viernes, 30 de diciembre de 2022

TRADICIONES DE VERACRUZ, MÉXICO. "EL VIEJO"


El Viejo

En 1875 nació en las barriadas del Puerto de Veracruz la petición del aguinaldo y la tradición de El Viejo, misma que empezó a formar parte de las fiestas decembrinas. Se gestó como una protesta social dirigida por M.A. Bovril el 24 de diciembre, quien con un grupo de jornaleros se dedicó a molestar a las familias por el rumbo del patio Panamericano el que, según don Paco Píldora, se encontraba ubicado en Hidalgo, entre Arista y Aquiles Serdán, atrás del Hospital Militar (a extramuros), mientras éstas celebraban la fiesta de Nochebuena.

Con latas, cencerros y tapaderas de peltre, en escandaloso peregrinar recorrió Bovril y su grupo la barriada, hasta que fue detenido por la policía y multado con doce pesos.

M. A. Bovril formaba parte de una de las muchas cuadrillas de trabajadores que laboraban en la zona de los muelles, personas de escaso jornal, a quienes jamás llegaban los beneficios que los otros empleados alcanzaban; éstos recibían en las pascuas pequeñas cantidades de efectivo como aguinaldo y algunas veces eran obsequiados con ropa vieja que desechaban los patrones, chales y bombines que luego lucían presuntuosamente en los jelengues patieriles.

Hacia fin de año Bovril repitió su hazaña, pero se incrementó el número de jornaleros, algunos cubanos, aun que la mayoría eran jarochos y mulatos, quienes unidos por la inconformidad se manifestaban frente a las casas de sus patrones. De esta manera, ante la amenaza del escándalo, lograban recibir alguna estrella de licor y alimento, que posteriormente compartían como agasajo de grupo en algún solar.

Cada año aumentaba el número de jornaleros que se reunían para lograr de los patrones algún beneficio a manera de aguinaldo; algunos, aunque escaso, ya lo otorgaban; otros se resistían, pero al hacerlo, los empleados alargaban la mano y cedían; sin embargo, siempre esperaban a que éste fuera solicitado. Así, la cuadrilla de trabajadores recorría los comercios y algo obtenían, pero siempre de manera dádiva.

Pedir los aguinaldos por la Navidad fue haciéndose costumbre pero ya sin violencia ni amenaza; sin embargo, siempre se hacía del trabajador al patrón de manera alegre y graciosa, cantándose algunas coplas acompañadas de guitarras y güiros y alargando las peticiones por callejas y barriadas, entre amistades y parientes.

A don Francisco Rivera le platicó un antiguo estibador de nombre Florentino Arrieta, que la ocurrencia de representar al año viejo surgió de los almanaques que a Veracruz llegaban procedentes de Japón. En uno de ellos el personaje que representaba el año viejo tenía un notable parecido con un coreano que era aguador de la cuadrilla de estibadores y que vivía por el rumbo de la playa (a extramuros); la gente donde vivía el aguador tuvo la ocurrencia de vestirlo tal y como aparecía en el almanaque seguido por un niño que hacía el año nuevo.

El coreano, vestido como el personaje del almanaque, fue paseado por toda la barriada, causando, por lo novedoso, gran alboroto en el vecindario.

El éxito que la jocosa representación del año viejo causó fue tal, que para la noche del último año se organizó un grupo con guitarra y güiros, se ensayaron algunas coplas y desde temprana hora recorrió la barriada, seguida de un acompañamiento que aumentaba a su paso con el entusiasmo natural de la gente, llevando su alegría hasta algunas calles adentro de Puerta Merced, de donde regresó a su barriada que celebró hasta muy entrada la noche la fiesta del viejo coreano, siendo un éxito artístico y económico la primera salida callejera de esta fiesta que fue por muchos años tradicional y originada en el Puerto.

La costumbre de llevar el viejo para las peticiones de aguinaldo quedó establecida, generalizándose en toda la ciudad sacar el viejo por todas las barriadas la última noche del año. Era llevado el muñeco en una silla y, al compás de guitarras y güiros, se cantaban rumbeadas coplas, coreaba, la chiquillería el estribillo, recibiendo dinero y golosinas de los vecinos y amistades de las barriadas.

Para 1907, Eduardo Turrent Rozas en Veracruz de mis recuerdos, relata que “en las calles aturdía el griterío que los muchachos en desvencijada silla llevaban a un muñeco con barba hecha de algodón”. Ante cada puerta y en los portales se detenían para cantar:

Una limosna

para este pobre viejo,

una limosna

para este pobre viejo,

que ha dejado hijos,

que ha dejado hijos,

para el año nuevo.

El correteo en las calles era incesante entre el retumbar de cohetes y ensordecedor toque de latas y toda clase de objetos susceptibles al ruido y escándalo hasta que se despedazaba al muñeco al dar el reloj del ayuntamiento las doce campanadas y cuando las sirenas del Ulúa y todos los barcos en la bahía dejaban oír su penetrante aullido junto con el toque de las campanas del templo cuyo metálico canto aturdía.

El trasnoche terminaba viendo retorcerse en las llamaradas al año viejo, para continuar los festejos entra la algarabía de niños y adultos, con las piñatas y la alegría propia del año que se estaba iniciando.