jueves, 29 de diciembre de 2016

LA NOVIA FEA Y EL MUERTO MALO








LA NOVIA FEA Y EL MUERTO MALO






        En vísperas del año que finaliza, y en el que, extrañamente conseguí más lectores que otras veces intenté sin lograr uno solo, escribo esto, que más que novela, narración o cuento, es una opinión acerca del 2016, año en el que, fallecieron muchos actores (nacionales como extranjeros) y yo, el hecho de haber estado en otro país (USA) me dolió mucho más.
            La novia fea y el muerto malo "no existen". Estamos en una sociedad donde a la hipocresía le llaman "diplomacia". Si no ejerces la "diplomacia", es decir, si no eres hipócrita y dices las cosas como son, de una manera directa, entonces no eres una persona sincera. No. Eres un cretino, un irrespetuoso, un majadero, un insensible, un deshecho de la sociedad, un ser sin escrúpulo alguno porque hieres la sensibilidad del pobre muerto (o sus dolientes) que yace ahí... con su cara encerada y su traje de fiesta, listo para el horno o para el festín de los gusanos (ésto ya lo escribí en algún otro relato). Tendrás pues, que hacer un esfuerzo, ponerte lívido y fingir consternación y darle la mano al familiar y decirle:
"Cuanto lamento el acontecimiento". Y de plano, no hacer o decir nada. Desde que existen las redes sociales, FACEBOOK para ser más concreta, toda la gente es periodista, crítica, sabe de política, de arte, de belleza, ¡de todo! Y emiten su opinión en todo, aun que no sepan nada de lo que antes cité. Pero como es una red social, donde es para "supuestamente hacer amigos" tienes que verte "diplomático" si es que quieres muchos "likes" y/o reproducciones de tus vídeos, aunque sólo se trate de cómo estás friendo un par de huevos para el desayuno. 
       He colgado dos que tres vídeos, tanto uno que produje en USA como otros dos o tres que hice aquí. No son las grandes producciones, pero los he hecho con muy buena voluntad y con grandes aspiraciones ¿por qué negarlo? Cuando pedí que lo comentaran, hubo sólo dos personas que me dijeron vía "Inbox" que el vídeo no les había gustado. Y no hicieron el comentario público porque temieron dos cosas: que yo les retirara mi amistad, y la otra, que los que dijeron que sí les gustó, ofendieran a quien fuera sincero y directo. O sea, NO DIPLOMÁTICO. NO HIPÓCRITA. 
       La gente que tenemos agregada en nuestra red social NO SON NUESTROS AMIGOS VERDADEROS. Yo tengo agregados a actores "famosos" que no conozco ni en persona. Pero como somos del "gremio" artístico tenemos que estar conectados. Son los que reciben más "likes" ¿por qué? No lo sé. Ellos postean una foto porque tienen su red social y no creo que les importe saber a quién le gustó la foto del primer diente de leche que se le cayó a su nieto. A mis verdaderos amigos, les telefoneo, si es que me entero que tienen un problema, y no lo hago para que me agradezcan. Soy así. Y lo hago, si es que me siento con la capacidad de brindar un apoyo. Si no, pues no llamo.
        Los desastres naturales, accidentes, perritos abandonados, gente hospitalizada... ¡Ay! es muy desagradable ¿no creen? No sé si ha funcionado. Pero particularmente los desastres naturales reciben muchos comentarios y el que más me purga es el: "AMÉN". ¿Saben que están diciendo? Están viendo niños en los huesos muriendo de hambre, muertos, gente mutilada en Siria o "anyways" como suelen decir mis paisanos en USA, y la gente escribe: "AMÉN" Están diciendo. Así sea. Nada más. No están rezando ni rogando a Dios que les ayude. Sólo "amén". El chiste es que vean que eres un humano bien "buena onda" que te pre-ocupas, aunque no te ocupes por todas esas tragedias. Y si te ocupas, realmente ¿que podrías hacer? También hay que aceptar esta realidad. Entonces quizá ustedes tengan razón y sigan escribiendo "amén", y así es y así será y seguirá por los siglos de los siglos, amén.
          Volviendo al muerto malo que no existe, pues sí, sí existe. A mi me tocó ir a un velorio, a ver si podía recuperar algo de lo que perdí aquella nefasta tarde que el hombre murió. Me pidió dinero prestado, una, y otra, y otra vez. Nunca imaginé que se iba a morir, de saberlo, es "neta" no se lo habría prestado porque no soy rica. Si fuera rica quizá, tampoco pues, volvería a ser pobre en cuestión de minutos. Total, que cuando me dijo claro, a grito vivo que no me pagaría y que le hiciera como se me diera la gana, sólo atiné a gritar: ¡Ojalá te mueras! ¡Ojalá te mueras culero hijo de tu reputísima madre, ogete, traidor, y el día que te mueras, si me entero, mira, ahí voy a estar sentada gozando tu muerte! Y colgué. 
          ¡Que feo! No sucedieron ni dos meses, cuando a través de Facebook, me entero que esa persona había muerto. No gocé. No me alegré. Me asusté. Me fui de rodillas bajo una enorme cruz de madera con un Cristo hermoso que adquirí en una tienda de San Miguel Allende. Ante mi desesperación y mi miedo, creí que un hermoso trabajo de talla en madera me daría la ayuda que estaba necesitando. Creí que esa pieza de arte era Dios y mi consciencia. Ni la pieza de arte es Dios, ni me iba a ayudar a nada. Tuve que aceptar que la persona se murió porque se tenía que morir, no porque lo que le grité y todo fue una absurda coincidencia. Aun así la culpa me empujó hasta estar frente al ataúd de mi ex amigo. Y lloré. Lloré de miedo. Y después lloré de rabia. Unos minutos antes de sacar el ataúd, estábamos ahí, no uno, muchos que fuimos burlados por esta persona. A muchos nos pidió dinero y fue que, en efecto, sabía que iba a morir. Y quienes estábamos ahí, fuimos también con un resquicio de esperanza, no de que resucitara el muerto, pero sí de que, quizá los familiares, enterados de la conducta del occiso, nos pagaran al menos algo. La situación se dio así. Su representante legal habló con parsimonia, con la voz quebrada por un sentimiento de no se qué y dijo: "Estoy consciente de las chingaderas que a muchos de los que están aquí, les hizo el finado. El no se esconde, él está aun aquí... ¡cóbrenle! Así lo dijo, violando el protocolo que exige la situación de un discurso frente a un muerto que no debes ofender con la palabra chingaderas. Creo que a la gente lo que más le turbó fue la palabra altisonante, que la supuesta buena voluntad de resarcir la mala conducta: Cóbrenle.
      Así que ya saben por qué me dolió la muerte de aquel sujeto.
     Y ahora, las muertes que me han dolido sobremanera, de gente que no conocí en persona, fue Chachita. No escribí comentarios sobre si fue o no buena persona. Eso yo no lo sé. Ella, fue un personaje, al que a través de su trabajo, aprendimos a amar, (al menos yo sí) y eso fue lo que escribí. La muerte, se supone, debiera lamentarse siempre si quieres ser diplomático, si eres honesto, SÍ DESEAS QUE SE MUERA PEÑA NIETO Y DONALD TRUMP por ejemplo. Pero no, ¿que va a decir Dios? No creo que Dios a mí, directamente me vaya a decir nada. La muerte de Charly Valentino, con quien había hablado un día antes... ¡hasta hice un vídeo! No lo conocí en persona, pero supuestamente nos íbamos a conocer, iba a viajar a Kansas y a ser jurado de una competencia que se llamó "MI SUPER MAMÁ" Otra muerte que me dolió fue la de Jano. Justo estaba yo en Chicago cuando me entero que le dieron un balazo en la cabeza. Algunas actrices me telefonearon y me dieron detalles de lo sucedido. Hice un vídeoclip de todos ellos, de María Luisa Alcalá que me dio trabajo en su negocio y fue un honor para mi, haberle servido de bastón dos que tres veces en Televisa, donde, mi tocaya Leticia Perdigón le comentó: "que bueno que ya tienes quién te ayude" Ella, Leticia Perdigón no me conoce porque yo no soy famosa. También estaba ahí Juan Osorio, y María Luisa le dijo: "dale trabajo cabrón, ella le echa ganas" y ahí quedó todo. De esas personas, puedo decir lo que me dieron. Ignoro si fueron buenas o malas, conmigo, fueron buenas personas.
      Al que le fue peor fue a Nicolás Alvarado. ¿Alguien lo recuerda? No creo que tenga Facebook, pero a la muerte de Juan Gabriel (que ya casi lo quieren hacer santo) dijo cosas que se tiene que decir que son "comentarios desafortunados" si escribes en un periódico o si eres conductor de TV. En las redes, los que la hacen de "críticos, comunicadores, esos que saben de todo" aunque no sepan a ciencia cierta quien es el "pendejo ese que se atrevió a decirle a Juan Gabriel naco" así lo dicen, no corren el riesgo, como él, que renunció, o lo obligaron a renunciar a su trabajo en la UNAM por hacer un "comentario muy desafortunado" que hirió a un pueblo que lloraba la muerte de un ídolo. Juan Gabriel, me gustan algunas de sus canciones, pero no lloré por su muerte. Tampoco me habría atrevido a decir que es un "naco" porque naco es más una actitud que otra cosa. Es un hombre admirable por todo cuanto logró. Todo mundo dice que era bueno, pero eso ya no me sonó original, porque repito: TODOS LOS QUE SE MUEREN FUERON BUENOS. ¡Hasta Fidel Castro! Yo, que no sé nada de política, sólo escuchaba a los cubanos que se refugiaban en Mérida y en Veracruz, que no eran comunistas, que Fidel era una mierda, un culero y que no les daba libertad ni de celebrar la Navidad, que tener sida era un delito y ¡sabrá Dios que tanto se sufrirá en un país con un dictador tan sui géneris como Fidel. 
       Y para no hacer esto tan largo, porque sé que está enredado y a la gente, la mayoría, no le gusta leer, y menos a una autora que no es famosa como Angeles Mastretta, Elena Poniatowska, o mi Gabo precioso, (he leído casi todo de él) pues termino diciendo:
¿ QUE BONITA SE VEÍA LA NOVIA VERDAD?
a nueve meses de vivir en USA



UN AÑO MAS, ¡YA EN MÉXICO!

miércoles, 28 de diciembre de 2016

¡NO TENÍAS NINGÚN DERECHO!

       

 Se apareció de imprevisto y parecía tan inofensivo. Sus ojos eran ámbar y me imaginé dos cápsulas de miel. Miedo. Horror. No soportaba mirar su alma a través de aquellos hermosos espejos. Su sonrisa perenne. Su relajada pose, como un niño que se sabe seguro en el seno familiar. ¡Y estábamos tan solos! En un suelo extraño donde la civilización hizo trazos y bordes y pusieron nombres a los pueblos, según sus héroes, según sus gustos, y fueron víctimas desde los tiempos en que quisieron llegar tan alto, y crearon la torre de Babel. Pero de tácito nos entendimos el y yo, porque hablábamos el mismo idioma, teníamos los mismos sueños, perseguíamos desaforadamente el mismo camino, y buscábamos la escalinata hecha de nubes con las incrustaciones brillantes del polvo lunar, y pisamos los escalones que se deshacían sin piedad. 
          Mientras se hacía más sólida la escalinata, nos perdíamos entre en lúdicos paseos. Perdíamos el tiempo, o bien, hacíamos tiempo antes de ir a internarnos en las labores que nos hacían ganar dinero para pagar los servicios más necesarios. Es decir, nos ocupábamos un pequeño momento de la realidad, para que, a la primer oportunidad, nos volviéramos a escapar a aquellos oníricos sitios que sólo vivían en nuestra imaginación.
               Y yo, que me equivoco. Hice  lo que jamás debí hacer. Violé mi juramento y fijé mis pupilas sobre las suyas, derribé al miedo ¿ Qué puede pasar ? Me decía, sabiendo que me engañaba. Con la absoluta y total certeza de que me encaminaba a una barranca sin paracaídas, sin parapente, cual artista de circo que camina por el alambre sin red. ¡Me caí! Pisé la trampa y gocé mis noches mojando mi almohada con el llanto de mi alma fracturada por el golpe de la caída. Le di la bienvenida al insomnio que hizo mis noches trémulas, tiritando toda de amor, un amor castrado por la indiferencia, porque él no se asomó a mis espejos y no vio el estado de mi alma. El ganó. De haberse asomado, habrían sucedido dos cosas. O me abrazaba y no me soltaba nunca, o huiría, porque en su vida, jamás, así esté sentado junto a Dios, encontraría a una simple mortal capaz de darle todo. Lo amaba. Lo amé. Lo amo. Aún lo amo.

                  Y ahora me da rabia. Admito que ha buscado acurrucarse en otros brazos y en lechos húmedos de otros antecesores y lo han usado; y después, le han mandado a paseo, y ha vuelto a pasear conmigo. Le he abrazado consolándole de sus fracasos, y a la vez saboreando mi venganza y aumentando mi frustración y dañándome por dejar vivir un resquicio de esperanza porque no entiende mi lenguaje, ese otro lenguaje que se dice con el tacto, con la mirada, con los suspiros, con el aroma de la brisa que le envío día a día con el primer beso que lanzo a cualquier nube viajera para que lo bañe y lo haga reaccionar. Nada. No pasa nada. Ni la luna de Octubre pudo mandarle el recado, aun que supe que la miramos una mañana al mismo tiempo. O bien ella no se lo dijo, o él, aturullado y tonto no lo entendió. ¿ Por qué no me miras? ¿Por qué no me entiendes? Por que yerras el camino y te vas a la dirección contraria. Otra vez lloras, otra vez te quejas, otra vez te usaron, y nos entiendes de ningún modo toda la ternura de mis brazos que te consuelan que es aquí donde podría acunarte hasta el día de mi muerte o de la tuya. Y así las cosas al sol de hoy.
          Hey tontuela: ¡No tenías ningún derecho de asomarte a aquel laberinto mortal! porque conocías el resultado. Enamorarse es arriesgarlo todo porque se trata del corazón. Ya no hablemos del alma que anda penando las noches en que las estrellas lloran también porque se contaminan de su congoja.  Y tú, necio, orgulloso, presuntuoso, tonto... ¡No tenías ningún derecho a cruzarte en mi camino. Dí con qué derecho, llegaste a mi vida, y como "Pedro por su casa" sin avisar franqueaste la puerta de mi espíritu, tan solo como el tuyo, el mío más vulnerable, el tuyo, quizá mas frío. Di con qué derecho me provocaste el insomnio que como un desgraciado demonio se instaló en mi pecho y no se sale, así ponga millas de distancia, un océano de cristal que se rompe con un mínimo suspiro por ti. Di, dilo fuerte, di con qué derecho llegaste y destruiste mi paz, con que derecho te robaste mi felicidad. ¡Maldita la hora en que te conocí! ¡Cómo deseo que te mueras! ¡Sí! Muérete, muere dentro de mi y salte, y vuela como pañuelo viejo e instálate donde puedas estar bien o mal, pero no dentro de mi. Y te he condenado a la pena capital porque tú me mataste primero, mataste mi paz, mataste mis horas tranquilas. Eres un asesino de mi voluntad ¡Fuera de mi vida! 
With my whole soul ask you, kill Numen's mommy... DO IT, DO IT, DO IT

martes, 27 de diciembre de 2016

SÍNDORME DE ABSTINENCIA

       

Se aferró al suelo y esperó a que el mundo dejara de moverse. Pero eso jamás ocurriría. Era algo que uno descubría cuando estaba drogado, o agotado, o febril: el mundo siempre se movía y sólo una mente sana podía detener sus giros desestabilizadores.


Era estudiante de teatro y me obligaron a ir a ver la puesta en escena "Las noches de Pirandello" en uno de los foros de la UNAM. Para qué digo más, si no entendí absolutamente nada. Llegué a mi clase el día lunes, total y absolutamente resignada a reprobar esa clase: Historia del Teatro. ¿Cómo iba a hacer una sinopsis de la obra? ¿Cómo iba yo a emitir alguna conclusión? ¿Cómo? ¡Bendición! Toda la clase llegó con el mismo acerbo y la peor frustración, incluso, con las mismas dudas: ¿realmente queríamos ser actores o actrices?
        A mí me pasó. Creí que, tal y como solía verlo en las telenovelas, cuando solía ver telenovelas, pensé que las clases serían: ¡Oh! ¡Eduardo Francisco Gustavo Rafael!¡Te amo! Y seguramente dejaría impactado a mi profesor de drama, cuando colocara mi mano sobre la frente, y cerrara los ojos, al volver a decir: ¡Eduardo Francisco Gustavo Rafael! ¡Te amo más que mi propia vida! ¡Vaya pavadas! dirían los gallegos. Cuán insulsa yo, o las telenovelas. Pero aquí, secretamente, les diré: ¡Oh! ¡Cómo me gustaría trabajar en una de esas! Y decir, ¡Oh! ¡Eduardo Francisco Gustavo Rafael! ¡Te amo!
                Y bueno, sucede que me gustó estudiar, y aprendí un poco con el método de Konstantin Stanislavsky, pero a veces no me funciona. Y volviendo a las jodidas "Noches de Pirandello" el profesor senil y colérico nos perdonó la ignorancia, y quién sabe cómo controló sus impulsos de maltratarnos y gritarnos furibundo que ¡ser actor no es una carrera de niños y niñas bonitas, de ojitos azules! y que había que hacer más conciencia, y compenetrarse en el personaje que debiéramos interpretar, así se tratara de interpretar a una rana, había que sentirse rana, hacer "croc, croc" sentirnos cómodos en la humedad de los charcos hediondos, entre el verdín fangoso que ahí habita, sentirnos a gusto con nuestra piel verde y verrugosa y ... bueno, eso, era ser actor. Olvidar el ¡Oh! ¡Eduardo Francisco Gustavo Rafael! ¡Te amo! y yo, me imaginaba aleteando mis escasas pestañas en señal de coquetería.
                  Las "Noches de Pirandello" nos explicó; se trataba de un sueño. Los sueños no tienen coherencia alguna. Además, hasta ese momento me enteré, que uno tiene muchos sueños cuando duerme, y que a veces, sólo se recuerda el último, y suele olvidarse al despertar y ¡no tienen significado alguno! Así que, a olvidarse de que alguien morirá si sueñas que se te caen los dientes, o si ves a una mujer con atavío de novia de pueblo ilusionada porque su futuro borracho, perdón, su futuro marido le va dar vida de ángel, ya se lo saben: encuerada y sin tragar. No, no. La va a mantener, ya saben, como el fusil, bien cargada y detrás de la puerta. ¡Eso! ¡Era felicidad! ¡Oh! ¡Eduardo Fran... ! Bueno. Olvídenlo. 
           Agarré el vicio de fumar desde que fui estudiante de secundaria. Cuando fui estudiante de teatro, y todavía muchos años más, no había prohibición alguna para fumar donde se te diera la gana. Ahora, ya está muy estricto el asunto. Pues bien, creo que yo, le doy la vuelta al tal "Pirandello" con sus noches extravagantes de lámparas caminando, con piernas de mujer envueltas en medias de cabaretera, y de repente, sale un perro que no ladra, aúlla como gato, y ¡Oh my God! un sofá que habla en Francés. ¿Ya ven por qué no le entendimos a la obra? Si querían que hablara el sofá, que por lo menos hablara en castellano ¿No?
                  Por varias razones, la principal, el dinero, los cigarros mordían y feo, mi presupuesto y a mí, me crecía la necesidad de la nicotina en mi cuerpo. De golpe y porrazo. Dejé una cajetilla a la mitad arriba del refrigerador y dije ¡ni uno más! 
                    El primer día tuve un leve ansiedad que amortigüe con la adrenalina de mi buena voluntad. Era sosegar dicha ansiedad, con "vamos, tú puedes". El segundo día la ansiedad creció, y el tercero fue el colmo. Creí que me iba a dar un ataque. No podía cagar. Intenté más de cinco veces y nada. Unas compañeras de la agrupación musical donde yo cantaba, y ellas sí fumaban, me decían "dale una jaladita, o dos, y verás como sí cagas" ¡No! ¡Esto no puede ser más fuerte que yo! Después vinieron las temblorinas en la manos y en la piernas. Me atacó un insomnio impiadoso y sentí náuseas y sí, sí pensé que me iba a morir, pero sin fumar. Me la puse muy difícil cada que veía la cajetilla sobre el refrigerador. Con un descanso exiguo, los temblores, las náuseas, trataba de vivir esos fatídicos momentos que se ya se percibían en mi rostro estragado por falta de la droga. 
                  La primer noche que aparentemente dormí, desperté en el suelo, en un charco de mi propia saliva. Y es que, soñé que un tipo extraño, parecido a ese que pintan como el diablo en las tarjetas de la lotería, me daba a fumar un pitillo de más de un metro de longitud, y yo, desesperada jalaba y jalaba, pero no me sentía mejor dentro del sueño. Así que, una vez despierta, me limpié la baba y traté de desayunar. ¿Cómo habría hecho la puesta en escena el "Pirandello" ese tomando como referencia mi sueño? Creí que esas cosas sólo las vería en mis sueños, y me consolaba al menos pensando que sí dormiría, aunque tuviera pesadillas. Estaría en la calle a las dos horas de haber tomado un desayuno que dejé más de la mitad en el plato sin tocar porque ¡Cómo necesitaba un cigarro! ¡Una "jaladita" como decían mis compañeras! ¡No! ¡Mi voluntad ante todo! 
          Estaba frente a un edificio con dos enormes columnas blancas que había que franquearlas para llegar a la puerta. Las columnas se movieron, de estar rígidas y verticales, se movieron y quedaron verticales, apuntando hacia mí, vi el color café del filtro de los cigarrillos, y me dio taqui- taqui- cardia, porque tenía frente a mí, dos cigarrillos más grandes que los que me ofreció el puto diablo de mi sueño. Y cerré los ojos, y jalé y jalé... pero la ansiedad no cedía. Un claxon me sacó de ese lamentable estado y ya estaba yo babeando otra vez. "Voy a convulsionar" Estaba segura que caería al suelo con estertores que me harían moverme como epiléptica en el suelo de una manera dramática, pero estaba segura que consciencia ya no tendría. Pero no ocurrió nada. Lloré. Mandé a la chingada, así literal, a los conmovidos por mi llanto que me sobaron la espalda y me hacían preguntas sobre lo que me ocurría, y si me podían ayudar. ¿Cómo? Yo me metí en ese problema, y yo, sola, tenía que salir de ésto. ¡Ah! Entonces también estaba histérica. Los insultos que me profirieron aquellos "redentores" me los gané a pulso.
             Con el profesor de Historia del Arte me desquité. Condenado viejo atrabiliario que ya me tenía harta, porque cada vez que teníamos que analizar textos, nos cortaba la inspiración porque se quedaba dormido en su silla y sus ronquidos eran tremebundamente exasperantes. Le grité y de un salto miró hacia todos lados: "¡Que pasa! ¿Estás temblando? ¡Recuerden! ¡No corro! ¡No grito! ¡No empujo!" Al tiempo que gritaba, corría y nos empujaba a todos al patio. 
                   Francamente no fui yo quién hizo un escrito solicitando la dimisión del profesor, pero sí lo firmé con la pena, tenía como noventa años, y sinceramente, con esa materia, éramos más bien, autodidactas. Ese profesor ya no tenía la capacidad de enseñarnos nada. ¡El pobre! Quizá fue un buen actor en sus tiempos, y buen maestro. Quizá. Ni siquiera recuerdo su nombre, y es que muy probablemente, trabajó en películas de cine mudo, de esas que ya no se ven, y menos si fueron mexicanas. Quedan una magníficas obras pero de Charles Chaplin. ¡Que exagerada! Igual y no  hizo cine mudo, pero seguro sí, ese profesor conoció muy bien Salvador Toscano. ¡Hasta se habrían ido a tomar un café en el Sanborns de los Azulejos. Tan antiguo se veía nuestro longevo profesor, que usaba traje con bombin muy fino, de esos de marca "tardan".
            Volviendo a mi mal-estar, una tarde no pude más. Rompí mi endeble voluntad y me fui sobre la cajetilla de cigarros ¿Por qué sufrir? ¡De algo de he morir! Enfisema pulmonar, cáncer o quién sabe de qué, pero la muerte es segura. Prendí mi cigarrillo y le di una jalada con singular pasión. El efecto fue inmediato y totalmente negativo. Tuve una crisis. Mi cuerpo se empezó a sacudir violentamente, no sabía si correr, gritar, y empujar como si hubiera un terremoto. ¡Cuánta soledad vive un abstemio en vías de recuperación! Nadie entendería lo que yo sentía. Arrojé el cigarro prendido lejos de mi, y se fue brincando por los escalones, salpicando chispas, y de una de las chispas, se hizo una especie de cometa, y se fue directo a una luna privilegiada, de esas de las que tienen permiso de salir de día. El conejo del satélite cogió el cigarro y se lo fumó, le jalaba, le daba el golpe, me miraba, me movía su naricilla nerviosa y luego se carcajeaba mostrando sus dientes y me pelaba sus ojos rosas. Llorando me tumbé en mi cama y no supe en qué momento me quedé dormida. Y tuve un sueño muy largo. Primero, que venían las fiestas navideñas y me abrazó una melancolía que no me permitía parar de llorar. Me angustiaba sobremanera qué se serviría en la cena de gala de Nochebuena. Un joven que nos asistía en el servicio me dijo: "Cómanme a mí, y cenen en Nochebuena". No recuerdo cómo se hizo, pero de repente, lo vi en una charola, con cuerpo de pavo al horno, pero seguía conservando su cabeza humana. Le notaba un poco de malestar en los ojos, se veían rojos, como que lucía resfriado. Nada. Cual "Noche de Pirandello" estaba yo frente a un arroyo, con una bata de gasa blanca, el arroyo era normal, lo que no era normal era que Jesús, sí, Jesucristo estaba detrás de mi. No volteé a verlo pero sabía que era él. Le dije: ¡Quiero volar! Pero no volé. No sé como estaba en ese arroyo, como en un manto de agua tibia que me hacía cosquillas en la nuca. Mi compañera de cuarto, más tarde me dijo que me escuchó reír dormida. Y sin saber cómo, ya estaba con mi hermano mayor, él y yo, cohibidos hasta el delirio, porque habíamos tenido relaciones sexuales. En el sueño no las tuve, simplemente sabía que lo habíamos hecho y nos sentíamos mal, muy mal. De pronto me puse de pie, y ya estaba en la agrupación musical y cuando les pedí mi micrófono me dieron un caramelo blanco con listones rojos. Ese sería mi micrófono. Mientras cantaba, toda la gente se levantaba de sus asientos y se iba. De repente, una pirinola giraba en  el remolino que tengo en la cabeza, tenía que estar muy recta, si hacía un movimiento perdía todo el equilibrio y me caía. Mi compañera de cuarto me despertó sacudiéndome porque se asustó al ver, que iba de una orilla a otra de la cama y me asía a las orillas rechinando los dientes. Sudaba copiosamente. Me preparó un té y me volví a quedar dormida, y volví a soñar, que unos hombres con las piernas amarradas o liadas no se cómo pero las tenían en posición de "flor de loto", y los brazos liados también, se masturbaban rozando con sus talones sus genitales, y cuando eyaculaban, lo hacían sobre una tierra sembrada de maíz. Ellos eran los padres del maíz porque no agua, sino semen, era lo que la regaba. Y entonces vi a la tierra muy orgullosa por ser madre. Al despertar otra vez chapaleando en sudor, me di cuenta que tuve el las piernas y el vientre tensos, de un modo tal, que cuando desperté descansé de esa tensión. Pero era un renacimiento. Desayuné todo lo que me serví. Me sentía fresca y relajada. No tenía el mínimo antojo de un cigarro. Al contrario, sólo de imaginar el olor de tabaco me daba náusea. Me di cuenta que empecé a recuperar el sentido del olfato y el gusto, porque percibí un aroma a jazmines cuando mi compañera de cuarto salió del baño, y le pregunté que si esa fragancia era nueva y muy quitada de la pena me dijo que era la que usaba siempre, desde niña. Y lo del sentido del gusto, quizá porque esa mañana los huevos revueltos con jamón me supieron deliciosos, tanto, que no quise una jugo de naranja. Me tomé una cerveza. Y ya en la tarde me presenté a mis clases. Ahí inicié una composición parecida a "Las Noches de Pirandello" para que el maestro de drama la revisara y me permitiera mostrarla en "El Teatrín" lugar donde se hacían los exámenes de final de curso. Si se presentó o no, eso no fue relevante, me sentí tan contenta de haberme liberado del hábito de la nicotina, que comía tan, pero tan feliz, que acompañaba mis alimentos con una cerveza oscura y helada. Mis profesores me felicitaron por mis dieces en todas las materias y me auguraban mucho éxito como actriz, aunque no fuera güerita de ojos azules como la Edith González. Siempre y cuando, fuera así de disciplinada como lo fui en todo el curso. Y, no sé a que se deba, pero, cada que voy a dar función de teatro, me tengo que tomar una cerveza, oscura y helada. Sólo es para relajarme. No es que la necesite, sólo que si no la tomo, las funciones de teatro no me salen igual. Bueno, todo esto lo resumo a que, gracias al síndrome de abstinencia, pude escribir una historia, tan incoherente, tan poco eficaz, tan ininteligible como las exasperantes "Noches de Pirandello"
FIN.
P.D. Dedico este relato a mi madre, quién fumó por más de cuarenta años de su vida. Dejó el cigarro, tal y como lo narra en primera persona el personaje. No es mi caso. Nunca he fumado. Y no necesito una cerveza para actuar. Es algo que se me ocurrió poner al final.

lunes, 26 de diciembre de 2016

SÓLO MIS LÁGRIMAS REGARÁN TUS FLORES

SÓLO MIS LÁGRIMAS REGARÁN TUS FLORES



        Un ser sumiso necesita tanto las risas como las lágrimas. Con las dos disfruta plenamente.


     Creí que había llegado a vivir a un paraíso ¡Casa propia! Aunque el día que ocupé mi vivienda propia, me percaté que el edificio se balanceaba, de un modo tal, que la primer vez creí que era un temblor de tierra, de los endémicos que se sienten en la capital; después, el administrador (no sabía que tenía que pagar ese servicio, ni que existiera ese tipo de servicio, como una profesión tal cual) me informó que había un estudio minucioso de que el edificio era seguro. Lo del balanceo se debía a que está situado muy cerca del viaducto, y que los carros pesados lo hacían vibrar.
     Lo que fuera, ya había comprado el departamento, un hogar vibrante, pero "propio". Uno busca "algo propio y seguro" ¡Ajá!
    Un departamento situado geográficamente muy bien, a diez minutos del aeropuerto, a diez minutos del centro de la ciudad, rodeado por más de quince bancos, enfrente de un mercado ¡Ajá! Vale mucho dinero ¡Ajá!
          "Nada vale nada, y todo vale todo" Descubrí ¡Ajá! ese tipo de lema. Todo es perecedero, incluso las rocas. Así que ¿propio? ¿seguro? Nada es propio, nada es seguro. Nada vale nada porque finalmente la vida se termina, y todo vale todo porque somos los humanos a quienes nos encanta ponerle precio a todo. Costo y valor, no son la misma cosa. Por ejemplo, una madre "muy cursi" podría considerar un gran tesoro el primer mechón de su hijo, el primer diente de leche que pierde, y si se pasa de "cursi" se dejaría arrancar los ojos y quedar tuerta pero conservando ese tesoro de su hijo ¡Ajá!
       Otro ejemplo: una muy mala madre, que le da estudios a sus hijos, pero siempre con la esperanza de que sus hijos le devuelvan, peso sobre peso, todo lo que ella gastó para darles una carrera y se defiendan en la vida ¡Ajá! Y si el hijo se casa, entonces, la madre, quien fuera la primer mujer que amó en su vida, pasará a segundo plano y es ley de vida, de Dios, y ¡Ajá! Y bueno, que me dicen del oro y la plata, valen más que otros metales. Pero metal al fin ¡Ajá!
      Bueno, toda esta parafernalia o introducción es debido a que, cuando dos personas se casan ante la Iglesia, en la católica al menos, sólo la muerte es la autorizada para romper esa relación. Nada debiera pues romper esa unión, no importa que el marido sea un picaflor, un "Don Juan", un culero, un cabrón ¡Ajá! ¿Y la mujer? poco se dice, pero se supone que debe ser fiel, limpia, trabajadora, y dispuesta a tolerarlo todo. Lo de la fidelidad, el juramento debiera aplicar a ambos ¡Ajá! Pero, pues, aunque la costumbre no es ley, pero se parece, la costumbre es que el hombre, puede ser infiel, culero, cabrón, y sólo parecerá más hombre, mientras que si la mujer es infiel, culera y cabrona, sera "una pinche perra y puta" ¡Ajá! Y hasta entre nosotras las mujeres, la señalaríamos: "Pinche puta ¡mira que ponerle el cuerno al marido! ¡Ajá!

       Regresando a mi nueva y vibrante vivienda, mi nido de amor, mi patrimonio para toda la vida ¡Ajá! con mi esposo fiel, trabajador, limpio, ordenado, y ... ¡Ajá! y yo otro tanto de... ¡Ajá! quise presentarme de la mejor manera a mis nuevos vecinos. Ahí todos éramos nuevos vecinos porque el edificio lo agarramos de estreno. Todos. Y la mayoría de vecinos, hasta el sol de hoy, han sido personas amables, poco me entero de chismes o problemas, quizá ha sido la suerte, o ... ¡Ajá!
     
        La mujer que fue la más gentil de todas, era quien fungía como la más ocupada en las cuestiones de las mejoras para los servicios de mantenimiento, y es hasta la fecha, quién no se preocupa, sino se ocupa personalmente de todos esos asuntos engorrosos, sin percibir un sólo centavo. 
     Todos prefieren pagárselo a un "administrador" que aunque no haga bien su trabajo, no están dispuestos a que una mujer que es vecina, que se parte en muchos pedazos, ya que es una mujer sola con hijos, pudiera hacerse "rica" ¡Ajá! con los pagos que le damos a un "administrador" que como no vive aquí, le importa un pito lo que nos pase. 
      Ya llevamos más de siete administradores. Y la vecina, sigue metiendo la nariz, robando horas a su sueño, pendiente de que las áreas comunes estén limpias, bueno, es admirable, conoce todas las conexiones de la luz, el agua, y cosas, que ¡ay no! No sé cómo hace para ser una mujer tan admirable.
        Tenía yo dos meses viviendo en mi nuevo hogar, y recibíamos a la segunda administradora. Una mujer gorda que creí que era muy mala, y para peor, su apellido era "Rabia" ¡Ajá! Rabia.
         Resultó una de las mejores administradoras que he conocido, pero los vecinos nunca están conformes. La echaron y de ahí, ha sido un ir y devenir de administradores y así las cosas...
          La administradora se hizo amiga de muchos, de la mayoría, y se entendió muy bien con la vecina gentil, que omitiré su nombre y solo le diré "G".
        Esta historia es verídica y ella, es mi amiga. Precisamente nace la gran amistad cuando ocurrió una tragedia.
         Alguna vez, en una de las áreas comunes del edificio vi a un hombre muy ebrio, sentado sobre un matorral, G lo ayudaba, trataba de asistirlo y apenas si me sonrió. Yo no pensé mal. Creí que era parte de su bonhomía tan característica de ayudar, y quizá se trataba de algún vecino. ¡Que paciencia! pensé. ¿Un borracho? ¡Ay no! ¡Que se joda! ¡Ajá!
           A las dos o tres horas unos toques desesperados casi derribaban mi puerta. No me despertaron, porque tengo la mala costumbre de dormirme hasta las cinco de la mañana, por escribir, pintar, dibujar, etc. 
         Era la administradora que, venía casi sin aliento por haber subido cuatro pisos, y con su obesidad y con la mala noticia a cuestas. Me pidió ayuda para G. En el camino me contó que su... amigo... su compañero... ¡Ajá! Ya entendí. Ese señor estaba ahí con ella, no es su esposo, no es su compañero, es su... ¡Ajá! Eso. Bueno, no es que yo sea de criterio amplio, sino que no tuve tiempo para pensar ni bueno ni malo, porque de tácito, ya estaba yo, no sólo en el departamento de G, sino en la recámara, viendo el rostro del hombre que estuvo ebrio, con la cara amoratada, un semblante espantoso por lo que pudo haber sido el último estertor de la vida, o de muerte. 
        Sí. Estaba muerto. ¡Ajá! Todo. De pies a cabeza. Estaba muerto. En la cama de una mujer que no era su esposa. ¡Ajá! de repente susurros, y tres hombres estaban ya ahí con una camilla. G lloraba. Me decía con la voz entrecortada que la administradora le había aplicado una inyección al ya difunto, pero no fue la inyección lo que lo mató. Estaba desahuciado porque tenía cirrosis hepática. Era un pobre alcohólico, enamorado de G, y casado con otra mujer.
         Los camilleros sacaron al muerto con sigilo. Yo fui parte de ese tipo de ¿conciliábulo? Sí. Ya que me estaba haciendo cómplice para tapar el "pecado" de G. Él, era hombre, y sólo fue un cabrón. Ya dije, y si todos los demás vecinos se enteraban de que un hombre, un grandísimo cabrón se había muerto en la cama de G, pero que ese hombre estaba casado con otra mujer, a la pobre G de puta no la habrían bajado ¡Ajá! ¡Segurísimo!
          Los trámites, papeleo, funeraria, acta de defunción se hizo muy ágil gracias a, ya lo dije, la mejor administradora que hemos tenido. Tenía "palancas" como se dice en México. Había sido esposa de un hombre que trabaja para el gobierno como judicial. Ella, la administradora no era más la esposa de ese señor, no le perdonó mal trato ni infidelidad. ¡Ajá! Pero creo que es una mujer muy tolerante, porque no juzgó ni de broma a G, y yo, pues, tampoco. Ahora viene lo bueno.
          El hombre muerto con atavío de caballero de fina estampa. Con traje de buena calidad, corbata, el rostro encerado para que denotara muy buena salud, para que luciera mejor de muerto que cuando estaba vivo ¡Ajá! Así es con los muertos. Son servicios muy caros, y bueno, G, gastó mucho dinero para darle un, digamos, funeral digno a ese hombre que ella amó hasta el último suspiro que, dejó en su cama de madre soltera. 
       Irrumpió violentamente la esposa ofendida, con la cruz de mártir sobre la frente, llorando con estridentes gritos de ser la única que merecía estar ahí. 
        ¡Fuera de aquí maldita perra! ¡Usurpadora de propiedades! ¡Mi marido! ¡Mi esposo! ¡El hombre al que le diera yo cuatro hijos, tres mujeres y un varón! ¡La legítima! ¡Ajá! ¡La única que tiene el derecho del hombre, de la Iglesia, y de Dios para quedarme aquí! ¡La que le amó sin importar su conducta reprochable! ¡La única que no tendrá la capacidad de maldecirlo! ¡Soy la esposa! ¡Ajá!
            Yo no podía creer que la esposa del muerto -No voy a dar su filiación, pero, viendo a G y a la legítima, uno se da cuenta enseguida por qué la muerte sorprendió al beodo en otra cama- la mujer esa, pululaba a gritos todos sus derechos, escupía su rabia contra la "ladrona" de maridos, la "verdadera culpable" de que su matrimonio ahora luciera, terriblemente turbio y ahora, exigía que por lo menos le dejaran el decoro de estar ella, y no la amante, en sus últimas horas. 
          Las últimas horas y minutos y segundos ya habían pasado. Lo que estaba tendido ahí, con traje para baile de gran gala, no era más que el bagazo de alguien que ya no sufría, ni amaba, ni odiaba, ni nada. Era nada. Pero el reclamo de la legítima era inquebrantable, y a nada estuvo de golpear a G, que lloraba de un modo quedo, más resignada que triste, más cansada que nada. No fue difícil convencerla que ya no había nada que hacer ahí. Ya, lo peor, había sucedido, por desgracia pues... 
       Pero yo no me quedé con la duda. Me llevé a la legítima a un rincón, que parecía más lúgubre que la capilla ardiente. Era un rincón frío, hacía frío a pesar de que ya era Marzo y había iniciado la extraña Primavera con unas lluvias tempranas. Y la cuestioné sobre el por qué quería velar a ese hombre que - no lo juzgué, lo juro- pero ¡se murió en la cama de otra mujer! Aunque esa mujer era mi amiga. ¿Por qué reclamaba con tanto ahínco el velar y abrazar a esa materia? ¿Ese cuerpo que alguna vez estuvo lleno del alma de su marido? ¿Que fue infiel? Si me contestaba algo, lo que fuera, coherente o no, la dejaría en paz ¡Ajá!
        Y la señora sollozando me dijo que le asistía todo el derecho, porque era la esposa. Allí se estaría, tiritando de rabia, pero cumpliría hasta el último momento del paso por la vida de su finado esposo, cumpliendo con lo que, según ella, era su obligación.
       Yo le dije, que si a mí me hubiese sucedido algo similar, una de dos, o me pongo el mejor traje de gala y me voy a "rumbear" por la vida, o me acostaba a dormir, bien calientita en mi cama, quizá viendo películas, comiendo rositas de maíz, y hasta ¿por qué no? jodiéndome con otro cabrón si es que tenía en la mira a alguien. ¿Fidelidad? ¿Obligación? ¡Ajá!
         Me daban ganas de ahorcarla por verla tan superlativamente pendeja. G, es hasta la fecha una magnífica persona y nunca hemos platicado al respecto, ni la he visto con algún otro prospecto. Sigue tan amable y gentil. 
          La vieja, perdón, la esposa legítima se desahogó conmigo, diciendo que ella era una muy buena esposa ¡Ajá! Que ya había telefoneado a sus hijos para que también estuvieran presentes, dándole el adiós a su padre, y viendo partir, sus restos, en lo que sería su última morada. Ese hombre, decía ella, era el padre de todos sus hijos ¡Ajá! el verdadero, el primer hombre que la vio desnuda ¡Ajá! el primer hombre al que le permitió introducirse a lo más recóndito de su intimidad. Ella, llegó virgen al matrimonio ¡Ajá! Y ella, estaba respetando los votos que juró ante El Santísimo y seguía sintiendo el mismo amor que sintió desde que lo conoció. ¡Ajá! Y ya para terminar, fue que dijo: Y no sólo eso. Yo, permaneceré viuda y sola hasta el día de mi muerte, porque si bien es la muerte la que me separa de mi marido, yo, como la mujer decente que soy, he ir a su tumba cada domingo, y lo lloraré hasta que Dios se acuerde de llevarme junto a él. Yo, la más pura y la mejor mujer que pudo haber elegido mi marido. Esto, le sumará puntos y brillos a la corona que Dios me tiene preparada en el cielo, y a él, que Dios le perdone, haré mandas para ir de rodillas hasta la Basílica de Guadalupe, para que María Santísima abogue por él y que Dios no le tome en cuenta su tremendo pecado capital, haber permitido que la muerte lo sorprendiera en la cama de esa casquivana, prostituta, que ya tiene asegurado su pase al infierno, que ni por el purgatorio ha de pasar, pero en fin, yo, la perdono. Sólo que aquí no la quiero, o la moleré a golpes.
      Yo, su esposa, la legítima, la verdadera, la única que regará con llanto las flores frescas que le llevaré cada domingo a su tumba, porque es mi esposo, mi amadísimo esposo, a quien, ni muerto él, yo, seré capaz de manchar su nombre.
       ¡Ajá!
           Lety Grey.


martes, 20 de diciembre de 2016

Si me concedes un beso...




... Caminaría sorteando los hoyos negros de la luna, y derribaría al dragón que es el guardián del duende de que ahí habita; que persigue al conejo para comérselo. Obviamente no usaría las sandalias de humo de nube con polvo de diamante,  no. Andaría descalza para dejar mis huellas sangrantes y conocer el camino de regreso, por si te negaras a dármelo. Le dejaría en prenda mis ojos al rey de los colibríes para que me rente sus alas y pignoraría mi voz al águila real para surcar los cielos cuando no haya puentes para seguir andando. Y ya cerca, casi por verte, empeñaría mis suspiros al hada magnífica; dueña del manantial de aguas tibias, para bañarme antes de estar junto a ti,  le cambiaría mi oído al hortelano que le encantan plantar rosas y en sus ratos libres; para que me deje perfumarme con éstas.  Y sin ojos, sin voz, sin oído,  y los pies sangrando, con el sentido del olfato te encontraría...  Entonces te besaría... no necesito los ojos para ser feliz,  lo más bello, que es un beso tuyo se goza sin mirar. Y ¿sabes? Te regalaría mi corazón;  pero eso ya sería a cambio de tu alma,  por eso, creo que eso no lo haría. Te amo de un modo tal, que no me atrevo a dejarte como un bagazo sin escencia... yo haría éstas pequeñeces antes citadas, nada mas por sentir tu labios rozando los míos.  So, ¿que dices?  ¿Sí?



lunes, 28 de noviembre de 2016

MI NOMBRE SERÍA ASBIUR











            



        No me pregunten a cuál equipo de fútbol le tengo preferencia. Tampoco sé cual es mi tipo de chica para contraer nupcias. Ignoro en absoluto cuál sería mi comida favorita, aunque todo indica, que sería la comida veracruzana. Probablemente, aunque, no habría que dejar de lado, las infinidad de recetas de comida que se hacen en la capital de la República Méxicana. No sé, si sería bueno para bailar o tener algunas dotes artísticas. En cuanto a mi carácter, pues también es un enigma; ya que, mi madre tiene un genio cruzado con la creatividad, la ansiedad, y a veces, la vence la pereza. A veces es un tanto colérica, pero al rato se le pasa. Ahora, cuando la quieren descalificar, aquellos que se sienten el paradigma de la bondad y la perfección, le dicen "bipolar". Y si realmente  fuera, o tuviera un trastorno bipolar, pues entonces, mi madre estaría en serios problemas. El trastorno bipolar es eso, un trastorno, y no debiera ser motivos de ofensas, críticas y señalamientos inicuos a persona alguna que estuviese pasando por un enfermedad crítica e incurable. Es como señalar a alguien, descalificarlo y hasta burlarse de éste, tan sólo por tener diabetes o cáncer. ¡Que barbaridad! Resumo: que mi madre no padece de trastorno bipolar. Y cuando la califican de "loca", pues sí, hasta le gusta. Es un tanto loca porque cuando las personas no saben cómo definir concretamente la personalidad de una mujer con tantas habilidades y ansiedad por hacer muchas cosas al mismo tiempo, le llaman "loca". Y esa es una locura bonita, pues es creativa y lo mismo le da por hacer una pintura al óleo, un boceto en carboncillo, preparar comida "gourmette", bordar en punto de cruz, tejer a ganchillo artístico, escribir poemas y canciones, tocar la guitarra cuando echa por la borda el cuidado de sus uñas, vestir a la moda, y cantar, y cantar, y cantar. Aparte habría de mencionar que es muy divertida, tanto, que fue regañada severamente, por esos otros, paradigmas del conocimiento en los desenvolvimientos escénicos, y le dijeron, que una voz tan bella, no debiera hacer chistes o comedia. Finalmente, ella ha hecho todo cuanto ha querido en ese plano. Estudió para ser actriz, y se desenvuelve, de vez en vez en esa directriz, diseña su vestuario de arte, en fin, creo que tiene tantas aristas, que si hiciéramos un abanico de todas estas habilidades y oficios, haríamos un ventarrón parecido a una tramontana, o acaso un norte invernal derribando palmeras en el puerto de Veracruz. ¿Exagero? Es mi madre. ¡Qué más podría yo decir de ella!
      Estoy presumiendo de buen hijo, cuando también ignoro si habría sido un buen hijo. 
          Todo apunta, a que mi madre, como suelen hacer las madres soleteras; me habría dejado en casa de mi abuela, en el puerto de Veracruz, y ella, habría tenido que trabajar arduamente para sacarme adelante. Entonces, probablemente me hubieran gustado los perros y los gatos, porque en la casa de mi abuela, siempre hay perros y gatos, y ellos, mi abuela, mi abuelo, mis tíos y tías imitan a éstos animales, y son ellos quienes viven como perros y gatos. Pelean y discuten todo el tiempo.
          Seguramente habría conocido a mi bisabuela, mi bisabuelo, y una tatarabuela. Sí.
        Mis bisabuelos me habrían querido mucho, muchísimo. Más mi bisabuelo. Bardo, mi bisabuelo, me habría llevado al río o al mar, y me habría enseñado a pescar; era su pasión. Obviamente, ésto lo habría hecho muy pocas ocasiones, ya que ellos, vivían en un pueblito cerca de un río y del mar. Mi bisabuela, me habría dado de comer tortillas hechas a mano, y me habría servido frijoles refritos con manteca de cerdo, y un pedazo de queso fresco, o un trozo de carne seca puesta a salar con antelación. Habría comido mangos criollos, de los que mi bisabuelo solía recoger, de esos que ya nadie compraría porque estaban demasiado maduros, y habría aprendido a decir "comí mangos con arroz". Esto de comer mangos con arroz, se debe a que, los mangos maduran de manera tal, que de éstos nacen minúsculos gusanos blancos, muy parecidos a los granos de arroz.
        Ahora bien, en cuanto a mi tatarabuela, Liboria fue su nombre, la habría disfrutado un muy buen tiempo.
      Era una mujer morena, con el cabello totalmente blanco, a todos ellos los habría conocido como "viejitos", pero con las espaldas firmes y rectas. Jamás se encorvaron. Mamita Libo, me habría dado de comer unos dulces que ellas solía preparar, e ignoro los ingredientes, solo sé que se llaman: tintines. Mi bisabuela Madalena, me habría preparado tamales de masa de maíz, envueltos en hoja de plátano, con hierba santa y carne de cerdo con salsa enchilada. Los habría comido hasta que me diera chorrillo, sobre todo en las fechas de los Files Difuntos, en Noviembre. 
         No sé, si habría sido muy alto, o delgado. Mi madre por mucho tiempo fue criticada por ser muy delgada, demasiado, sin cintura, y a veces, la mayoría de veces, la llamaron fea. Creo que no es fea. Pero no es alta.
             También, por todo cuanto ha sucedido, mi madre habría seguido en el ámbito artístico. Siempre anduvo por el camino estrecho, por donde siempre le costó más trabajo, pero conmigo, entonces quizá, se me ocurre, que como muchas madres soleras que ella conoció, por lo hijos, usaron el escenario para exponer su arte, pero si el dinero era escaso, entonces era el escenario el escaparate justo, para llegar de puntillas al proscenio y allí escuchar los murmullos de los hombres lascivos que no estaban interesados en arte alguno, sino en su concupiscencia. Y quizá, ella, habría cedido a ese llamado, por unos pesos más.
             Y sigo apuntando al hubiera, porque, insisto en que mi madre tiene el carácter atravesado también con la intolerancia. Y muy probablemente, no habría tolerado que me pusieran apodos y que mi abuela me gritara o golpeara, como la golpearon y azotaron a ella. También fue víctima de sobrenombres o apodos, que no sé si me habrían molestado. Sé que a mi madre sí le dolió ese tipo de conducta, pero no le quedó más remedio que aguantar hasta que tuvo dieciséis años y salió corriendo de allí. Y aun así, cada que iba de visita, una de mis tías, solía burlarse de ella porque nunca le creyó que sería una artista, y mucho menos famosa. Mi tía tuvo razón en una cosa. Mi madre no es famosa aun, pero es artista, y creo que muy buena artista. Se aplica con mucho entusiasmo a todo. Ha estudiado. Se ha privado de muchos gozos por estudiar, y pasó hambres para pagar sus estudios de danza, de arte, y otras cosas más. Y cuando no ha podido pagar, entonces no gasta dinero, gasta su tiempo, y empíricamente aprende otras cuestiones, como eso del dibujo o redactar. No sé si lo haga bien. Sólo sé que muchas cosas hace mi madre linda. Perdón de nuevo. ¡Es mi madre!
         A la sazón de los días en que mi madre pasaba hambre por adquirir partituras musicales para poder hacer buenos espectáculos musicales, no faltó quien se ofreciera a invitarle "un desayuno", que más bien se trataba de una cena, pues, saliendo del cabaret a eso de las cuatro de la mañana, después del suculento "desayuno" lo que seguía era dormir, obviamente, esos caritativos señores, querían que después de ese alimento, ella, durmiera con ellos, después de ellos desayunársela a ella. ¡Pobre de mi madre! Hubo un tipo que presumió ante otros meseros del cabaret que ya tenía a mi madre a punto para poseerla, en los tiempos en que mi madre era virgen, y todo por uno que otro "desayuno". Mi madre escuchó eso, estando ella en el baño de mujeres, a través de una rejilla de celosía que estaba en la parte alta, muy cerca del techo de la pared, que dividía el baño de los hombres y las mujeres. Allí escuchó al caballero de pacotilla que decía: y no sólo me la voy a coger y le voy a reventar esa virginidad que me purga y me patea los huevos. La voy a hacer que se vuelva loca por mí. He de tenerla a mis pies, le voy a quitar su paga semanal y quitarle de un buen madrazo esas ideas estúpidas de querer superarse y le voy a desgarrar esos delirios de querer llegar a ser una estrella. Ni al circo la voy a dejar ir.
           Mi madre lloró amargamente aquella noche temprana. Solía llegar temprano porque ella no tenía automóvil. Se iba en el metro, y llegaba antes que todas las artistas, casi junto con el personal de limpieza y los meseros, éstos que tenían que acomodar la mantelería y enfriar las botellas de vino blanco que más tarde iban a disfrazarlas como de champán. Y el tipo siguió: Va andar babeando por mí la muerta de hambre esa. Ya verán todos ustedes como se le va ir apagando esa voz de jilguero que a veces los borrachos aplauden de pie. 
            Cuando dijo esto ultimo, hubo uno que le sacó de su error diciendo, que eso de apagar la voz de jilguero, sería matar a la gallina de los huevos de oro. Al contrario, era lo único que debiera cuidar, porque si no, cómo es que ella podría obtener paga alguna. Sólo como cantante, ya que, el tipo dijo que parecía una lagartija parada con esas piernas escuálidas que no excitaban a nadie. Entonces el tipejo carraspeó y no le quedó más que darle la razón a su consejero, pero volvió a aseverar: Pues sí, entonces sí que siga con su apodo de calandria equivocada en este pinche cabaretucho de mierda, en lo que yo me hago rico y la humillo poniéndola a gatas y cogiéndomela por el culo; y le voy a decir que así es como se lo voy a hacer porque de vieja guanga no la voy a bajar.
         Mi madre vomitó el poco alimento que hubo tenido aquel día, y al mismo tiempo arrojó la hiel, la ira y todo lo negativo que le produjo la hipocresía y los planes fallidos de ese joven con aspavientos de catrín y con pésimas estrategias para coronarse como padrote. Se equivocó y feo al elegir a "la víctima". Mi madre es de armas tomar y las tomó.
        No le hizo ningún escándalo. No. 
      Se acercó al gerente y le planteó todo lo que había ocurrido, desde que ella, candorosamente, le aceptó los desayunos a ese falaz ordinario que cacareaba su futura carrera como paladín de "los chulos" que como muchos, soñaban vivir así, de las mujeres. El gerente asintió a todo lo que ella le dijo, y por supuesto que le creyó
             
         
                       


lunes, 21 de noviembre de 2016

Pero la vida? Sigue...

... Pocas cosas son en la vida lo que soñe, idealicé e imaginé... 
Con qué derecho fui perturbada de mi sueño de paz en el éter, y venir aquí , donde ineluctablemente he envejecido, pero se han quedado sin marchitar mis ansias y mis anhelos.
Para colmo, me asomé a tu mirada, osadía la mía, me asomé sabiendo que caería a un abismo cruel... 
Por qué no regresan mis ansias y todo mi sentir a dormir al éter? Yo regreso después... 
Y es que, mis ansias muerden y hieren mi andar, con una parte muerta, pero la viva quema... 
Ojalá y tuviera yo el aroma fresco de los duraznos maduros y no el aroma rancio de unos ojos viejos que ya no brillan para ti, porque se secaron de llorar... pero no, pero la vida sigue...
Y es mi andar solitario con mi pensamiento sobre ti, a sobresaltos y con la angustia que no eres feliz... pero la vida sigue... 
Y he de seguir a despecho de que sigo sola, pero  ¡tú también !  
... Andas perdido en un camino entenebrecido en donde buscas tan compungido quién te de la felicidad... pero no se te ocurre que yo te la daría, o al menos lo intentaría, porque repito, pocas o casi nada de las cosas de la vida son como uno quiere... pero no, no te cruza ni por equívoco que en éstos brazos yo construiría un lecho tibio para tu bienestar... y sigues solo, en el camino errado, y yo también, pero ¿que crees? la vida sigue... y ha de seguir tan indiferente a mi pesar y al tuyo...
Y yo lloro y tú sufres... pero la vida sigue ... 

viernes, 11 de noviembre de 2016

AQUÍ ESTÁ LA RAMA, QUE LE PROMETÍ (Ayes, cantos y alegrías de mi barriada)

AQUÍ ESTÁ LA RAMA
QUE LE PROMETÍ





     ¡Llegaron las posadas! También con éstas, el permiso para cantar en cada puerta de las casas con una rama ornamentada con globos, farolitos de papel y cadenas hechas de papel de China. Acompañamos nuestros cantos con sonajas que hacemos nosotros mismos con corcholatas.
     Primero: agujeramos el centro de la corcholata con un clavo, luego las aplanamos hasta que quede como una tortilla. Después: las travesamos todas juntas en un alambre y con éstas acompañamos nuestros cantos:

NARANJAS Y LIMAS, LIMAS Y LIMONES,
 MÁS LINDA ES LA VIRGEN
 QUE TODAS LAS FLORES.

     Nos juntamos tres o más chamacos. No pueden ser muchos, ya que de ser así, el dinero que recaudemos nos tocará de a menos. Mas si por ambiciosos llegamos a ser muy pocos, la rama sonará triste y "desangelada", y ésto no invitaría a nadie a abrir su puerta y regalarnos unas monedas.
     Hay gente muy sangrona. 
     De veras.
     Dan ganas de partirles el alma, porque apenas escuchan nuestros cuchicheos y el cascabeleo de nuestras rústicas sonajas y las voces desafinadas que dicen:

A LAS BUENAS NOCHES
 YA ESTAMOS AQUÍ, 
AQUÍ ESTÁ LA RAMA
 QUE LE PROMETÍ

    Se hacen los sordos y fingen que ya se van a dormir, y apagan las luces. De esta forma nos responden sin misericordia que no nos darán ni un quinto partido por la mitad, aunque nuestras voces se desgarren cantando:

BLANCAS AZUCENAS,
 BELLOS GIRASOLES, 
NARANJAS Y LIMAS, 
LIMAS Y LIMONES.

     Durante las posadas, hay noches que hace frío, no siempre, pero durante las nueve noches que se puede cantar la rama, del dieciséis al veinticuatro de Diciembre, alguna que otra vez entra el norte. El norte es un ventarrón implacable que irrumpe en nuestra ciudad cuando llega el otoño y el invierno. Llega a azotarnos un frío que nos cala hasta los huesos.
     Nosotros los pobres, que no vivimos propiamente en el centro de la ciudad, sino en un viejo barrio; una colonia un tanto retirada y cerca del panteón de lo pobres, tenemos que protegernos con los suéteres viejos y ordinarios que hay que desapolillar de los roperos. No tenemos los grandes abrigos finos porque durante todo el año, se encuentran guardados en el último lugar del guardaropa; a donde no sea posible ni verlos, pues aquí la mayor parte del tiempo hace calor. Tenemos abrigos corrientes porque no vale la pena el sacrificio de gastar mucho dinero en una prenda que casi no vamos a usar. Por ésta razón, las noches frescas con nuestros suéteres corrientes, nos hacen parecer aún más pobres de lo que somos, pero eso sí, muy alegres y cantadores.
     Para salir a cantar la rama, las noches frías, son precisamente las malas. Las puertas de las casas, al contrario de lo habitual, permanecen cerradas. Las calles se ven oscuras y tristes.
     En este suburbio donde no contamos con calles pavimentadas ni alumbrado público, el espectáculo es deprimente una noche de frío; porque hay más que quietud, una insondable soledad y hasta miedo tal vez. Uno que otro estará tratando de paladear un chocolante rancio del año pasado, pero habrá quien, esté rumiando su insmonio por su noche sin una tibia caricia en su cama gélida.
     Perdón. Yo digo todo esto con ciertos toques de poesía, porque estoy más acostumbrado a la bullanga endémica de mi bello puerto: Veracruz.
     Papá nos cuenta que antes, sólo los versos alusivos a la religión eran los que se cantaban en la rama, y que además, en alguno que otro pueblo, lo que se recaudara tenía que ser donado a la Iglesia. Yo no estuve de acuerdo. La rama es para pedir aguinaldo nosotros, justo como el aguinaldo que le da a mi papá su patrón, para que la Nochebuena nos la pasemos a gusto cenando buñuelos con miel, y esa noche comer sardinas de lata y frijoles refritos con manteca de cerdo. ¡Que deleite!
      A mi papá no hay que hacerle mucho, o acabaría uno como él. Sucede que ya es muy viejo. Y tan sólo porque es nacido en Tlacotalpan se pone bilioso cuando ve que las tradiciones se desbaratan o sufren algún cambio.
     Él dice que de muy chamaco recuerda que la rama se hacía sobre una flor de maguey, esa que se da en sabanas arenosas de los médanos costeros. No es pesada y se presta muy bien para decorarla con "el portalito" donde vienen los peregrinos: San José y la Virgen María sobre el burro, y que además, la rama se podía seguir cantando hasta el día 6 de Enero; el día de los Santos Reyes. Carraspeo y admito que ésta tradición sí es lamentable que aquí en el puerto haya cambiado, porque de ser así, podríamos andar en la calle con nuestro pretexto escandaloso y recolectar más centavos.
     Yo le digo a mi papá, aunque se ponga tieso por atrabilario, que los tiempos cambian nos guste o no, y que nada se puede hacer para planchar las arrugas del viento, de sus nostalgias sotaventinas. A veces, somos nosotros quienes  estamos de buen humor para escuchar sus historias y leyendas que recita de memoria, cuentos de "la llorona" y esas cosas, pero por ahora, no tenemos ni humor ni tiempo, estamos en la rama, la rama que le prometí.
     Tan cambiado está todo, que nadie repela si entre los versos de la rama, cantamos otros que no son propiamente religiosos o alusivos a la belleza de la Virgen. Sabrá Dios quién los inventó, pero ya se hicieron tradicionales también. y muy divertidos como el de:
ARRIBA DEL CIELO 
TOMARON CERVEZA, 
LO SUPO SAN PEDRO 
Y SE FUE DE CABEZA

     Hay casas, donde sabemos que sus moradores nos darán de menos veinte centavos, o un poco más. Allí son los primeros lugares donde vamos y cantamos con un entusiasmo tan desbocado, que nos hace desafinar más de lo que ya somos.
     También sabemos de las casas, donde sus moradores, lo sabemos, son unos tacaños empedernidos; y que no nos harán sentir la gloria al escuchar el tintineo de las monedas que chocan, en el fondo de la lata que ofrecemos para que aporten allí su donativo. Eso también es divertido. No todo es dinero en la vida. Por eso vamos también a esas casas, porque el sabor de nuestra venganza, es parecido al sabor de los cacahuates y los dulces de colación que reparten en las posadas, o los que salen de la piñata cuando la reventamos. Justo en esas casas, donde nos apagan la luz o de plano, nos gritan que nos callemos, y hasta nos echan agua, e incluso, nos mientan la madre; nos colocamos a una distancia prudente; donde puedan escuchar claramente nuestro canto, y después de esto, podamos correr presurosos, para que no nos alcance el zapatazo que nos lanzan, y terminemos aullando como gatos con mal de amores. El canto es así:

YA SE VA LA RAMA
 CON PICO Y BANDERA, 
PORQUE EN ESTA CASA,
 TIENEN CAGALERA.

    Y aun, más enardecidos y orondos por la celebración de nuestra victoria, les cantamos:
YA SE VA LA RAMA
 POR TODO EL ALAMBRE, 
PORQUE EN ESTA CASA,
 ESTÁN MUERTOS DE HAMBRE

     Menos mal que al correr, los vecinos no se enteran de quienes somos. Nuestros padres nos darían una tunda sin olvido, si las viejas chismosas van y nos delatan. Mi mamá me deja ir a cantar la rama, con mis amigos, siempre y cuando; esté limpio. Haya lavado mis orejas por dentro y por detrás de éstas que es, donde más se me acumulan costras de mugre. Debo tomar mi vaso de leche, y sobre todo, que no haga frío. Pero por encima de todo ésto, tengo estrictamente prohibido cantar groserías. Reciba dádiva o no, nuestro canto debe ser:

YA SE VA LA RAMA 
MUY AGRADECIDA, 
PORQUE EN ESTA
 CASA FUE BIEN RECIBIDA.

     En el último de los casos, y eso, los que se dicen modernos, porque los timoratos no aceptan este canto:

YA SE VA LA RAMA
 MUY DESCONSOLADA,
 PORQUE EN ESTA CASA 
NO LE DIERON NADA.

     Obviamente, a mi mamá yo le juro y le perjuro que me porto bien, y me callo que sus órdenes de no ser lépero, me las paso por el arco del triunfo.
     Desde hacía algunos años, se me ocurría que quizás, nos recibirían de buen modo en la mansión del vasco. Era una casa enorme, que nada tenía que hacer en nuestra barriada pobre. Lo único que hacía, era ensombrecer la colonia con su soberbia belleza, su suntuosa opulencia. Está erguida sobre nosotros, como un gigante flemático que nos ha observado sin un resquicio de vida dentro.
     Al tiempo que concebía la idea de ir allí, la desechaba. Me sentía un tanto absurdo y muy ambicioso y me daba vergüenza. Ese, era un lugar impenetrable. Era un lugar negado para una bola de desarrapados, pedigüeños, con una tradición muy mexicana y veracruzana; quizá en Vasconia nada sepan de ésto, y si saben, no les importará.
     Hubo una vez que me deshice de mis propios prejuicios, me fajé los pantalones percudidos y raídos de viejos, y les dije a los otros que subiríamos a esa mansión. Nadie estuvo de acuerdo. Alegaron que había una reja de acero que no permitía franquear la enorme barda, y que no querían subir la tremenda cantidad de escalones que llegaban hasta la puerta de la casa.
     Yo seguía entusiasmado con la idea de sí ir a esa casa. Quería saber qué había dentro y cómo era la gente que poseía semejante patrimonio. Si ya de por sí, se me hacía inconcebible su grandeza por las terrazas de mármol con los balcones alabastrinos, que se veían claramente desde cualquier punto de la colonia lóbrega, no podía imaginar como era por dentro. Anhelaba saber cómo lucía todo detrás de aquella puerta de cedro, con un oval de flores en el centro, y a mis amigos no les interesaba. No entendía por qué, pero no querían pararse frente a esa puerta tan singular y hermosa. Varias veces les insistí, que por lo menos intentáramos, algo bueno saldría.
     - Total, si nos echan, ya sabemos lo que hay que hacer.
      Traté de convencerlos que si no nos recibían, les cantaríamos su precio, quienes son y lo poco que valen. Fue tanta mi ansiedad, que hasta les dije que había escrito unos versos bastante ofensivos para ellos:
   AUNQUE ES RICO, ES TRISTE
 Y A "NADIEN" ENGAÑA, 
SALUDO A SU MAMI 
QUE VIVE EN ESPAÑA.

     Sólo burlas y risas recibí, pero no flaqueé y les dije este otro:

SE CREE MUCHA MIERDA, 
POR PUTO DINERO, 
PINCHE VASCO "OGETE" 
ES "USTE" UN GRAN CULERO.

      Y ni así. Nadie me secundó. Si los había llegado a, medianamente entusiasmar, con mis versos majaderos se amilanaron más. Eran traviesos, pero se escandalizaron los muy cobardes. Por eso, concebí un plan picaresco.
     Una tarde, tras mascullar mi plan tomé la decisión y no me remordió un céntimo la conciencia, puesto que a ellos no les interesaba ir ahí, y a mí sí. Les dije que no iría a cantar la rama. Culpé la noche anterior, que de repente se puso álgida y fingí un resfriado:
     - ¡Cof! ¡Cof! Mira que feo toso.
      Y lo que supuse sucedió. Sin mí, no quisieron andar en el revoloteo. Yo sabía que mi plan era perfecto. Así que, ni me extrañó que se fueran a sus casas tristes y desconsolados por los centavos que se iban a dejar de ganar. Ni modo. Yo soy el líder. Sé que sin mí, no son capaces de nada. Tienen que tener el incentivo de mi carácter bullanguero y guapachoso de veracruzano que soy. Tengo el alma de pirata, porque puedo robarle una sonrisa al más tozudo con su ceño fruncido, con cualquiera de mi payasadas más estúpidas, hago cosas rumbosas, y se me ocurren buenas gracejadas. Nací, como dijo Agustín Lara, con la luna de plata, que me da la riqueza para regalar la alegría, sin cicaterías del corazón. 
     Mis amigos quedaron formalmente de volver hasta la noche siguiente, es decir, hasta que yo "mejorara".
     La rama siempre se guardaba en mi casa. Sus hojas ya estaban secas y marchitas. Los globos con que la adornamos, y que brillaron por lo requintados que estaban, al quinto día ya estaban débiles y arrugados. Los faroles de papel estaban hechos jirones, porque la segunda noche que salimos nos increpó el norte. Se vino en desbandada el ventarrón, que nos zarandeó de una manera tal, que casi nos hizo barrer las calles con nuestra rama.
     Ya estaba. Había un poco de frío. La onda gélida ya se estaba disipando. Tomé la rama y no la emperifollé. A decir verdad, no quise gastarme los pocos centavos que me había ganado como para comprar globos y faroles. No tenía nada. La cadena, que mi papá exige que deba ser obligatoria se rompió. Mi padre insiste en que la cadena de papel es de lo más significativa por el verso que dice:

LA VIRGEN MARÍA
 SU PELO EXTENDIÓ, 
HIZO UNA CADENA
 QUE AL CIELO LLEGÓ.

     Bonito verso, y muy tradicional, pero yo no estaba para escuchar sermones, ni para respetar tradiciones que me crispaban. Con tanto protocolo lo quitan lo festivo al baile. Esos son, puros estiramientos inflexibles. Yo me fui a la mansión del vasco.

     La calle estaba más oscura y sola que de costumbre. Me desconcerté. Eso sucedía sólo cuando el frío se agudizaba, pero esa noche, aparte de ser temprano, pude salir un suéter sencillo de franela sobre la camisa. Suéter que cuando fue nuevo, era de manga larga. Ahora las mangas rozaban mis codos y me ceñía mucho los hombros. Ni siquiera me lo pude abotonar; pero aun así me sentí cómodo. Preferí este suéter estrecho a los otros que me quedaban bien, pero me picaban la piel por ser un material muy corriente.

     Seguía pensando en mi aventura de llegar a esa enorme casa. Creí que lo difícil sería franquear el portón principal. Era una reja blanca con figuras caprichosas. Casi me fui de bruces porque la empujé con una gran fuerza, y como no estaba atrancada, extrañamente se abrió de par en par. Después, temí que tuvieran un vigilante que me echara a patadas del lugar. Subí trémulo los primeros escalones, silencioso y lento. El lugar parecía estar solo, más no parecía estar abandonado. Me extasié con el aroma de tantas flores juntas. Olía por sobre todo los aromas, muy fuerte un hálito de rosas, pero la combinación de tantos aromas abigarrados en mi nariz me hizo sentir el aroma de una loción que usan los brujos y curanderos para sanar; dicen que está hecha de flores.
     Todo lucía muy oscuro debido a la espesa flora que ensombrecía  los prados verdes, azules y violetas. Sentí un extraño escalofrío cuando pensé que no quizá no tenían un vigilante humano, sino que tenían era un perro guardián.
     ¡Pácatelas! Recordé el chisme que pululaba en el barrio: "En la mansión del vasco tienen por vigías perros feroces de raza doberman que atacan a los extraños que osan meterse a esa casa. Se abalanzan sobre la yugular y no se desprenden de ésta, hasta saber que sus víctimas ya están muertas".
      Me regresé de inmediato con la sensación de que un mostruo de esos ya me estaba pisando los talones. Ante mi terror traté de defenderme aventando ramazos por todos lados y a lo loco, sintiendo que de un momento a otro iba a escupir mi corazón. Cuando llegué a la reja mi pánico estaba desbordado, al descubrir que la reja ahora parecía atrancada, fusionada, imposible de abrirse para que yo pudiera escapar.
      Y me burlé de mi propia estupidez. Ahí estaba el rumbero con alma de pirata y riqueza de plata para repartir con hidalguía su alegría de pacotilla. Me serené. Yo, como un desquiciado aventando ramazos cuando ni siquiera escuché el ladrido de perro alguno. ¡Que pendejo! Lo único que sí quería hacer, era irme. Renunciaba a culminar mi aventura, pero no sabía cómo salir de ahí. Y fue entonces que me di valor diciendo que no tan fácil me asustaban los cuentos de "la llorona", ni el tan afamado cuento del barrio de "la huaca" que decían que a las seis de la tarde la gente cerraba sus puertas porque "la Condesa de Malibrán" desfilaba por las calles echando lumbre por la boca. Tampoco me tragué la historia de la "La mulata de Córoba"; una bruja que dicen que fue tan bruja, y fue prisionera en San Juan de Ulúa por la Insquisición, que con una tiza dibujo un barco en la pared del fuerte, hizo un conjuro, el barco cobró vida y con éste huyó del islote; yo no me habría vuelto loco como el pendejo guardián que dijeron que la vio escaparse con una cauda de luz y ya no pudo más. Acordándome de estas historia sentí como rabia, misma que me empujó a subir de nuevo. Me di valor diciendo para mis adentros, que les diría la verdad. Les explicaría que sólo fui a cantar la rama y como seguramente me echarían, por lo menos, que me dijeran como abrir la jodida reja.
     
      Ya me sentía que me faltaba el aire y había contado treinta y nueve escalones; sólo por seguir investigando cuantos escalones había que subir para llegar a la puerta de esa casota. Y me dije, treinta y nueve y ahí en el treinta y nueve me senté. Me repetía que estaba en treinta y nueve, entre el sofoco y con un extraño temor que me fuera a olvidar que estaba en el treinta y nueve. Sentí demasiado calor pero no pude quitarme el suéter de franela, parecía que algo me lo impedía. Miré hacia arriba y veía que me faltaban aun muchos escalones por subir, y me sentí desguanzado. Mientras tomaba nuevos bríos pensé: ¡Que casa tan fea a final de cuentas! ¡Que soledad tan fría se respira aquí! ¡Qué difícil y cansado resulta llegar a la puerta!

       Una vez que me sentí repuesto decidí seguir subiendo. Cuando llegué a la puerta vacilé un poco antes de iniciar mi canto. Creo que estuve dubi