sábado, 8 de octubre de 2022

reto # 8 BRUXISMO

 

Estoy harto de no dormir bien, me dijeron que con una terapeuta podría entender por qué, cada que sueño con esos malditos saltamontes que bailan, sí, bailan a mi alrededor como haciendo mofa de malestar, como si fueran adivinos, porque cada que sueño eso despierto con dolor en toda la cara, oh si, perdón, «dolor facial», como si decirlo de modo más elegante fueron menos molesto. Me crispa la gente que sale de su casa y deja olvidadas las llaves, ¡ya sé, ya sé!, si no fuera por ese tipo de gente no tendría trabajo, pero es el colmo que cada que tengo ese sueño, surja alguien con ese problema, y aquí estoy, batallando con la cerradura y la mirada recalcitrante de esta mujer, ¿cree que cuando logre abrir la puerta me voy a meter a su casa a robar? ¡Bah! Cuando abra esta puerta me voy a ir a mi casa a dormir. Estoy bruxando, bueno, así me dijeron que se dice cuando uno rechina los dientes al dormir, pero no me pasa siempre, solo cuando en mis sueños se entrometen esos infelices saltamontes que bailan, ¿infelices? ¡No! ¡Infeliz yo que entiendo por qué me provoca tanta ansiedad ese sueño recurrente!

Hace rato soñaba que bailaban algo que decía: o bela chao, bela chao, bela chao, chao, chao… y la musiquita me requiebra dentro de la cabeza, cuando, ya casi… esta cerradura va a ceder… ¿No?, bueno, pues le sigo, es que tengo las manos trémulas y nomás no atino a nada.

¡No puede ser! La muchacha que me contrató está cantando ese: bela chao, chao, chao…

¡Cállese!

―¡Perdón, señor!

―¡Esa cancioncita no la soporto!

Menos mal que solo se sonrojó pero guardó silencio. Y aquí sigo… ya está… creo que sí… ¡Ya estuvo!

La joven me ha invitado a pasar y me negué. Ya había hecho mi trabajo, siendo sábado lo único que quería ir a mi casa a dormir. Estoy seguro que esos saltamontes no van a disturbar mi sueño, no más, no lo creo; ella insiste.

―Se lo pido por caridad. He dormido muy mal, estoy desconcentrada y por eso olvidé la llave dentro. Tenía cita con mi terapeuta…

―¿Usted tiene que ir a terapia?

―Sí. Pero ya no iré, perdí la cita por lo de la llave…

―¿Y para qué quiere que pase?

―Es que tengo miedo.

―¿A qué?

―A quedarme dormida y volver a soñar lo mismo. No me lo va a creer; sueño con unos saltamontes que bailan. Aprieto los dientes cuando pasa eso, que es muy seguido. Esta vez no escuché la alarma porque estaba aturdida con una musiquita que nunca había oído…

No sé cómo fue que nos entendimos esa joven y yo. Creo que son las cuatro de la tarde y estamos ebrios de whisky cantando y bailando: Esta mañana me he levantado, o bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao, esta mañana me he levanto y he descubierto al invasor…

No nos importan los gritos de los vecinos que insisten que hace horas están rechinando los dientes y no saben por qué; nosotros sí, y seguimos: Oh compañero quiero ir contigo, porque me siento aquí morir. Y si yo caigo en la batalla, o bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao, coge en tus manos mi fusil… ¡A bailar saltamontes! O bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao…

 

viernes, 7 de octubre de 2022

reto #7 JOAQUINA LA ASESINA

 

COMIDA AUTÓCTONA.

Aparentemente, a Lorelei Dawson no le impactaba ninguna excentricidad en cuanto a los anhelos y gustos exóticos de quienes la contrataban como planificadora de bodas; tenía mucha experiencia y lo más loco, por así decirlo, que le había tocado, fue la novia que quiso llegar a la ceremonia cayendo de un paracaídas.

Cuando la persona que la contrató se presentó fríamente, estrechando la mano de Lorelei diciendo: «Soy Joaquina la asesina», pensó que se trataba de alguna broma. La novia aseveró:

―No lo digo afiguradamente, señorita Dawson. Soy Joaquina y tengo muchos muertitos en mi historial. Espero que comprenda que, si la he elegido a usted para que planifique mi boda, es porque la considero una máster en el tema, pero le advierto que si me falla, usted ―Joaquina hizo una seña con el pulgar señalando su propio cuello― ¿Comprende?

―Verá, considero que bajo esas condiciones no puedo aceptar…

―¿Quién le dijo que no debe planificar mi boda? Ya le dije que la elegí, ahora tiene que hacerlo para salvar su pellejo.

Joaquina arrojó un fajo de dólares a Dawson, el cual cayó en su regazo. La planeadora de bodas tragó saliva y se resignó a su suerte.

―Está bien, señorita Joaquina. Acepto.

―¿No lo va a contar?

―Más tarde. Si sus pretensiones rebasan esta cantidad, espero que…

―No hay ningún problema por ello ―interrumpió Joaquina.

Lorelei le mostró a Joaquina el plan de trabajo que funcionaba para todas las bodas. Había que iniciar con el pastel, pero resultó que Joaquina no quería que en su boda hubiera pastel. Lorelei empezó a sentir miedo, pero más tarde lo consideró como uno de sus mejores retos. Ya estaba harta de sus clientas que, en su afán de pretensión y excesiva cursilería, para sus bodas querían cosas que los invitados pasaban por alto, dado el rebase de excentricidad.

El vestido de Joaquina era de manta. Leorelei se enfrentaba a esto por vez primera. No podía entender cómo, una mujer tan estridente que arrojaba un paquete de dólares, que parecía que era bastante dinero, usaría un vestido de manta cruda. Fue bordado por mujeres de Tenango. Solo que no parecía ser un vestido tan sencillo: la cola medía 20 metros.

―¿Entonces quiere una boda estilo mexicano?

―No propiamente.

Lorelei no se había tenido que enfrentar a la búsqueda de danzantes con copiles orlados con plumas de faisán. Esta vez tuvo que hacerlo. Quería encontrar al mejor grupo que entendiera de danzas con sahumerios de copal. Ofreció que el paseo hacia el altar no hubiera música de órgano, ni coros, ni nada eso: unos hombres de piel muy bronceada debían hacer sonar caracoles.

―Atecocoli, miss Dawson, más respeto por favor.

―Perfecto. Atecocolis.

―Atecocolimeh, si va a decirlo en plural. En náhuatl no se usa la «s» para eso.

Vaya que si estaba en problemas Lorelei Dawson, porque debido a sus raíces norteamericanas ignoraba temas tan autóctonos. Lo más que conocía era el Museo de Antropología y las visitas que llegó a hacer a Teotihuacán.

Se fue de bruces cuando supo que su agresiva clienta quería un rito chamánico, no sacerdotes, no pastores.

A pesar de las extravagancias de Joaquina, Dawson parecía que su clienta estaba «matchando» con todo lo que ella le sugería.

El chamán era un brujo de Catemaco que no puso objeción alguna en hacer un ritual para un casamiento. Él no le vio nada de extravagante.

El día de la boda llegó. Se celebró en una extensión bellísima de prados llevados, exprofeso para la ocasión. Joaquina eligió un lugar árido, pero la vista era hermosa debido a que estaba en las faldas de un volcán. Eso no fue problema para Lorelei, llevar pasto era «piece of cake» para ella; le habían tocado clientas que pedían lagos artificiales, cisnes, patos, pavorreales y hubo una que pidió que al momento de finalizar la ceremonia religiosa, los invitados presenciaran un alumbramiento, como símbolo de buena suerte para su matrimonio fuera fértil en todos los sentidos. Lorelei consiguió una jirafa e hizo perfectos los cálculos. La jirafa bebé nació ante la complacencia de todos.

Todos quienes estuvieron en ese lugar se veían a gusto. El código de vestuario fue estricto, los varones de «maxtlatl» y «tilmantl»; las mujeres con «queshquemetl» o «huipil», como qusieran, pero sí debían llevar una cuetl.  Es decir, los hombres con taparrabos y una especia de capa que le cubriera el torso, y las mujeres una especie de bata o algo que les cubriera los senos, la cuetl se refería a la falda. Podían usar los colores que quisiera y peinarse como les viniera en gana.

No había sillas ni mesas. El decorado era con motivos mexica, pero nadie entendía por qué Dawson estaba tan aturdida y tan nerviosa, aún que el plan de la boda estaba caminando a la perfección.

Joaquina la secuestró, literalmente. Dawson solo podía hacer sus búsquedas custodiada por la gente de Joaquina y no más. Era la primera vez que Lorelei Dawson, la mejor «wedding planner» que operaba en el país, no quería que su nombre apareciera en aquella fiesta sin precedentes.

A la hora de servir la comida, que hacía mucho rato había abierto el apetito de los invitados, estaba hirviendo en unos peroles sobre unas piedras con leña.

El primer tiempo constó de unas yerbas que los invitados masticaron por curiosidad, en extremo divertidos por la exótica experiencia. El segundo tiempo fueron algunos granos cocidos que le abrió el apetito de tal manera, que habrían sido capaces de comerse un caballo si eso lo que tenían pensado servir. No fue un caballo: el plato fuerte fue pozole.

La sopa humeante olía exquisito. Dawson sudaba a mares y creyó que perdería la consciencia si Joaquina la obligaba a comer ese brebaje, cosa que sí tuvo que hacer y no se desmayó.

Lorelei no supo de dónde sacó fuerza para mantenerse firme y sonriente. La carne que comían vorazmente los invitados era carne humana. Joaquina la asesina, mató al hombre que le prometió matrimonio y le fue infiel la noche de su despedida de soltero.

Él trató de defenderse diciendo que esa era falla clásica, algo en extremo tópico, algo de hombres, ¿por qué se enojaba?

Joaquina le dijo que a ella no le gustaba lo clásico, lo tópico, lo tan usual, así que por eso lo fue desmembrado de a poco. Le fue cortando extremidades y las mantenía congeladas mientras al traidor lo mantuvo vivo para que, a través de vídeos, fuera testigo de su boda con otro hombre, que, mejor para él que le saliera bueno. Hasta que llegó el momento que con un cuchillo de obsidiana le sacó el corazón.

Cuando los invitados preguntaban qué tipo de carne habían usado para el pozole, porque no sabía a pollo, o a cerdo, ni a res, Lorelei hizo una señal al capitán de meseros para que la bandeja que estaba en la mesa de honor fuera destapada: ahí estaba la cabeza del antiguo novio de Joaquina la asesina.

Dawson pensó que todo cuanto había hecho fue en legítima defensa de su vida. Cuando vio a la víctima supo el porqué debía hacer de esa boda un éxito: ella fue la aventurera con quien cometió el desliz el exnovio.

FIN.

 

 

 

jueves, 6 de octubre de 2022

LOS RETOS

 Hola, colegas.

Solo he hecho 3 retos. Gracias por sus comentarios. No puedo hacerlos porque es uno diario y estoy en una serie y ensayos de teatro y... ESCRIBO UNA NOVELA!!! 

No sé cómo compartirles de qué va, ya ven que la ficción no es lo mío. Lory SIEMPRE me sugiere que escriba mi fanfic, pero no sé; no se me antoja. Aunque lo que escribo es inspirado en un ogt, mierda y culero, ja, ja, ja...  es real. Se convirtió en un stalker y esto sí fue en serio, por nada y lo mandamos al otro mundo.

No me resulta fácil describir todos esos sucesos reales, con toques de ficción, claro. Pero revisar aquel viejo material, las confesiones de ese enfermo y tal, (he vomitado algunas veces). Es un pendejo mediocre, enojado con la vida.

En fin que, es un buen enredo con hilos, literal, porque hay hilos, como la novela PUNTO DE CRUZ y Lory me dio "How to make a quilt", está en YT una peli, pero mi escrito dista mucho de esas dos historias.

Bueno, me despido. Perdón por la poca participación en el chat, tengo poco tiempo. Terminé de leer la paciente silenciosa y sé que se dividen opiniones. Sí me gustó, solo me pregunto cómo se escribe un diario en tiempo presente:

¡Está sonando la alrma sísmica! Corro por mi llave, barbijo, mi móvil... no puedo bajar las escaleras...

Ja ja ja ja... Así está escrito el diario de la asesina, NO. "Veo a un hombre, se acerca, está tras de mi puerta"

No lo creo. Si te sientes amenazado, te agachas, te escondes y si la libras, escribes qué pasó, cómo te sentiste. Un diario nunca va en tiempo presente, pero la paciente silenciosa, hasta Brad Pitt compró los derechos para hacerla película. Ganó el premio de los Good Readers y bueno. Quizá resulte como LA MUJER EN LA VENTANA o LA VIRGEN EN SUS OJOS.

Ya no los distraigo. Gracias por preguntar. No leo libro ahora porque estoy leyendo sus retos diarios y son MUCHOS.

¡Sigan así!

*La película donde hice de chamana va a estar en CINETECA NACIONAL a partir del 21 de octubre. (Para los que viven en CDMX) Esta película se estrenó en el BAFICI el año pasado. Por fin en México.


sábado, 1 de octubre de 2022

MÁS SI OSARE SU EXTRAÑA SONRISA... (Primer reto del ESCRITUBRE)

 

MÁS SI OSARE SU EXTRAÑA SONRISA...

Decían que lo único que tenía gracia era su nombre; no eran originales ni para eso. Los compañeros de colegio de Graciela, torturaron a la pequeña haciéndole las típicas «bromas» que les hacen a los niños que son elegidos para ser sus víctimas toda vez que encontraban oportunidad: colocar un letrero en su espalda, una cola de papel, tirar su almuerzo y ponerle apodos.

Se aproximaba el cumpleaños número diez de Graciela, y era el tiempo que no le importaba si lo pasaría sola: siempre fue así.

No necesito ser un Sherlock Holmes para estar seguro que la mitad de aquellos abusivos que ya no existen y que fueron velados en la capilla ardiente de la funeraria Grace, la niña de nueve años que heredó una funeraria y decidió administrarla, han sido víctimas de esta pequeña, a la que nunca le dieron una oportunidad por haberla percibido rara.

No lo era, pero obviamente, mi percepción es madura, de adulto. Ahora concuerdo, pero quizá haya sido empujada a serlo.

Sus agresores la señalaban por el negocio que tenían sus padres. La funeraria estaba junto a la casa y cada que pasaban por ahí, decían que aquel lugar estaba maldito, embrujada; que los fantasmas de los muertos pululaban dentro de ella y se sentaban a la mesa con la familia entera.

La muerte de los padres de Graciela no despertó ninguna sospecha, yo la tengo porque las quisquillas me obligan a pensar en algo turbio. Se fueron solos a celebrar su aniversario, y el esposo no bebió más que dos copas de champán. No se encontró algún otro indicio del porqué perdió el control y el automóvil donde volvían fue a dar a un desfiladero.

Cuando se leyó el testamento, toda la parentela de los difuntos protestó ante la inapelable decisión de los padres. La única heredera era Graciela, y nadie fue nombrado como albacea. La funeraria podía quedarse sin operar hasta que la pequeña pudiera hacerse cargo, o le competía atender a la huérfana hasta que el negocio lo pudiera manejar ella. 

Graciela se lo tomó a bien. Dijo con su vocecita infantil que estaba lista para hacerse cargo y ese negocio, prosperaría.

Es el único negocio que ofrece ese servicio en todo el condado. Cuando falleció un menor de doce años, la familia decidió hacer un viaje de muchas horas para que el pequeño no recibiera las pompas fúnebres en ese lugar maldito. Extrañamente toda la familia pereció durante el desplazo. A la muerte de la tercera familia que procedió igual, los vecinos han tenido que contratar los económicos servicios de la funeraria Grace.

Me he tratado de ganar la confianza de mi pequeña empleadora, y al parecer me la he ganado, pero no como para que me explique por qué, desde que heredó y ha administrado el negocio todos los que han sido cremados o enterrados han sido menores de edad, y para colmo, estudiantes de su misma escuela. Le pedí perdón antes de echarle a perder la sorpresa que le tienen sus compañeros del colegio: le están preparando una fiesta. Ni cuando se le dije cambió su gesto adusto. No me extrañó.

―Me imagino que te lo vas a pasar bien, como nunca antes.

―Creo que sí.

―Es que van a venir todos. Te traerán regalos…

―Sí, ya le dije que sí. ¿Está listo el salón de la capilla?

―Sí señorita ―le respondí con respeto.

―Encerada y brillante la duela.

―Por supuesto.

―Qué bien. Lo invito a mi fiesta «sorpresa».

Le agradecí.

Graciela no se percató que anduve husmeando en por los rincones más inescrutables de la oficina, en donde la papelería está en perfecto orden. Encontré un escrito que no era como los anteriores; este era muy escueto. Decía: ojalá no me cuenten chistes buenos durante mi fiesta, tratando de ganarse mi empatía, no quiero sonreírle a nadie, porque ese alguien, me guste o no, morirá irremediablemente.

He leído el diario de Graciela, y en él no hay un indicio mínimo de si ella ha actuado en contra de los niños que han muerto desde que ella heredó. Los investigadores no han podido señalarla porque las muertes se han dado en lugares donde Graciela no ha estado, todo se ha podido comprobar.

Un día antes de que le desvelaran la sorpresa volví a hablar con ella.

―Te regalaré una cajita de música, Graciela. ¿Te gustan?

―Sí. Qué bueno que me avisó. Voy a fingir que no lo sabía para que cuando sonría, no le pase nada.

―¿Qué podría pasarme?

―Mhh, no, nada. Vuelva a su trabajo.

Ahí me quedó claro todo, pero sería tildado de loco si pongo una denuncia al respecto con un argumento tan pueril. Todo aquel a quien Graciela le llega a sonreír morirá ineluctablemente. Ahora no me importa su rostro flemático, sé que es niña es feliz. La adoro.