domingo, 20 de diciembre de 2020

Santa Clauss sí existe



SANTA CLAUSS SÍ EXISTE Y ME ABRAZÓ




          Obedeciendo al consejo que me dio una amiga llamada Scarlett, me fui a deambular por la ciudad de Kansas, para agradecerle, pedirle perdón, o decirle que lamentaba que no se haya dado algo muy interesante en ésta. Sólo caminé entre veinte minutos o media hora quizá. La nieve aún no caía, y era lo que más lamentaba. "Estúpida de mí, fracasada" Pensaba, para auto lacerarme y no perdonarme quién sabe qué.

     Mi argumento, para no parecer mojada, ilegal, y muerta de hambre, era ese: Sólo he venido porque nunca he visto caer la nieve. Y he escrito estas palabras peyorativas con un carácter especial porque, los hispanos que viven de manera ilegal en Estados Unidos, usan éstas y otras peores palabras para sus similares. Es decir, aunque se trate de gente con su mismo estatus migratorio, los que ya están establecidos, ilegalmente establecidos, maltratan siempre, pero siempre, a los recién llegados, incluso si son de la familia.

     Aparentemente, ese no fue mi caso. Yo nunca fui ilegal. Pero, no entiendo por qué, ni cómo, me fui homogenizando con ese grupo de paisanos míos... ¡Por Dios! ¡Nunca estuve de manera ilegal!... ¡Tenía tanto dolor! ¡Tenía tanto miedo!

     Yo estaba ahí porque, no me di cuenta cómo me fui aburriendo de estar haciendo siempre lo mismo. Ganaba dinero, mucho dinero, sí, ¿y luego? Mi mundo se volvió rutinario y perdió sentido para mí, y no me di cuenta. Dentro de mi cabeza nació una especie de excusa, y esa me levantó de mi cómodo sofá y me fui a buscar algo de incomodidad para sentirme viva. Mi esposo me fue a dejar a la terminal aérea y no se despidió de mí, como solía hacerlo cuando tenía una gira común de trabajo. Pareciera que nunca le quedó claro que me iba. No reñimos, ni nada. No le pedí el divorcio. Él tampoco cuestionó nada. Me iba. Ya no tenía más expectativas en mi país. Me iba, y desconocía todo acerca de mi retorno. Dolió mucho también, ver aquella reacción de indiferencia. Pero me mantuve firme, me erguí y entonces, con la certeza de que estaba sola, y solo contaba conmigo, seguí adelante.

     Ya había tenido un tremendo desencuentro con una prima en Chicago. A las cuatro horas de mi arribo me pidió quinientos dólares, y no en calidad de préstamo, sino como una especie de pago de adelanto por los gastos que tendría ella a causa de mi llegada. Su esposo me dijo que la estaban pasando mal porque estaban muy angustiados por el futuro, por si ganaba Donald Trump la elección como presidente, pero no económicamente. Bueno, eso me dijo meses después, a través de un mensaje, cuando se enteró todo lo que mi prima me hizo. Este desencuentro provocó el corte a toda comunicación con la parentela de México, debido a que, la conducta de mi prima removió sedimentos de antiguas deudas adquiridas, y de alta envergadura como, el terreno donde mi tío, padre de mi prima construyera una casa, siendo éste, un terreno de mi padre que, por consideración a mi madre, nunca hizo reclamo alguno. Pero esta vez, con la hija de 55 años, en una tierra que no le pertenecía, con el único vínculo de sangre por aquellos lares y tratada de esa manera, tanto mi madre como mi padre le exigieron a mi tío, un anciano enfermo, que empezara a encontrar acomodo en otro lado. ¡Yo me sentía una mierda! Si siempre hube sido tan independiente ¿Qué demonios andaba haciendo ahí, pidiendo "frías"?

     Desde que estuve en aquel país, recibí llamados de unas primas que se enteraron a través de mi red social de mi llegada. Apenas me resultaban conocidas, acaso una, la de los ojitos verdes, María, y las otras, ni los nombres me resultaron familiares. Ellas, todas, me rogaban que fuera a Kansas, que fuera de inmediato, porque una vez que consiguiera empleo, me resultaría imposible. Sabían que en aquel país, la gente vive para trabajar y no para lo contrario. Le mentí a mi prima la de Chicago que haría esa visita y, bueno, en cuanto se enteró cómo fui recibida y muchos etcéteras, me envió un mensaje donde exigía le hiciera un depósito de mil dólares, porque aquellos quinientos dólares no habían sido suficientes: Solo estuve cinco días, quizá ni en un hotel me habría gastado eso. Debo aclarar que, no sólo le di aquellos quinientos dólares, entre otra prima de ella, (hoy la amo como si fuera mi prima) y yo, organizamos una despensa y atiborramos los gabinetes con cosas para comer, así como productos para la limpieza de la casa y de uso personal. Y es que, mi pobre prima la de Chicago, me dejó clara su ojeriza cuando me dijo que se alegraba de que al fin, me decidiera a dejar de ganar el dinero tan "fácilmente", decía que eso de cantar y salir en novelitas, eran cosas de gente perezosa. Por esta razón, no me permitió aceptar el empleo que obtuve justo también el primer día de mi arribo. Era una marisquería donde el dueño sabía de mi trabajo y me ofreció trabajar como cantante: No pude aceptar porque mi prima me lo prohibió.

     

     Fue una abrazo cálido y fraterno que recibí de tres dulces mujeres a las que tuve que preguntar sus nombres. Sus apellidos los conocía por ser sobrinas de mi padre. Y el abrazo me sostuvo por más de la media noche, no obstante que todas ellas, al día siguiente irían a trabajar. Y se extendió porque hicieron una fogata en el jardín. Para ello, horas antes, en lo que, por tierra me dirigía a Kansas, arrancaron la maleza que se estaba trepando en las patas de las sillas de hierro forjado, con las manos resecas y las uñas astilladas, se dieron a la labor de, con pintura de aceite, cubrir con blanco las manchas del tiempo de ese mobiliario abandonado. Compraron un vidrio para poner a la mesa que, nunca tenía, según ellas, invitados tan distinguidos como yo. Se dividieron las tareas y gente que, yo no conocía y ningún lazo sanguíneo y de amistad me unía con éstos, pero unos iban a comprar carbón, otros la carne que asarían, otras personas preparaban otros guisos:

     No sabemos cuales sean los gustos de la prima. ¿Y qué hay si es vegana como los hijos de Johanna? ¿Y que sucederá que si prefiere comer ensaladas porque tiene que cuidar si figura? ¿Y qué pasaría si sí le encanta la carne de res y pollo? No. Debemos estar listos para que ella se sienta cómoda.

     Los invito a que se rían. Yo nunca he seguido una dieta para mantener ninguna línea porque, cuando fui flaca, fue porque mi metabolismo me mantenía así, y cuando me volví gorda, nunca fue por comer garnachas, fue, por el cambio hormonal provocado por una histerectomía total.

      Mis benditas primas por siempre, ignoraban que quizá, dejé surcado el camino por tantas lágrimas vertidas, y quizá éstas se detuvieron las muy pocas veces que me quedé dormida, porque los autobuses de aquel país no se comparan con la categoría y el confort de los autobuses que hay en México. Y no me interesa si no me lo creen. Lo pueden corroborar cuando gusten. Mis benditas primas, ignoraron por siempre que, ellas eran mi última esperanza. Habría yo quizá de permanecer en aquel país si ellas me recibían, no con tanto alboroto, si me recibían como huésped por un tiempo breve, sin tanta exigencias y prohibiciones.  

     Para esas fechas, según yo, quedaba mucho tiempo para las celebraciones de las fiestas de noviembre, bueno, las de México, y en aquellas tierras, el Halloween, pero los ornamentos los podía ver en todas partes, y sí, más de un mes faltaba, pero la gente parecía muy feliz con el aparejo de esa, y todas las otras celebraciones que se avecinaban por el solsticio de invierno. Yo, con el alma compungida, aterrada, recibía mensajes de la prima de Chicago: ¿Ya llegaste?... ¿Ya llegaste?... ¿Ya llegaste?...

     No era ninguna preocupación; era el apremio por saber cómo eran mis primas por la parte paterna, sobre todo, le urgía saber si eran pobres. El asunto de la pobreza y la riqueza, le tienen sorbida la vida a mi pobre prima. En cuanto a mis primas en Kansas, no podré jamás decir si eran ricas, o pobres, en cuanto a bienes materiales. Ni siquiera puedo decir que tienen un corazón de oro. No puedo imaginar un corazón de metal, con mucho brillo, pero que no tiene la capacidad de latir y ofrendar cariño como el que yo recibí. 

     Me sostuvieron con la fuerza del amor, para que no me derribara la catarata de lágrimas cuando llegué. Estaba yo, extremadamente sensible y tuve que sacudirme el papel de víctima que no me estaba sentando nada bien. Quería estar fresca y presentable para que me conocieran mis sobrinos que, uno de ellos, se negó a ir al colegio, porque el aleteo de mariposas monarcas en su estómago, no le habrían permitido concentrarse en nada. Estaba demasiado ansioso de conocerme. El resto de los sobrinos y sobrinas, buscaron sus mejores atuendos, buscando mi aprobación.  Por si algún día leen estas chambonas líneas, quiero pedirles perdón. No tenía en mente que conocería sobrinos ni demás gente. Pensaba en mí, en mi destino que sentía desmadejado y todo desequilibrado. Fui muy egoísta.

     No cabía tanta sorpresa en mi pecho, tras haber dormido cinco horas en una cama mullida, limpia, en una habitación tibia. A mis pies se acurrucó un perro que, tenía la costumbre de echarse ahí, y yo, que no tengo mucha empatía con estos animalitos, me resigné. Y desde entonces Pedrito, fue mi mascota por un buen tiempo. Así le puse, y aunque mis primas le tenía otro nombre, Pedrito acataba a mis llamados y entendía cada vez que le hablaba con ese nombre.

"Pedrito"

 

     Tras la furia de mi prima la de Chicago a la que ya, dejaré en el olvido, tras la rimbombante fiesta de bienvenida, los abrazos y presentaciones de desconocidos, unos familiares, otros no, la vida siguió, con algunos bemoles porque, mis primas no me dejaban tener cualquier trabajo, y no porque me lo prohibieran pero...

     Este trabajo puede maltratarte mucho las uñas... este otro, no creo que sea para ti, podría ser muy pesado... Aquel, no, no me gusta porque la mujer que te quiere para cuidadora de niños es esposa de un hombre que trabaja en migración... y detalles así. Ni siquiera, una de ellas quiso emplearme en su propia compañía de limpieza. Se llama "Richard's maids".

     Tuve que ser muy clara y pedirles que me permitieran aceptar los trabajos que aparecían por todas partes. Yo, había trabajado como cantante y actriz en México, pero eso, no significaba que no pudiera yo aceptar un trabajo para preparar hamburguesas, y otro para limpiar baños y pasillos de un estadio de basquetbol. La única prohibición que hicieron, y nunca cedieron fue el de aceptar un empleo como recamarera de hotel (sí trabajé como hotel-waitress, pero una vez que viví de manera independiente, y lo mantuve en secreto).

     Las cosas caminaban muy bien. Celebré por vez primera el Thanksgiving day, y entendí mucho de esta celebración. Me gustó.


     P.D. ¿Viva la familia?

     Quizá no todos los miembros de la familia son tus aliados, quizá se tornen hasta en enemigos acérrimos. En mi caso, yo tuve esa en Estados Unidos, y en silencio, alguna tarde en que estaba aburrida y cansada de tantas compras navideñas, le telefoneé a Johanna para preguntarle si debía comprar algo que necesitara, y me hizo algunos encargos,  y... me dije: ¡I have a family! Me sequé las lágrimas para que la otra prima no las advirtiera, porque le iba a sembrar una preocupación en vano. Y no me acongojé, ni siquiera porque mi esposo, tras casi dos meses, no me hizo llamada telefónica alguna. Yo tampoco.

     Me sentí un poco desgraciada porque, aunque había más distancia geográficamente, mi situación me acercó más con la familia de mis padres, hermanos, etc. Y yo, ya dije, he sido muy independiente desde que tengo 16 años de edad. Ahora, mi mamá me llamaba a menudo, o le llamaban a mi prima y querían casi una bitácora de mis actividades. Me molestaba, pero no decía nada. Y a razón de ello, una de mis hermanas, celosa quizá, o su cerebro lleno de nubarrones por su alcoholismo, se acercó a una hija de mi prima, una que vive en Veracruz, México, y le dijo que mi presencia en Estados Unidos podría ser perniciosa, que no olvidara, que yo era una artista en México, con muy poca costumbre a los trabajos rudos, y siendo estos los únicos trabajos que le dan a los hispanos ilegales, quizá mi presencia en Kansas, era para explotar económicamente a mis bondadosas primas.

    ¡Alerta! Mi sobrina, a quien no conozco en persona, y que vive en Veracruz, le llamó a su madre, a mi prima, y le pidió que le enviara más dinero del acostumbrado. Mi prima se negó y ahí estalló la bomba. Y fue que mi prima dejó de mal modo su teléfono celular para encerrarse a llorar en el baño. Yo, ante la angustia de no obtener respuesta, quise averiguar qué pasaba. Y, penosamente me enteré que, mi prima se negó a dar más dinero del que daba para las fiestas navideñas, y que no era por culpa de la prima mexicana que, leí en otra conversación que tuvo con mi hermana:

    La prima es más trabajadora de lo que tú me dijiste y yo llegué a pensar. La prima, nos ha rebasado, incluso a mis hermanas y a mí. La prima, trabaja cantando los fines de semana y de lunes a viernes, trabaja, de mañana limpiando casas y ha obtenido un trabajo como locutora de radio. La prima, es nuestra traductora, porque nosotras, apenas nos defendemos con el inglés. Así que, con la pena, pero no voy a correr a tu hermana prima, es tan mi prima, como tú.

     Le dejé a mi prima María, que era en la casa donde vivía, un recado en papel, le dije que me iba, que lo menos que quería, era provocar una separación familiar. Si mi sobrina, la que vive en Veracruz, sentía que yo estaba ahí por otros motivos, le dejaría muy claro que no era así. Lo menos que deseaba yo, era saberla llorando sin consuelo en el baño, sin saber qué hacer conmigo. Yo, estaba más o menos fortalecida, sí, pero, no quería estar más en ese país. Y por ello, tomé un autobús que decía downtown y me dejé llevar. Intenté comer un sandwich y no pude. Aunque la nieve no caía, el frío era abrasador, a pesar de mi abrigo y la bufanda que yo misma tejí. Tejí mucho, me sentía una araña tejiendo sin parar los regalos para mis sobrinos recién conocidos, que me profesaban un cariño inefable. Uno de ellos, con su español apenas inteligible me rogaba que nunca me fuera del país, porque dijo, había conocido a otros familiares que, por pisar las trampas de la melancolía, o por pisar las trampas de migración, se regresaban a su país de origen y nunca más volvió a saber de estos. Pues bien, aunque le expliqué que yo, no tenía planes concretos como para permanecer en aquel país, y que no era ninguna ilegal y que, si las cosas se daban bien, yo le visitaría a menudo, parecía que no iba a ser así.

     Errante por unas calles que no me decían nada, no despertaban ninguna curiosidad, además, la Navidad sólo se trataba de hacer compras sin sentido. Yo, acaso compré hilos para elaborar prendas, los regalos ya estaban hechos y envueltos, puestos a los pies del árbol... Pero yo tenía el alma rota. Una llamada me sacó de mis cavilaciones, y me costó mucho trabajo responderla, porque los guantes no me permitían accionar el modo táctil de la pantalla. Las puntas de estos guantes, estaban mojadas, mis lágrimas no cayeron en el suelo de las calles de Kansas, los guantes las absorbían y ninguna se resbaló y me pudo rasguñar el rostro curtido por congelación. ¡Era mi esposo! No me preguntó cómo me encontraba y no llamó porque mis primas le hubiesen dicho nada. Es más, ni siquiera sabía que de Chicago, yo me había movido a Kansas. Llamó y le pedí que gritara porque no lo podía escuchar con claridad y me dijo que era demasiado el tiempo que tenía de mí, sin noticias, que era el colmo de mi inconsciencia. 

     ¡Vete al diablo! Dije.

     Sentí que eran demasiadas acusaciones. Así que, no sólo era una especie de trepadora que pretendía robar lo que, con su sudor y esfuerzo ganaban mis primas, sino que, era yo, una esposa inconsciente. No pretendo dejar la idea de que yo soy buena. No lo soy. Pero, así como mi esposo me hizo una llamada para hacer esos reclamos, la pudo haber hecho antes para preguntar: ¿Y cómo estás? Bueno, eso pienso yo.

     El centro de Kansas no me pareció interesante ni aquel día, ni los otros días. Perdóname Kansas. Kansas tiene otra historia conmigo, y no me muero de ganas por volver, pero sí, gracias Kansas.

     Mi teléfono sonó y sonó y no respondí a ninguna llamada. Eran mis primas que desesperadas, no sabían cómo localizarme. Fueron al aeropuerto y no obtuvieron ninguna pista. Por fortuna, no se les ocurrió decirle nada a mi mamá. Se habría infartado mi pobre madre, yo, en un país tan lejano... ¡Por Dios!

     Me intrigó la llamada de un número que no tenía registrado. Mi prima Richards. Me dijo que me pondría en su propia cama si es que no estaba a gusto con María, que me pondría un departamento para mí sola, si es que no me sintiera a gusto con ella y mi sobrino. Y, me desgarró toda la tozudez y me quebró la voluntad: Prima, he comprado un billete de lotería, y mira que soñé que Dios nuestro Señor me dictó que lo comprara, pero si lo gano, todo el premio te lo dará a ti, pero por el amor de Dios, vuelve... No nos hagas esto.

     No me regresé por la promesa de la cama de Richards, ni el ofrecimiento del departamento, ni el premio del billete de lotería. Era menester ahora, que yo ofreciera consuelo a María, por la conducta de su hija. Una jovencita con esposo e hijos, exigiendo de más, y todo, por un consejo lleno de vileza y de insidia que le gestó mi propia hermana. Me comprometí a hablar con la joven, con mi sobrina y dejarle alto y claro que, yo estaba ahí por otras razones, y que de favor, si mi hermana había iniciado un acercamiento con ella, de favor, no la complaciera manteniéndole el vicio del alcohol. Ahí estaban mis primas agitando los brazos desde una camioneta, la de Richards. Organizaron planes de búsqueda con otras amigas, y más tarde se comunicaron, para decirles que, yo ya me encontraba a salvo en el centro del pequeño condado de Overland Park.

     Era veinte de diciembre. El condado se parecía a una villa, como muchas que vi a los pies de los árboles de Navidad, solo faltaba la nieve, pero, el decorado de los comercios, y el espíritu que se respiraba ahí era confortable. Mi prima María tenía los ojos tumefactos por el llanto y la culpa, pero ¿culpa de qué?

     Y por supuesto que no habría de hacerle la majadería de dejar su casa para instalarme en otra de mis primas. No era necesario, ya me dividiría yo, como lo hice en fechas posteriores de vivir un par de semanas en cada una, hasta que me independicé. Me sorprendí cuando mis primas me dijeron que, tras haber vivido por más de once años en ese condado, nunca habían visitado el centro del lugar. Enloquecieron en las tiendas, compraron churros, hacía más de una década que no los comían, y chocolate hirviendo que me quemó la lengua de tal modo que, creí que nunca recobraría el sentido del gusto. Por fortuna, este inconveniente duró cuatro horas. Compraron jabones artesanales, (para más regalos) y degustaron un reconfortante caldo de res y comieron pupusas en un restaurante salvadoreño. Yo les comenté que a diario pasaba por el Overland Park Downtown, debido a que caminaba siempre. Ellas, vivían como los gringos, siempre en automóvil y por ello, desconocían muchos sitios. Incluso rieron a carcajadas porque no se habían subido jamás a un "bus".

     Nunca entendimos, ni ellas ni yo, por qué unas mujeres norteamericanas agitaban sus manos, y nos pedían que nos acercáramos.

      - Están borrachas- Dijo Richards. Pero yo me acerqué y me siguieron tanto ellas, como las amigas de mis primas. Todas mexicanas, todas veracruzanas, alegres como pájaros en primavera, en aquel wintter-warm. Así lo dijo la empleada de la tienda donde una de mis primas me compró un enorme abrigo rojo que nunca usé. No fue necesario. La nieve, no llegaba. Mucha gente se alegraba, decían, era una situación molesta lo de la nieve, y a mí, se me derretía la ilusión.

     No lo comprendía. Era una casa particular, y había tantas luces que, casi quisieron emular a Las Vegas. Yo, sí me pude entender con todos, hasta con los niños. Estaban felices porque hicieron una fiesta y estuvo Santa Clauss. Yo canté Have yourself a merry little Christmas, a capela al principio, y luego, Santa Clauss se puso al piano y me acompañó. Me apené mucho al ver a mis primas y a sus amigas arrinconadas en el umbral de puerta, cuando esta estaba abierta de par en par... Me dieron la impresión de una mujeres indigentes que me miraban con los ojos llenos de extrañeza. Las llamé y se negaron a dar un paso. Las anfitrionas estuvieron de lo más amables, pero ante la negativa de las primas a entrar, Santa Clauss salió de la casa. Allí todos se fotografiaron con él. 

    Y Santa dijo: You´re here for be happy, don´t forget. Y me abrazó. ¿Era una fiesta sorpresa? Sí. Pensé que mis primas lo habían arreglado todo, quién no iba imaginar eso, si tienen un corazón tan grande como para obrar tales milagros. Pues no. Richards me preguntó: ¿Qué dijo el Santa Clauss? Y le respondí. Al oír esto Richards que es una cristiana muy ortodoxa dijo que sí, que por supuesto, y lanzó muchos vítores y aleluyas que toda la gente entendió y repitió sin cesar. Mientras yo, me dije en secreto: Santa Clauss sí existe.

    La celebración de Navidad con mis primas fue, después de aquellas inolvidables navidades en los mangos tristes, después de dos décadas de festejos fríos y solitarios, una de las más alegres y divertidas. Una fiesta que se mantuvo viva hasta las cinco de la mañana. Y hubo que buscar cosas para comer porque no hubo recalentado. Estuvo tan alta la calefacción y la alegría, olvidando guardar los alimentos en la nevera, que todo se echó a perder. Por cuenta de un amigo muy cercano, nos llevaron comida de un restaurante mexicano llamado "los caporales". La fiesta del 25 de diciembre no le pidió nada a la de la noche anterior, fueron muchas carcajadas rememorando los trajines y la borrachera de algunos. Mis sobrinos aseveraron estar muy intrigados, porque no fue una blanca Navidad. A mí, secretamente se me arrugó el corazón porque dijeron que se anunció la caída de nieve hasta finales de febrero.

     Mi esposo me hizo una vídeo llamada desde la casa de mi suegra, y mis sobrinos mexicanos se decepcionaron por ver tanta gente, pero nadie, sobre todo las chicas, lucía cabello rubio y ojos azules: Ya vuelve tía - dijeron. -Cuál es el chiste de estar allá, si no hay güeritos. "Tampoco parece que hay nieve" les dije yo. Lo que sí puedo decirles es que, Santa Clauss sí existe, y me abrazó.