domingo, 11 de septiembre de 2022

Reto #28 "LA VOZ DENTRO DE MI CABEZA"

 DESEO 11:11

Se hace presente, prístina y su crueldad es inefable. 

   —¡Maldita sea! Despertaste. ¿Sabes? Hoy podría ser tu último día… ¡Ya sé! Vas a evitarme y te pondrás a escribir, ¡qué risa! ¿Eres escritora? ¿De verdad? ¡No “pos wow”!

    He querido negociar con ella, a veces creo que soy yo; soy intolerante a la frustración. Es lo único en lo que han coincidido todos los psicólogos y psiquiatras que me han atendido. Por lo demás, tengo trastorno del humor orgánico, epilepsia parcial, esquizofrenia y otros diagnósticos que ya no recuerdo. Cada uno me ha dicho que tengo un trastorno único, no todos los que cité antes.

    La voz que habita en mi cabeza y se ha instalado arteramente para joderme la existencia, ha acrecentado su escarnio y su sevicia desde hace tres años. Hace un año apareció otra, pero no es tan tozuda y es débil, no posee la ferocidad de la primera, es suave y la detesto igual porque es una defensa aparente, surgió como por instinto, pero es estúpida.

   —¡Ignórala! Tú sabes que eres un ser de luz.

   —¡Ja, ja, ja! —revira estridente la otra.   —Esa es una frase de moda que usan los mediocres para no lanzarse desde la azotea. 

    —Tú a lo tuyo… ¡vamos! Tú a lo tuyo…

    —¡Cállense! —les exijo a ambas. La noble se retira, la jodona persiste.

     Me adentro en lo mío y no me doy cuenta cómo se va perdiendo esa voz insidiosa. Pero regresa en el momento menos esperado.

     —¡Mira, son las 11:11! Lo viste de casualidad. Captura la pantalla y pide un deseo.

     El deseo no es que se calle, es uno distinto cada vez, pero siempre son los mismos tres.

     —Ya te enteraste que Libia, la ignorante que dice “dijistes, hicistes” está rodando una película que dirige Cuarón. ¿De qué te ha servido aplicarte estudiando tanto? ¡No sirves! ¡Nunca serviste ni servirás! Libia no necesita leer y ve, eso demuestra que es mejor que tú.

    —No pienso hacerte caso…

    —Vas a escribir… ¡ja-ja! ¡Borra esa mierda! ¿Quién va a querer leer eso? ¿Ya te cayó el veinte lo sola que estás? Ni tu amante quiere ver tus pendejadas… no tienes amigos… así que nadie te va a decir las mentiras que a otros sí les dicen. ¡Vaya criatura! 

    —¿Sugieres que me suicide?

    —¡Claro que no! ¿Cuántos intentos llevas? No. Tú vas a morir incinerada. ¡Imagínate esos últimos momentos! Aunque podría un terremoto que se avecina dejarte descuartizada entre los escombros, tu agonía será larga… muy larga.

    Por eso cuando veo el 11:11, uno de mis deseos es que Dios me conceda morir dormida. No importa si es hoy, aunque no alcance mis metas, cada vez me importa menos vivir a cambio de una dulce muerte. 

    A veces suceden días y no se presenta en mis horas de trajín. Llega cuando intento dormir. En esos momentos usa unas frases que me dan ganas de escribir, pero mi estado letárgico me lo impide. 

    «No vale la pena forzar lo que por añadidura te corresponde, con la constancia y la disciplina llegará; la paciencia, a veces, es una llave mágica que abre las cerraduras de esas puertas que, con los nudillos de tu alma sangrantes te empeñas que se abran cuando aún no es el tiempo». 

    —Tienes razón. Dormiré. Mañana será otro día, una nueva oportunidad.

    —Quizá no. Quizá se te conceda tu anhelo de dormir para siempre.

    —Si es así no importa.

     —¿Ya cerraste el gas? Recuerda que en enero te despertaron los gritos del vecindario. La pipa que abastecía el gas se incendió. ¿Te acuerdas que no encontrabas ninguna salida? ¡Qué mala suerte! ¡Al mismo tiempo te llamaron para decirte que te quedaste en un comercial!

        —¡Pero no morí! ¡Nadie murió! ¡Hice el comercial que se vio en todo el país durante seis meses!

       —Eso sí. Pero ya tienes más enemigos. Tu “stalker” está cada vez más decidido a eliminarte. Ha dicho: ¡ahora sí te mato! Él te lleva ventaja, tú no sabes quién es, él sí.

       Cuando me doy cuenta ya son las seis de la mañana. Requiero dos ansiolíticos y me duermo. Despierto a las tres o cuatro de la tarde. Veo siete llamadas perdidas de un mismo número. Regreso la llamada y me responden:

    —Sí, le llamamos e insistimos. Era para avisarle que se había quedado con el papel antagonista de la película tras haber hecho el casting. Pero como no respondió llamamos a la segunda opción. Ya vino a firmar el contrato. Lo lamentamos.

    Me desayuno un cóctel de lágrimas. Ni siquiera tengo la capacidad de ir a firmar un contrato. Las oportunidades se me escurren como agua de lluvia. Parecen diamantes cristalinos que cuando atrapo con mis manos, se disuelven con el calor de mi suerte y los veo perderse en las verijas de las alcantarillas pestilentes.

    —No te lamentes. Si no lo obtuviste es que no era para ti. Sigue enfocándote. Ya ves que los deseos 11:11 sí se cumplen. Solo debes estar alerta.

     —Sí, ¿verdad? —le respondo y le cuestiono-: tú estás de mi parte, ¿no es así?

     —Sí. ¡Vamos! Deja la cama y el móvil. No te importe qué hizo quién y demás. Nútrete con algo rico. ¡Lo mereces!

     —¿Lo merece? ¡Pero si es un parásito! ¡La vergüenza debería asesinarle el apetito!

     —¡Déjala en paz!

     —¡Sácate a la mierda! ¡Tú sabes lo poco que vale esta sabandija!

      Me vuelvo a dormir. Mastico hasta cuatro ansiolíticos para lograrlo. No funciona. Siento calambres en el cerebro y una sed constante. Tomo Coca-Cola. 

     —Vas a desarrollar diabetes —me dice la voz.

     —¿Eres tú, mamá?

     —Podría ser. Sabes que nunca te quiso. Te metió hasta el tuétano de la consciencia que solo llegaste a desmadrarle la vida, y que no vales ni un duro.

     —No. No es tu mamá, querida. —me habla la voz dulce.

      —¡Sácala de aquí! ¡Échala! -le imploro.

      —¡No puede! Es exangüe, raquítica… es tu voluntad, eres tú, soy yo… ¡ESTÚPIDA!

      Lo último que me queda es decírselo a la doctora Alvarado, mi psiquiatra. Sé que me encerrará. En mi deambular en hospitales de salud un mental, una vocecita, por inocua que parezca, es motivo de internamiento prolongado.

     Me citó un actor a su casa. Es productor y director, Ernesto Godoy.

     —¡Ya llegó mi chingona! Y como siempre, quince minutos antes. ¿Te preparo un té?

      En lo que se fue a la cocina vi el desorden de la sala. Él sabe que me gusta acomodar las cosas esparcidas en los sillones y separar el vestuario teatral de su ropa ordinaria. Reparé en un par de pistolas de utilería; parecían reales. Me fui al jardín para aprovechar la luz. Me hice una “selfie” apuntándome a la sien y al pie de la foto escribí:

Asesinando las malas ideas.

     Cuando Ernesto llegó con el té iba arribó el resto del elenco de la puesta en escena que deseaba montar. Me presentó con todos y me pidieron el nombre de mi red social. Repararon en la foto que acababa de postear.

      —¿Por qué has hecho una foto así? -cuestionó uno.

      —Una broma, locuras que se me ocurren.

      —¡No, no, no! Ernesto, a nombre del resto de mis compañeros, lamento informarte que no trabajaremos con una persona como esa.

      Ernesto no discutió. Les dijo que podían irse en el momento que desearan. Se fueron. Ernesto vio la foto y se rio. Dijo que no entendía por qué de su reacción. También me dijo que lamentaba lo sucedido. Le quedaban tres semanas para montar lo que quería. La obra se cancelaba.

     Iba contenta porque Ernesto me defendió, más un nudo en la garganta me obligaba a que unas lágrimas gruesas me surcaran el rostro.

     —¡Todo se me ceba, carajo!

     —Y así seguirá. Ya te dije que no sirves. Trataste de acallar mi voz, ¡tan estúpida que eres!

      —Creo que no me vas a dejar en paz. El próximo 11:11 que vea fortuitamente, ¡pediré que te largues para siempre!

      —Hazlo. O sea, vas a morir quemada y no dormida, no lograrás uno solo de tus deseos. ¿Por qué eres tan tonta? ¿No notas que sin mí, estás en una isla desierta? Soy la única que está contigo, que lee tus babosadas, que escucha los soliloquios cuando practicas la actuación, la que oye tus berridos cuando dizque cantas. Por qué crees que no quiero que te suicides. 

     —Tienes razón.

     —¡No, no la tiene! ¡No la escuches!

     —¡Tú, cállate! Si no estoy yo, no eres capaz de refutar a duras penas lo que yo aseguro.

     —Otra vez tienes razón. Vete voz “buena”, “voz de ángel”, “voz tibia”.

       —¡Bien hecho! Y bien, aquí seguimos. ¡Eres una mierda! ¡Echaste la voz de tu ángel de la guarda! ¿Ves por qué te va como te va?

FIN.

COMPAÑEROS, ESTOY MUY INTRIGADA POR LA NULA PARTICIPACIÓN EN ESTE RETO Y EL ANTERIOR "INTELIGENCIA ARTIFICIAL". ESE YO NO LO HICE PORQUE NO ME IDENTIFICO CON EL GÉNERO DE CIENCIA FICCIÓN Y YA NI FICCIÓN. VUESTROS TELÉFONOS SON INTELIGENTES. Y EL RETO RECIENTE SOLO VEO PREGUNTAS DE LOS NUEVOS MIEMBROS Y LA CLÁSICA PREGUNTA ¿APROBÉ? 

¿PODRÍAIS DECIRME QUÉ OS PASA? INCLUSO EN EL CHAT O POR PRIVADO. EN FIN QUE, SOLO VEO EL LIBRO BLANCO O ROSA PÁLIDO COMENTANDO Y NO DESARROLLANDO NINGÚN TEXTO.

BUENO, SON LAS 5 DE LA MAÑANA Y RECIÉN DESPERTÉ. HE TENIDO CASTINGS INCLUSO EN SÁBADO. 

RECIBAN UN ABRAZO.

LG

*GRACIAS POR SUS COMENTARIOS A MI RELATO. ME ENCANTARÍA LEER LOS VUESTROS.