martes, 22 de diciembre de 2020

Mi primer snowman

 MI PRIMER SNOWMAN

... Desperté a las cinco de la mañana. Muy decepcionada vi una capa de hielo sobre los escalones para salir. Mi prima Johanna le decía a mi prima María que, pagaría las consecuencias por no haber adquirido la sal que se necesita, para que no se haga hielo en el suelo de las cocheras, pasillos y todos los sitios que estuvieran expuestos al exterior. María no hizo caso alguno, tomó unos líquidos y unas herramientas porque, me dijo, los vidrios de los autos tendrían una capa de hielo. Recuerdo que me tomé fotos y escribí al pie: "Good attitude works".

     Me venía diciendo este especie de eslogan para que nunca me atacaran la depresión, melancolía o el llamado "homesickness" que los primeros años, padecen aquellos que se alejan de sus lugares de origen. Me lo tomé muy en serio porque, ésta sensación la padecen los astronautas, cuando se alejan del mundo, y los buzos, en cuestión de horas, por estar conscientes de que están "lejos de casa". A través de documentales supe que era un sentir fuerte, al grado tal, que hay quien desea abortar la misión. Los únicos que no abortan la misión, son los astronautas y por razones obvias. A mí, el homesickness me hizo perder diez kilos en un año exacto que estuve fuera de mi país. Eso, fue lo único que me consoló.

     Y con mi "good attitude works" piqué el hielo cuidadosamente para dejar limpio el parabrisas del coche de María. En eso estaba cuando arribó una camioneta azul, y un hombre feo se asomó por la ventanilla:

- Vengo de parte de doña Lety -gritó. 

     Estaba por mí. Mi nueva empleadora se llamaba igual que yo. Me trepé a la camioneta y me llevaron con doña Lety. Desayuné mientras doña Lety regañaba a su hija en español, y la niña respondía en inglés. Mantuve la cabeza gacha para no mostrarle a la niña mi indignación. Doña Lety le decía que yo era una recién llegada al país, nueva en ese empleo y la niña en ingles dijo que "había llegado una muerta de hambre más, una india que estaba relamiendo por fin un plato de comida"

   " I wish Trump was elected. So, he fires those starving people " Dijo la niña. Su madre le dijo que era una majadera y así se dieron esas horas, donde mi "good attitude works" se estaba derritiendo en el calor de la calefacción porque esa niña morena, con las rasgos tan característicos de la gente indígena me decepcionó tanto como ese clima. No había nieve. Había hielo. Eso no era lo que yo esperaba ver. Vi algunos árboles de ramas secas con gotas congeladas y brillantes. Me recordaron las series navideñas. Eran idénticas.

     Vi llegar a una mujer que me pareció simpática, aunque me saludó con mucha seriedad. Respondió escuetamente sobre sus botas especiales para la nieve que, tenía muchos años de tenerlas, pero no las había usado porque vivió muchos años en California. Allá no se vive ese fenómeno.

     Hablaban de nieve y yo no la veía por ningún lado. Bueno, sí. Pero no la veía caer. Sí vi nieve cuando salimos de la casa de doña Lety. Se veía en el suelo. Pero eso yo ya lo había visto. Fuimos mi esposo y yo, a las faldas del Popocatépetl. Aún así, la nieve, decían, estaba muy lejos. Ya habían detenido la entrada de automóviles. Habíamos caminado mucho. Veíamos los carros con el muñeco de nieve en el cofre de éstos y decían que, en efecto, habían ido muy lejos. Abortamos la misión. Nunca hemos sido tan irresponsables como para ir a un sitio lejano sin el calzado o la ropa apropiados. Tuvimos suerte. Un inspector de la zona nos dijo que si íbamos de salida del parque, nos llevaría en su camioneta. Aceptamos. Nos detuvimos en la zona de la entrada. Un aire gélido nos resecó el cabello, la piel, todo. Aún así, almorzamos unas quesadillas que vendía una señora, quien no se inmutaba de la fiereza de aquel viento. Veía a "don Goyo", imponente, majestuoso, señorial: bellísimo. Nos retiramos y nos sorprendió ver tanto automóvil estacionado a la orilla de la carretera. Esa gente volvería tan decepcionada como nosotros. La entrada ya estaba cerrada. Y era lo correcto. En el centro de México, no estamos preparados para ir a un sitio con nieve. 

     Me quedó más que claro, cuando vi a la empleada amable que llegó con su abrigo y su calzado para la nieve. Yo iba de zapatos deportivos. Era la primera vez que trabajaría haciendo limpieza. Mis primas chillaron de coraje porque insistieron, era un trabajo muy pesado. Al menos, para mí. Pensaron. 

     Cuando entré a la primera casa y vi que la cocina era más pequeña que la de una de mis casas en México, me relajé. La estufa sí era bonita; era de encendido eléctrico. De hecho, todas son así. Pero esta era muy moderna y esta muy limpia. Aun así limpié y en un santiamén ya tenía limpia el área de la lavandería, se sacó la basura y no tardamos ni una hora. Hablo en plural porque doña Lety armaba brigadas de tres personas. En el auto del hombre feo, hermano de doña Lety anotó que habíamos hecho hora y media. A fin de que se nos pagara más. Ese hombre feo que, en inglés dijo muchas majaderías respecto a mí. Y una mujer gordita, joven, que en español se secreteó con Jorge diciendo: "Vamos a aprovechar que es nueva. Vamos a dejarle el trabajo pesado de los baños y las cocinas". 

    La teecera casa, esa fue la que sí me gustó. No me sentí dentro de ningún sueño, como me advirtieron mis primas y varias personas. Que era tal el lujo en aquellas casas, que, llegaban a sentirse lejos de realidad. Será que, yo hube sido contratada para dar show en casas que estaban dentro de un club de golf, empotradas en riscos de piedra volcánica, incluso, trabajé varias veces cin un señor que la fachada de su casa emulaba un castillo medieval. No. No me impresionó nada de eso allá. Y aquella cocina, enorme y extremadamente limpia, la limpié, y encontré una que otra trampa debajo de los contenedores de sal y azúcar. Dejaron alguna pieza de papel, quizá para ver si realmente se limpiaba. Digo esto porque, yo me quedé con esa casa para su limpieza. El hombre feo, Jorge, me gritó desde un tercer piso donde no sé que hacía. Nada me supongo. Lo que siempre hacía era pasar la aspiradora. Desde ese lugar, se podía ver el bosque, y vi caer la nieve. Jorge decía: "vea qué grandes plumas caen". Grabe desde aquí, porque, estamos trabajando, se supone que no hay que perder el tiempo". Intentó tocarme de manera inapropiada y me quité de ahí.

     En casa, donde mi prima María, no había nadie. Solo "Pedrito" el perro. Hice algunas tomas, y sólo hasta entonces lloré. Le envié varios vídeos a mi esposo. Me senté en el suelo y sentí muy tibia la alfombra y seguí tejiendo. Esta vez, no puse la tableta donde veía películas mexicanas a blanco y negro. Seguí viendo la nieve, al tiempo que me acordaba, cuando ya reportábamos el final de la jornada a doña Lety, cómo un carro se iba resbalando en reversa y por nada se eatampa con nosotros. Los tres accidentes que vi, cuando el majadero Jorge me traía a casa y se rió de mí porque ya desconocía todo: Ni siquiera sabía cuál era la casa de mi prima !

     "Así nos pasa a todos. Al ver todo blanco por la nieve, cuesta trabajo orientarse". 

     No me gustó tanto. Al menos, esperé mucho y, el espectáculo es hermoso si se está como yo, sentada en un rincón confortable, cálido y tranquilo, y no el en trajín del tráfico, los accidentes, etc. Pero como "good attitude works" estaba acérrimamente dispuesta a enfrentarse al mundo, traté de disfrutar lo más posible. Llegó una sobrina y me dijo que si se me antojaba hacer un muñeco de nieve.

     Fuimos al jardín, el que preparamos un tiempo antes, triturando las hojas secas que habían caído de los árboles. E hicimos ese "showman". Así decía mi sobrina. Con mucha emoción le contó a su novio musulmán

" We made our snowman " 

   Con este chico yo, hablaba sí o sí en inglés. Mis primas tenían mucho problema para comunicarse con este joven. 

    Cuando llegó María, hizo muchas bromas. Quiso hacer una batalla con bolas de nieve y pronto se cansó. Estaba triste. Dijo ella, como el resto de mis sobrinos que quizá me iría, porque ya había caído la nieve.

     Bueno, eso, yo aún no lo tenía resuelto. Lo que sí, fue lo decepcionante que fue, no todo el evento, pero entendí por qué mucha gente prefería que la nieve no cayera.

     Abracé a mi dulce prima María. Le di todo el consuelo que pude, porque percibí que mi prima, en México ni en Estados Unidos era feliz. Le puse mi caso: "Mírame, yo perseguí un sueño, y se ha hecho realidad".

     Y fue que volvimos al patio, nos hicimos fotos, jugamos mucho. María le puso saborizante a la nieve y la cominos... Yo, le conté todas mis desilusiones al "snowman". Algún día se iba a derretir y se las iba a llevar.