martes, 4 de mayo de 2021

YO NO QUIERO UN CORAZÓN DE ORO

      Nunca fue mi intención que se desbordara usted en elogios por mi bonohmoía; confieso que lo he hecho más por simpatía que por bondad. La he visto bregar con uñas y dientes, en aras de sostener la vida de su hijito, y usted tan sola. No sé por qué no la veo abatida en este mundo tan displiscente -me refiero a la gente-: tan petulantes y engreídos frente a una mujer que ha sido abandonada, como tantas otras, pero la hipocresía reinante entre santa sociedad, le exige que la desdeñen, anticipandose a juzgarla; a señalarla como victimaria de su situación.

     No me haga ninguna reverencia, que yo, de estar en sus zapatos haría gala de mi cobardía y estaría llorando como un huérfano en una isla sin descubrir. Yo no tengo esa férrea voluntad de usted que encuentra al sol lleno de promesas. Un viento con frases de positivismo y una luz que trae consigo providencia. Yo solo soy una persona afortunada que le ha deslumbrado mi exceso de probidad.

     Perdóneme. Yo no tengo un corazón de oro, ni tenerlo es mi afán. Quisiera tener uno que valiera más. Uno que tenga más capacidades; como la de perdonar. Perdonar y dejar pasar las tropelías que cometo sin querer, sí señora mía, confieso que suelo ser déspota por costumbre y también por caballerodidad. Ando estirado caminando con donaire que es para muchos un acto de desdén. De hecho lo es. Y por lo mismo quisiera desaprender todo aquello inculcado desde mis primeras sonrisas y sonidos guturales: nací entre pañales de satén y chambras de algodón. Fui alimentado sin pensar en la frugalidad de otros que, ¡benditos sean!, no nacieron con la prodigiosa aura que le tocó a mis padres. Vea mis dedos sin callosidades y coronados de anillos, y todo para qué... Al menos permítame no haber venido a este mundo vanamente, se lo ruego, es lo que más anhelo. De hecho es tan prioritario que es lo único que quiero; su mirada suave llena de ternura, sus palabras consoladoras de que hoy ha tenido un buen día por la gracia de Dios y no por mí. Se lo imploro: no repita nunca más lo que dijo, porque yo no quiero un corazón de oro.

A Silvia.

LG.