era consciente de su belleza con sus curvas bien delineadas; perfectas. Él se encontraba tan excitado que el sudor le había perlado la frente y un hilo glacial le bajó lentamente por la espalda; un repeluzno le erizó la piel. Se encontraba en una posición realmente incómoda. 

       La glorieta estaba desierta, por eso creyó que no sería tan complicado, pero se equivocó. Arrancar ese vestido verde le podía costar la libertad, o quizá la vida. La camisa la tenía pegada a la espalda por el sudor, el viento ululaba incesante y, ¡ahí estaba otra vez la maldita patrulla! Dio una vuelta a la glorieta y volvió a alejarse. Debía darse prisa. Era imperante quitarle el vestido a esa Diana de los mil demonios. Y ella tan fresca, que decir, fresca, toda ella era un maldito témpano. Pero tendría que ganar aquella apuesta: ¡eran dos mil dólares si lograba su cometido!

       En la oficina del ministerio público, el hombre con las manos esposadas, confesó que debía entregar ese vestido verde faltando un minuto antes de las cinco de la mañana. No revelaría el nombre de los que vistieron a la Diana Cazadora, rogó que por lo menos le devolvieran el vestido para que lo entregara a los que le pagarían lo de la apuesta, aún estaba a tiempo. Si le otorgaban ese permiso, del dinero obtenido pagaría la multa y hasta les daría un poco más. Pero la negativa fue contundente: quedaría detenido por daño al patrimonio cultural establecido en el artículo 52 de la Constitución, aparte de ser sospechoso de ser agalmatofílico, por lo que sería llevado a una institución para ser evaluado psiquiátricamente.