jueves, 29 de diciembre de 2016

LA NOVIA FEA Y EL MUERTO MALO








LA NOVIA FEA Y EL MUERTO MALO






        En vísperas del año que finaliza, y en el que, extrañamente conseguí más lectores que otras veces intenté sin lograr uno solo, escribo esto, que más que novela, narración o cuento, es una opinión acerca del 2016, año en el que, fallecieron muchos actores (nacionales como extranjeros) y yo, el hecho de haber estado en otro país (USA) me dolió mucho más.
            La novia fea y el muerto malo "no existen". Estamos en una sociedad donde a la hipocresía le llaman "diplomacia". Si no ejerces la "diplomacia", es decir, si no eres hipócrita y dices las cosas como son, de una manera directa, entonces no eres una persona sincera. No. Eres un cretino, un irrespetuoso, un majadero, un insensible, un deshecho de la sociedad, un ser sin escrúpulo alguno porque hieres la sensibilidad del pobre muerto (o sus dolientes) que yace ahí... con su cara encerada y su traje de fiesta, listo para el horno o para el festín de los gusanos (ésto ya lo escribí en algún otro relato). Tendrás pues, que hacer un esfuerzo, ponerte lívido y fingir consternación y darle la mano al familiar y decirle:
"Cuanto lamento el acontecimiento". Y de plano, no hacer o decir nada. Desde que existen las redes sociales, FACEBOOK para ser más concreta, toda la gente es periodista, crítica, sabe de política, de arte, de belleza, ¡de todo! Y emiten su opinión en todo, aun que no sepan nada de lo que antes cité. Pero como es una red social, donde es para "supuestamente hacer amigos" tienes que verte "diplomático" si es que quieres muchos "likes" y/o reproducciones de tus vídeos, aunque sólo se trate de cómo estás friendo un par de huevos para el desayuno. 
       He colgado dos que tres vídeos, tanto uno que produje en USA como otros dos o tres que hice aquí. No son las grandes producciones, pero los he hecho con muy buena voluntad y con grandes aspiraciones ¿por qué negarlo? Cuando pedí que lo comentaran, hubo sólo dos personas que me dijeron vía "Inbox" que el vídeo no les había gustado. Y no hicieron el comentario público porque temieron dos cosas: que yo les retirara mi amistad, y la otra, que los que dijeron que sí les gustó, ofendieran a quien fuera sincero y directo. O sea, NO DIPLOMÁTICO. NO HIPÓCRITA. 
       La gente que tenemos agregada en nuestra red social NO SON NUESTROS AMIGOS VERDADEROS. Yo tengo agregados a actores "famosos" que no conozco ni en persona. Pero como somos del "gremio" artístico tenemos que estar conectados. Son los que reciben más "likes" ¿por qué? No lo sé. Ellos postean una foto porque tienen su red social y no creo que les importe saber a quién le gustó la foto del primer diente de leche que se le cayó a su nieto. A mis verdaderos amigos, les telefoneo, si es que me entero que tienen un problema, y no lo hago para que me agradezcan. Soy así. Y lo hago, si es que me siento con la capacidad de brindar un apoyo. Si no, pues no llamo.
        Los desastres naturales, accidentes, perritos abandonados, gente hospitalizada... ¡Ay! es muy desagradable ¿no creen? No sé si ha funcionado. Pero particularmente los desastres naturales reciben muchos comentarios y el que más me purga es el: "AMÉN". ¿Saben que están diciendo? Están viendo niños en los huesos muriendo de hambre, muertos, gente mutilada en Siria o "anyways" como suelen decir mis paisanos en USA, y la gente escribe: "AMÉN" Están diciendo. Así sea. Nada más. No están rezando ni rogando a Dios que les ayude. Sólo "amén". El chiste es que vean que eres un humano bien "buena onda" que te pre-ocupas, aunque no te ocupes por todas esas tragedias. Y si te ocupas, realmente ¿que podrías hacer? También hay que aceptar esta realidad. Entonces quizá ustedes tengan razón y sigan escribiendo "amén", y así es y así será y seguirá por los siglos de los siglos, amén.
          Volviendo al muerto malo que no existe, pues sí, sí existe. A mi me tocó ir a un velorio, a ver si podía recuperar algo de lo que perdí aquella nefasta tarde que el hombre murió. Me pidió dinero prestado, una, y otra, y otra vez. Nunca imaginé que se iba a morir, de saberlo, es "neta" no se lo habría prestado porque no soy rica. Si fuera rica quizá, tampoco pues, volvería a ser pobre en cuestión de minutos. Total, que cuando me dijo claro, a grito vivo que no me pagaría y que le hiciera como se me diera la gana, sólo atiné a gritar: ¡Ojalá te mueras! ¡Ojalá te mueras culero hijo de tu reputísima madre, ogete, traidor, y el día que te mueras, si me entero, mira, ahí voy a estar sentada gozando tu muerte! Y colgué. 
          ¡Que feo! No sucedieron ni dos meses, cuando a través de Facebook, me entero que esa persona había muerto. No gocé. No me alegré. Me asusté. Me fui de rodillas bajo una enorme cruz de madera con un Cristo hermoso que adquirí en una tienda de San Miguel Allende. Ante mi desesperación y mi miedo, creí que un hermoso trabajo de talla en madera me daría la ayuda que estaba necesitando. Creí que esa pieza de arte era Dios y mi consciencia. Ni la pieza de arte es Dios, ni me iba a ayudar a nada. Tuve que aceptar que la persona se murió porque se tenía que morir, no porque lo que le grité y todo fue una absurda coincidencia. Aun así la culpa me empujó hasta estar frente al ataúd de mi ex amigo. Y lloré. Lloré de miedo. Y después lloré de rabia. Unos minutos antes de sacar el ataúd, estábamos ahí, no uno, muchos que fuimos burlados por esta persona. A muchos nos pidió dinero y fue que, en efecto, sabía que iba a morir. Y quienes estábamos ahí, fuimos también con un resquicio de esperanza, no de que resucitara el muerto, pero sí de que, quizá los familiares, enterados de la conducta del occiso, nos pagaran al menos algo. La situación se dio así. Su representante legal habló con parsimonia, con la voz quebrada por un sentimiento de no se qué y dijo: "Estoy consciente de las chingaderas que a muchos de los que están aquí, les hizo el finado. El no se esconde, él está aun aquí... ¡cóbrenle! Así lo dijo, violando el protocolo que exige la situación de un discurso frente a un muerto que no debes ofender con la palabra chingaderas. Creo que a la gente lo que más le turbó fue la palabra altisonante, que la supuesta buena voluntad de resarcir la mala conducta: Cóbrenle.
      Así que ya saben por qué me dolió la muerte de aquel sujeto.
     Y ahora, las muertes que me han dolido sobremanera, de gente que no conocí en persona, fue Chachita. No escribí comentarios sobre si fue o no buena persona. Eso yo no lo sé. Ella, fue un personaje, al que a través de su trabajo, aprendimos a amar, (al menos yo sí) y eso fue lo que escribí. La muerte, se supone, debiera lamentarse siempre si quieres ser diplomático, si eres honesto, SÍ DESEAS QUE SE MUERA PEÑA NIETO Y DONALD TRUMP por ejemplo. Pero no, ¿que va a decir Dios? No creo que Dios a mí, directamente me vaya a decir nada. La muerte de Charly Valentino, con quien había hablado un día antes... ¡hasta hice un vídeo! No lo conocí en persona, pero supuestamente nos íbamos a conocer, iba a viajar a Kansas y a ser jurado de una competencia que se llamó "MI SUPER MAMÁ" Otra muerte que me dolió fue la de Jano. Justo estaba yo en Chicago cuando me entero que le dieron un balazo en la cabeza. Algunas actrices me telefonearon y me dieron detalles de lo sucedido. Hice un vídeoclip de todos ellos, de María Luisa Alcalá que me dio trabajo en su negocio y fue un honor para mi, haberle servido de bastón dos que tres veces en Televisa, donde, mi tocaya Leticia Perdigón le comentó: "que bueno que ya tienes quién te ayude" Ella, Leticia Perdigón no me conoce porque yo no soy famosa. También estaba ahí Juan Osorio, y María Luisa le dijo: "dale trabajo cabrón, ella le echa ganas" y ahí quedó todo. De esas personas, puedo decir lo que me dieron. Ignoro si fueron buenas o malas, conmigo, fueron buenas personas.
      Al que le fue peor fue a Nicolás Alvarado. ¿Alguien lo recuerda? No creo que tenga Facebook, pero a la muerte de Juan Gabriel (que ya casi lo quieren hacer santo) dijo cosas que se tiene que decir que son "comentarios desafortunados" si escribes en un periódico o si eres conductor de TV. En las redes, los que la hacen de "críticos, comunicadores, esos que saben de todo" aunque no sepan a ciencia cierta quien es el "pendejo ese que se atrevió a decirle a Juan Gabriel naco" así lo dicen, no corren el riesgo, como él, que renunció, o lo obligaron a renunciar a su trabajo en la UNAM por hacer un "comentario muy desafortunado" que hirió a un pueblo que lloraba la muerte de un ídolo. Juan Gabriel, me gustan algunas de sus canciones, pero no lloré por su muerte. Tampoco me habría atrevido a decir que es un "naco" porque naco es más una actitud que otra cosa. Es un hombre admirable por todo cuanto logró. Todo mundo dice que era bueno, pero eso ya no me sonó original, porque repito: TODOS LOS QUE SE MUEREN FUERON BUENOS. ¡Hasta Fidel Castro! Yo, que no sé nada de política, sólo escuchaba a los cubanos que se refugiaban en Mérida y en Veracruz, que no eran comunistas, que Fidel era una mierda, un culero y que no les daba libertad ni de celebrar la Navidad, que tener sida era un delito y ¡sabrá Dios que tanto se sufrirá en un país con un dictador tan sui géneris como Fidel. 
       Y para no hacer esto tan largo, porque sé que está enredado y a la gente, la mayoría, no le gusta leer, y menos a una autora que no es famosa como Angeles Mastretta, Elena Poniatowska, o mi Gabo precioso, (he leído casi todo de él) pues termino diciendo:
¿ QUE BONITA SE VEÍA LA NOVIA VERDAD?
a nueve meses de vivir en USA



UN AÑO MAS, ¡YA EN MÉXICO!

miércoles, 28 de diciembre de 2016

¡NO TENÍAS NINGÚN DERECHO!

       

 Se apareció de imprevisto y parecía tan inofensivo. Sus ojos eran ámbar y me imaginé dos cápsulas de miel. Miedo. Horror. No soportaba mirar su alma a través de aquellos hermosos espejos. Su sonrisa perenne. Su relajada pose, como un niño que se sabe seguro en el seno familiar. ¡Y estábamos tan solos! En un suelo extraño donde la civilización hizo trazos y bordes y pusieron nombres a los pueblos, según sus héroes, según sus gustos, y fueron víctimas desde los tiempos en que quisieron llegar tan alto, y crearon la torre de Babel. Pero de tácito nos entendimos el y yo, porque hablábamos el mismo idioma, teníamos los mismos sueños, perseguíamos desaforadamente el mismo camino, y buscábamos la escalinata hecha de nubes con las incrustaciones brillantes del polvo lunar, y pisamos los escalones que se deshacían sin piedad. 
          Mientras se hacía más sólida la escalinata, nos perdíamos entre en lúdicos paseos. Perdíamos el tiempo, o bien, hacíamos tiempo antes de ir a internarnos en las labores que nos hacían ganar dinero para pagar los servicios más necesarios. Es decir, nos ocupábamos un pequeño momento de la realidad, para que, a la primer oportunidad, nos volviéramos a escapar a aquellos oníricos sitios que sólo vivían en nuestra imaginación.
               Y yo, que me equivoco. Hice  lo que jamás debí hacer. Violé mi juramento y fijé mis pupilas sobre las suyas, derribé al miedo ¿ Qué puede pasar ? Me decía, sabiendo que me engañaba. Con la absoluta y total certeza de que me encaminaba a una barranca sin paracaídas, sin parapente, cual artista de circo que camina por el alambre sin red. ¡Me caí! Pisé la trampa y gocé mis noches mojando mi almohada con el llanto de mi alma fracturada por el golpe de la caída. Le di la bienvenida al insomnio que hizo mis noches trémulas, tiritando toda de amor, un amor castrado por la indiferencia, porque él no se asomó a mis espejos y no vio el estado de mi alma. El ganó. De haberse asomado, habrían sucedido dos cosas. O me abrazaba y no me soltaba nunca, o huiría, porque en su vida, jamás, así esté sentado junto a Dios, encontraría a una simple mortal capaz de darle todo. Lo amaba. Lo amé. Lo amo. Aún lo amo.

                  Y ahora me da rabia. Admito que ha buscado acurrucarse en otros brazos y en lechos húmedos de otros antecesores y lo han usado; y después, le han mandado a paseo, y ha vuelto a pasear conmigo. Le he abrazado consolándole de sus fracasos, y a la vez saboreando mi venganza y aumentando mi frustración y dañándome por dejar vivir un resquicio de esperanza porque no entiende mi lenguaje, ese otro lenguaje que se dice con el tacto, con la mirada, con los suspiros, con el aroma de la brisa que le envío día a día con el primer beso que lanzo a cualquier nube viajera para que lo bañe y lo haga reaccionar. Nada. No pasa nada. Ni la luna de Octubre pudo mandarle el recado, aun que supe que la miramos una mañana al mismo tiempo. O bien ella no se lo dijo, o él, aturullado y tonto no lo entendió. ¿ Por qué no me miras? ¿Por qué no me entiendes? Por que yerras el camino y te vas a la dirección contraria. Otra vez lloras, otra vez te quejas, otra vez te usaron, y nos entiendes de ningún modo toda la ternura de mis brazos que te consuelan que es aquí donde podría acunarte hasta el día de mi muerte o de la tuya. Y así las cosas al sol de hoy.
          Hey tontuela: ¡No tenías ningún derecho de asomarte a aquel laberinto mortal! porque conocías el resultado. Enamorarse es arriesgarlo todo porque se trata del corazón. Ya no hablemos del alma que anda penando las noches en que las estrellas lloran también porque se contaminan de su congoja.  Y tú, necio, orgulloso, presuntuoso, tonto... ¡No tenías ningún derecho a cruzarte en mi camino. Dí con qué derecho, llegaste a mi vida, y como "Pedro por su casa" sin avisar franqueaste la puerta de mi espíritu, tan solo como el tuyo, el mío más vulnerable, el tuyo, quizá mas frío. Di con qué derecho me provocaste el insomnio que como un desgraciado demonio se instaló en mi pecho y no se sale, así ponga millas de distancia, un océano de cristal que se rompe con un mínimo suspiro por ti. Di, dilo fuerte, di con qué derecho llegaste y destruiste mi paz, con que derecho te robaste mi felicidad. ¡Maldita la hora en que te conocí! ¡Cómo deseo que te mueras! ¡Sí! Muérete, muere dentro de mi y salte, y vuela como pañuelo viejo e instálate donde puedas estar bien o mal, pero no dentro de mi. Y te he condenado a la pena capital porque tú me mataste primero, mataste mi paz, mataste mis horas tranquilas. Eres un asesino de mi voluntad ¡Fuera de mi vida! 
With my whole soul ask you, kill Numen's mommy... DO IT, DO IT, DO IT

martes, 27 de diciembre de 2016

SÍNDORME DE ABSTINENCIA

       

Se aferró al suelo y esperó a que el mundo dejara de moverse. Pero eso jamás ocurriría. Era algo que uno descubría cuando estaba drogado, o agotado, o febril: el mundo siempre se movía y sólo una mente sana podía detener sus giros desestabilizadores.


Era estudiante de teatro y me obligaron a ir a ver la puesta en escena "Las noches de Pirandello" en uno de los foros de la UNAM. Para qué digo más, si no entendí absolutamente nada. Llegué a mi clase el día lunes, total y absolutamente resignada a reprobar esa clase: Historia del Teatro. ¿Cómo iba a hacer una sinopsis de la obra? ¿Cómo iba yo a emitir alguna conclusión? ¿Cómo? ¡Bendición! Toda la clase llegó con el mismo acerbo y la peor frustración, incluso, con las mismas dudas: ¿realmente queríamos ser actores o actrices?
        A mí me pasó. Creí que, tal y como solía verlo en las telenovelas, cuando solía ver telenovelas, pensé que las clases serían: ¡Oh! ¡Eduardo Francisco Gustavo Rafael!¡Te amo! Y seguramente dejaría impactado a mi profesor de drama, cuando colocara mi mano sobre la frente, y cerrara los ojos, al volver a decir: ¡Eduardo Francisco Gustavo Rafael! ¡Te amo más que mi propia vida! ¡Vaya pavadas! dirían los gallegos. Cuán insulsa yo, o las telenovelas. Pero aquí, secretamente, les diré: ¡Oh! ¡Cómo me gustaría trabajar en una de esas! Y decir, ¡Oh! ¡Eduardo Francisco Gustavo Rafael! ¡Te amo!
                Y bueno, sucede que me gustó estudiar, y aprendí un poco con el método de Konstantin Stanislavsky, pero a veces no me funciona. Y volviendo a las jodidas "Noches de Pirandello" el profesor senil y colérico nos perdonó la ignorancia, y quién sabe cómo controló sus impulsos de maltratarnos y gritarnos furibundo que ¡ser actor no es una carrera de niños y niñas bonitas, de ojitos azules! y que había que hacer más conciencia, y compenetrarse en el personaje que debiéramos interpretar, así se tratara de interpretar a una rana, había que sentirse rana, hacer "croc, croc" sentirnos cómodos en la humedad de los charcos hediondos, entre el verdín fangoso que ahí habita, sentirnos a gusto con nuestra piel verde y verrugosa y ... bueno, eso, era ser actor. Olvidar el ¡Oh! ¡Eduardo Francisco Gustavo Rafael! ¡Te amo! y yo, me imaginaba aleteando mis escasas pestañas en señal de coquetería.
                  Las "Noches de Pirandello" nos explicó; se trataba de un sueño. Los sueños no tienen coherencia alguna. Además, hasta ese momento me enteré, que uno tiene muchos sueños cuando duerme, y que a veces, sólo se recuerda el último, y suele olvidarse al despertar y ¡no tienen significado alguno! Así que, a olvidarse de que alguien morirá si sueñas que se te caen los dientes, o si ves a una mujer con atavío de novia de pueblo ilusionada porque su futuro borracho, perdón, su futuro marido le va dar vida de ángel, ya se lo saben: encuerada y sin tragar. No, no. La va a mantener, ya saben, como el fusil, bien cargada y detrás de la puerta. ¡Eso! ¡Era felicidad! ¡Oh! ¡Eduardo Fran... ! Bueno. Olvídenlo. 
           Agarré el vicio de fumar desde que fui estudiante de secundaria. Cuando fui estudiante de teatro, y todavía muchos años más, no había prohibición alguna para fumar donde se te diera la gana. Ahora, ya está muy estricto el asunto. Pues bien, creo que yo, le doy la vuelta al tal "Pirandello" con sus noches extravagantes de lámparas caminando, con piernas de mujer envueltas en medias de cabaretera, y de repente, sale un perro que no ladra, aúlla como gato, y ¡Oh my God! un sofá que habla en Francés. ¿Ya ven por qué no le entendimos a la obra? Si querían que hablara el sofá, que por lo menos hablara en castellano ¿No?
                  Por varias razones, la principal, el dinero, los cigarros mordían y feo, mi presupuesto y a mí, me crecía la necesidad de la nicotina en mi cuerpo. De golpe y porrazo. Dejé una cajetilla a la mitad arriba del refrigerador y dije ¡ni uno más! 
                    El primer día tuve un leve ansiedad que amortigüe con la adrenalina de mi buena voluntad. Era sosegar dicha ansiedad, con "vamos, tú puedes". El segundo día la ansiedad creció, y el tercero fue el colmo. Creí que me iba a dar un ataque. No podía cagar. Intenté más de cinco veces y nada. Unas compañeras de la agrupación musical donde yo cantaba, y ellas sí fumaban, me decían "dale una jaladita, o dos, y verás como sí cagas" ¡No! ¡Esto no puede ser más fuerte que yo! Después vinieron las temblorinas en la manos y en la piernas. Me atacó un insomnio impiadoso y sentí náuseas y sí, sí pensé que me iba a morir, pero sin fumar. Me la puse muy difícil cada que veía la cajetilla sobre el refrigerador. Con un descanso exiguo, los temblores, las náuseas, trataba de vivir esos fatídicos momentos que se ya se percibían en mi rostro estragado por falta de la droga. 
                  La primer noche que aparentemente dormí, desperté en el suelo, en un charco de mi propia saliva. Y es que, soñé que un tipo extraño, parecido a ese que pintan como el diablo en las tarjetas de la lotería, me daba a fumar un pitillo de más de un metro de longitud, y yo, desesperada jalaba y jalaba, pero no me sentía mejor dentro del sueño. Así que, una vez despierta, me limpié la baba y traté de desayunar. ¿Cómo habría hecho la puesta en escena el "Pirandello" ese tomando como referencia mi sueño? Creí que esas cosas sólo las vería en mis sueños, y me consolaba al menos pensando que sí dormiría, aunque tuviera pesadillas. Estaría en la calle a las dos horas de haber tomado un desayuno que dejé más de la mitad en el plato sin tocar porque ¡Cómo necesitaba un cigarro! ¡Una "jaladita" como decían mis compañeras! ¡No! ¡Mi voluntad ante todo! 
          Estaba frente a un edificio con dos enormes columnas blancas que había que franquearlas para llegar a la puerta. Las columnas se movieron, de estar rígidas y verticales, se movieron y quedaron verticales, apuntando hacia mí, vi el color café del filtro de los cigarrillos, y me dio taqui- taqui- cardia, porque tenía frente a mí, dos cigarrillos más grandes que los que me ofreció el puto diablo de mi sueño. Y cerré los ojos, y jalé y jalé... pero la ansiedad no cedía. Un claxon me sacó de ese lamentable estado y ya estaba yo babeando otra vez. "Voy a convulsionar" Estaba segura que caería al suelo con estertores que me harían moverme como epiléptica en el suelo de una manera dramática, pero estaba segura que consciencia ya no tendría. Pero no ocurrió nada. Lloré. Mandé a la chingada, así literal, a los conmovidos por mi llanto que me sobaron la espalda y me hacían preguntas sobre lo que me ocurría, y si me podían ayudar. ¿Cómo? Yo me metí en ese problema, y yo, sola, tenía que salir de ésto. ¡Ah! Entonces también estaba histérica. Los insultos que me profirieron aquellos "redentores" me los gané a pulso.
             Con el profesor de Historia del Arte me desquité. Condenado viejo atrabiliario que ya me tenía harta, porque cada vez que teníamos que analizar textos, nos cortaba la inspiración porque se quedaba dormido en su silla y sus ronquidos eran tremebundamente exasperantes. Le grité y de un salto miró hacia todos lados: "¡Que pasa! ¿Estás temblando? ¡Recuerden! ¡No corro! ¡No grito! ¡No empujo!" Al tiempo que gritaba, corría y nos empujaba a todos al patio. 
                   Francamente no fui yo quién hizo un escrito solicitando la dimisión del profesor, pero sí lo firmé con la pena, tenía como noventa años, y sinceramente, con esa materia, éramos más bien, autodidactas. Ese profesor ya no tenía la capacidad de enseñarnos nada. ¡El pobre! Quizá fue un buen actor en sus tiempos, y buen maestro. Quizá. Ni siquiera recuerdo su nombre, y es que muy probablemente, trabajó en películas de cine mudo, de esas que ya no se ven, y menos si fueron mexicanas. Quedan una magníficas obras pero de Charles Chaplin. ¡Que exagerada! Igual y no  hizo cine mudo, pero seguro sí, ese profesor conoció muy bien Salvador Toscano. ¡Hasta se habrían ido a tomar un café en el Sanborns de los Azulejos. Tan antiguo se veía nuestro longevo profesor, que usaba traje con bombin muy fino, de esos de marca "tardan".
            Volviendo a mi mal-estar, una tarde no pude más. Rompí mi endeble voluntad y me fui sobre la cajetilla de cigarros ¿Por qué sufrir? ¡De algo de he morir! Enfisema pulmonar, cáncer o quién sabe de qué, pero la muerte es segura. Prendí mi cigarrillo y le di una jalada con singular pasión. El efecto fue inmediato y totalmente negativo. Tuve una crisis. Mi cuerpo se empezó a sacudir violentamente, no sabía si correr, gritar, y empujar como si hubiera un terremoto. ¡Cuánta soledad vive un abstemio en vías de recuperación! Nadie entendería lo que yo sentía. Arrojé el cigarro prendido lejos de mi, y se fue brincando por los escalones, salpicando chispas, y de una de las chispas, se hizo una especie de cometa, y se fue directo a una luna privilegiada, de esas de las que tienen permiso de salir de día. El conejo del satélite cogió el cigarro y se lo fumó, le jalaba, le daba el golpe, me miraba, me movía su naricilla nerviosa y luego se carcajeaba mostrando sus dientes y me pelaba sus ojos rosas. Llorando me tumbé en mi cama y no supe en qué momento me quedé dormida. Y tuve un sueño muy largo. Primero, que venían las fiestas navideñas y me abrazó una melancolía que no me permitía parar de llorar. Me angustiaba sobremanera qué se serviría en la cena de gala de Nochebuena. Un joven que nos asistía en el servicio me dijo: "Cómanme a mí, y cenen en Nochebuena". No recuerdo cómo se hizo, pero de repente, lo vi en una charola, con cuerpo de pavo al horno, pero seguía conservando su cabeza humana. Le notaba un poco de malestar en los ojos, se veían rojos, como que lucía resfriado. Nada. Cual "Noche de Pirandello" estaba yo frente a un arroyo, con una bata de gasa blanca, el arroyo era normal, lo que no era normal era que Jesús, sí, Jesucristo estaba detrás de mi. No volteé a verlo pero sabía que era él. Le dije: ¡Quiero volar! Pero no volé. No sé como estaba en ese arroyo, como en un manto de agua tibia que me hacía cosquillas en la nuca. Mi compañera de cuarto, más tarde me dijo que me escuchó reír dormida. Y sin saber cómo, ya estaba con mi hermano mayor, él y yo, cohibidos hasta el delirio, porque habíamos tenido relaciones sexuales. En el sueño no las tuve, simplemente sabía que lo habíamos hecho y nos sentíamos mal, muy mal. De pronto me puse de pie, y ya estaba en la agrupación musical y cuando les pedí mi micrófono me dieron un caramelo blanco con listones rojos. Ese sería mi micrófono. Mientras cantaba, toda la gente se levantaba de sus asientos y se iba. De repente, una pirinola giraba en  el remolino que tengo en la cabeza, tenía que estar muy recta, si hacía un movimiento perdía todo el equilibrio y me caía. Mi compañera de cuarto me despertó sacudiéndome porque se asustó al ver, que iba de una orilla a otra de la cama y me asía a las orillas rechinando los dientes. Sudaba copiosamente. Me preparó un té y me volví a quedar dormida, y volví a soñar, que unos hombres con las piernas amarradas o liadas no se cómo pero las tenían en posición de "flor de loto", y los brazos liados también, se masturbaban rozando con sus talones sus genitales, y cuando eyaculaban, lo hacían sobre una tierra sembrada de maíz. Ellos eran los padres del maíz porque no agua, sino semen, era lo que la regaba. Y entonces vi a la tierra muy orgullosa por ser madre. Al despertar otra vez chapaleando en sudor, me di cuenta que tuve el las piernas y el vientre tensos, de un modo tal, que cuando desperté descansé de esa tensión. Pero era un renacimiento. Desayuné todo lo que me serví. Me sentía fresca y relajada. No tenía el mínimo antojo de un cigarro. Al contrario, sólo de imaginar el olor de tabaco me daba náusea. Me di cuenta que empecé a recuperar el sentido del olfato y el gusto, porque percibí un aroma a jazmines cuando mi compañera de cuarto salió del baño, y le pregunté que si esa fragancia era nueva y muy quitada de la pena me dijo que era la que usaba siempre, desde niña. Y lo del sentido del gusto, quizá porque esa mañana los huevos revueltos con jamón me supieron deliciosos, tanto, que no quise una jugo de naranja. Me tomé una cerveza. Y ya en la tarde me presenté a mis clases. Ahí inicié una composición parecida a "Las Noches de Pirandello" para que el maestro de drama la revisara y me permitiera mostrarla en "El Teatrín" lugar donde se hacían los exámenes de final de curso. Si se presentó o no, eso no fue relevante, me sentí tan contenta de haberme liberado del hábito de la nicotina, que comía tan, pero tan feliz, que acompañaba mis alimentos con una cerveza oscura y helada. Mis profesores me felicitaron por mis dieces en todas las materias y me auguraban mucho éxito como actriz, aunque no fuera güerita de ojos azules como la Edith González. Siempre y cuando, fuera así de disciplinada como lo fui en todo el curso. Y, no sé a que se deba, pero, cada que voy a dar función de teatro, me tengo que tomar una cerveza, oscura y helada. Sólo es para relajarme. No es que la necesite, sólo que si no la tomo, las funciones de teatro no me salen igual. Bueno, todo esto lo resumo a que, gracias al síndrome de abstinencia, pude escribir una historia, tan incoherente, tan poco eficaz, tan ininteligible como las exasperantes "Noches de Pirandello"
FIN.
P.D. Dedico este relato a mi madre, quién fumó por más de cuarenta años de su vida. Dejó el cigarro, tal y como lo narra en primera persona el personaje. No es mi caso. Nunca he fumado. Y no necesito una cerveza para actuar. Es algo que se me ocurrió poner al final.

lunes, 26 de diciembre de 2016

SÓLO MIS LÁGRIMAS REGARÁN TUS FLORES

SÓLO MIS LÁGRIMAS REGARÁN TUS FLORES



        Un ser sumiso necesita tanto las risas como las lágrimas. Con las dos disfruta plenamente.


     Creí que había llegado a vivir a un paraíso ¡Casa propia! Aunque el día que ocupé mi vivienda propia, me percaté que el edificio se balanceaba, de un modo tal, que la primer vez creí que era un temblor de tierra, de los endémicos que se sienten en la capital; después, el administrador (no sabía que tenía que pagar ese servicio, ni que existiera ese tipo de servicio, como una profesión tal cual) me informó que había un estudio minucioso de que el edificio era seguro. Lo del balanceo se debía a que está situado muy cerca del viaducto, y que los carros pesados lo hacían vibrar.
     Lo que fuera, ya había comprado el departamento, un hogar vibrante, pero "propio". Uno busca "algo propio y seguro" ¡Ajá!
    Un departamento situado geográficamente muy bien, a diez minutos del aeropuerto, a diez minutos del centro de la ciudad, rodeado por más de quince bancos, enfrente de un mercado ¡Ajá! Vale mucho dinero ¡Ajá!
          "Nada vale nada, y todo vale todo" Descubrí ¡Ajá! ese tipo de lema. Todo es perecedero, incluso las rocas. Así que ¿propio? ¿seguro? Nada es propio, nada es seguro. Nada vale nada porque finalmente la vida se termina, y todo vale todo porque somos los humanos a quienes nos encanta ponerle precio a todo. Costo y valor, no son la misma cosa. Por ejemplo, una madre "muy cursi" podría considerar un gran tesoro el primer mechón de su hijo, el primer diente de leche que pierde, y si se pasa de "cursi" se dejaría arrancar los ojos y quedar tuerta pero conservando ese tesoro de su hijo ¡Ajá!
       Otro ejemplo: una muy mala madre, que le da estudios a sus hijos, pero siempre con la esperanza de que sus hijos le devuelvan, peso sobre peso, todo lo que ella gastó para darles una carrera y se defiendan en la vida ¡Ajá! Y si el hijo se casa, entonces, la madre, quien fuera la primer mujer que amó en su vida, pasará a segundo plano y es ley de vida, de Dios, y ¡Ajá! Y bueno, que me dicen del oro y la plata, valen más que otros metales. Pero metal al fin ¡Ajá!
      Bueno, toda esta parafernalia o introducción es debido a que, cuando dos personas se casan ante la Iglesia, en la católica al menos, sólo la muerte es la autorizada para romper esa relación. Nada debiera pues romper esa unión, no importa que el marido sea un picaflor, un "Don Juan", un culero, un cabrón ¡Ajá! ¿Y la mujer? poco se dice, pero se supone que debe ser fiel, limpia, trabajadora, y dispuesta a tolerarlo todo. Lo de la fidelidad, el juramento debiera aplicar a ambos ¡Ajá! Pero, pues, aunque la costumbre no es ley, pero se parece, la costumbre es que el hombre, puede ser infiel, culero, cabrón, y sólo parecerá más hombre, mientras que si la mujer es infiel, culera y cabrona, sera "una pinche perra y puta" ¡Ajá! Y hasta entre nosotras las mujeres, la señalaríamos: "Pinche puta ¡mira que ponerle el cuerno al marido! ¡Ajá!

       Regresando a mi nueva y vibrante vivienda, mi nido de amor, mi patrimonio para toda la vida ¡Ajá! con mi esposo fiel, trabajador, limpio, ordenado, y ... ¡Ajá! y yo otro tanto de... ¡Ajá! quise presentarme de la mejor manera a mis nuevos vecinos. Ahí todos éramos nuevos vecinos porque el edificio lo agarramos de estreno. Todos. Y la mayoría de vecinos, hasta el sol de hoy, han sido personas amables, poco me entero de chismes o problemas, quizá ha sido la suerte, o ... ¡Ajá!
     
        La mujer que fue la más gentil de todas, era quien fungía como la más ocupada en las cuestiones de las mejoras para los servicios de mantenimiento, y es hasta la fecha, quién no se preocupa, sino se ocupa personalmente de todos esos asuntos engorrosos, sin percibir un sólo centavo. 
     Todos prefieren pagárselo a un "administrador" que aunque no haga bien su trabajo, no están dispuestos a que una mujer que es vecina, que se parte en muchos pedazos, ya que es una mujer sola con hijos, pudiera hacerse "rica" ¡Ajá! con los pagos que le damos a un "administrador" que como no vive aquí, le importa un pito lo que nos pase. 
      Ya llevamos más de siete administradores. Y la vecina, sigue metiendo la nariz, robando horas a su sueño, pendiente de que las áreas comunes estén limpias, bueno, es admirable, conoce todas las conexiones de la luz, el agua, y cosas, que ¡ay no! No sé cómo hace para ser una mujer tan admirable.
        Tenía yo dos meses viviendo en mi nuevo hogar, y recibíamos a la segunda administradora. Una mujer gorda que creí que era muy mala, y para peor, su apellido era "Rabia" ¡Ajá! Rabia.
         Resultó una de las mejores administradoras que he conocido, pero los vecinos nunca están conformes. La echaron y de ahí, ha sido un ir y devenir de administradores y así las cosas...
          La administradora se hizo amiga de muchos, de la mayoría, y se entendió muy bien con la vecina gentil, que omitiré su nombre y solo le diré "G".
        Esta historia es verídica y ella, es mi amiga. Precisamente nace la gran amistad cuando ocurrió una tragedia.
         Alguna vez, en una de las áreas comunes del edificio vi a un hombre muy ebrio, sentado sobre un matorral, G lo ayudaba, trataba de asistirlo y apenas si me sonrió. Yo no pensé mal. Creí que era parte de su bonhomía tan característica de ayudar, y quizá se trataba de algún vecino. ¡Que paciencia! pensé. ¿Un borracho? ¡Ay no! ¡Que se joda! ¡Ajá!
           A las dos o tres horas unos toques desesperados casi derribaban mi puerta. No me despertaron, porque tengo la mala costumbre de dormirme hasta las cinco de la mañana, por escribir, pintar, dibujar, etc. 
         Era la administradora que, venía casi sin aliento por haber subido cuatro pisos, y con su obesidad y con la mala noticia a cuestas. Me pidió ayuda para G. En el camino me contó que su... amigo... su compañero... ¡Ajá! Ya entendí. Ese señor estaba ahí con ella, no es su esposo, no es su compañero, es su... ¡Ajá! Eso. Bueno, no es que yo sea de criterio amplio, sino que no tuve tiempo para pensar ni bueno ni malo, porque de tácito, ya estaba yo, no sólo en el departamento de G, sino en la recámara, viendo el rostro del hombre que estuvo ebrio, con la cara amoratada, un semblante espantoso por lo que pudo haber sido el último estertor de la vida, o de muerte. 
        Sí. Estaba muerto. ¡Ajá! Todo. De pies a cabeza. Estaba muerto. En la cama de una mujer que no era su esposa. ¡Ajá! de repente susurros, y tres hombres estaban ya ahí con una camilla. G lloraba. Me decía con la voz entrecortada que la administradora le había aplicado una inyección al ya difunto, pero no fue la inyección lo que lo mató. Estaba desahuciado porque tenía cirrosis hepática. Era un pobre alcohólico, enamorado de G, y casado con otra mujer.
         Los camilleros sacaron al muerto con sigilo. Yo fui parte de ese tipo de ¿conciliábulo? Sí. Ya que me estaba haciendo cómplice para tapar el "pecado" de G. Él, era hombre, y sólo fue un cabrón. Ya dije, y si todos los demás vecinos se enteraban de que un hombre, un grandísimo cabrón se había muerto en la cama de G, pero que ese hombre estaba casado con otra mujer, a la pobre G de puta no la habrían bajado ¡Ajá! ¡Segurísimo!
          Los trámites, papeleo, funeraria, acta de defunción se hizo muy ágil gracias a, ya lo dije, la mejor administradora que hemos tenido. Tenía "palancas" como se dice en México. Había sido esposa de un hombre que trabaja para el gobierno como judicial. Ella, la administradora no era más la esposa de ese señor, no le perdonó mal trato ni infidelidad. ¡Ajá! Pero creo que es una mujer muy tolerante, porque no juzgó ni de broma a G, y yo, pues, tampoco. Ahora viene lo bueno.
          El hombre muerto con atavío de caballero de fina estampa. Con traje de buena calidad, corbata, el rostro encerado para que denotara muy buena salud, para que luciera mejor de muerto que cuando estaba vivo ¡Ajá! Así es con los muertos. Son servicios muy caros, y bueno, G, gastó mucho dinero para darle un, digamos, funeral digno a ese hombre que ella amó hasta el último suspiro que, dejó en su cama de madre soltera. 
       Irrumpió violentamente la esposa ofendida, con la cruz de mártir sobre la frente, llorando con estridentes gritos de ser la única que merecía estar ahí. 
        ¡Fuera de aquí maldita perra! ¡Usurpadora de propiedades! ¡Mi marido! ¡Mi esposo! ¡El hombre al que le diera yo cuatro hijos, tres mujeres y un varón! ¡La legítima! ¡Ajá! ¡La única que tiene el derecho del hombre, de la Iglesia, y de Dios para quedarme aquí! ¡La que le amó sin importar su conducta reprochable! ¡La única que no tendrá la capacidad de maldecirlo! ¡Soy la esposa! ¡Ajá!
            Yo no podía creer que la esposa del muerto -No voy a dar su filiación, pero, viendo a G y a la legítima, uno se da cuenta enseguida por qué la muerte sorprendió al beodo en otra cama- la mujer esa, pululaba a gritos todos sus derechos, escupía su rabia contra la "ladrona" de maridos, la "verdadera culpable" de que su matrimonio ahora luciera, terriblemente turbio y ahora, exigía que por lo menos le dejaran el decoro de estar ella, y no la amante, en sus últimas horas. 
          Las últimas horas y minutos y segundos ya habían pasado. Lo que estaba tendido ahí, con traje para baile de gran gala, no era más que el bagazo de alguien que ya no sufría, ni amaba, ni odiaba, ni nada. Era nada. Pero el reclamo de la legítima era inquebrantable, y a nada estuvo de golpear a G, que lloraba de un modo quedo, más resignada que triste, más cansada que nada. No fue difícil convencerla que ya no había nada que hacer ahí. Ya, lo peor, había sucedido, por desgracia pues... 
       Pero yo no me quedé con la duda. Me llevé a la legítima a un rincón, que parecía más lúgubre que la capilla ardiente. Era un rincón frío, hacía frío a pesar de que ya era Marzo y había iniciado la extraña Primavera con unas lluvias tempranas. Y la cuestioné sobre el por qué quería velar a ese hombre que - no lo juzgué, lo juro- pero ¡se murió en la cama de otra mujer! Aunque esa mujer era mi amiga. ¿Por qué reclamaba con tanto ahínco el velar y abrazar a esa materia? ¿Ese cuerpo que alguna vez estuvo lleno del alma de su marido? ¿Que fue infiel? Si me contestaba algo, lo que fuera, coherente o no, la dejaría en paz ¡Ajá!
        Y la señora sollozando me dijo que le asistía todo el derecho, porque era la esposa. Allí se estaría, tiritando de rabia, pero cumpliría hasta el último momento del paso por la vida de su finado esposo, cumpliendo con lo que, según ella, era su obligación.
       Yo le dije, que si a mí me hubiese sucedido algo similar, una de dos, o me pongo el mejor traje de gala y me voy a "rumbear" por la vida, o me acostaba a dormir, bien calientita en mi cama, quizá viendo películas, comiendo rositas de maíz, y hasta ¿por qué no? jodiéndome con otro cabrón si es que tenía en la mira a alguien. ¿Fidelidad? ¿Obligación? ¡Ajá!
         Me daban ganas de ahorcarla por verla tan superlativamente pendeja. G, es hasta la fecha una magnífica persona y nunca hemos platicado al respecto, ni la he visto con algún otro prospecto. Sigue tan amable y gentil. 
          La vieja, perdón, la esposa legítima se desahogó conmigo, diciendo que ella era una muy buena esposa ¡Ajá! Que ya había telefoneado a sus hijos para que también estuvieran presentes, dándole el adiós a su padre, y viendo partir, sus restos, en lo que sería su última morada. Ese hombre, decía ella, era el padre de todos sus hijos ¡Ajá! el verdadero, el primer hombre que la vio desnuda ¡Ajá! el primer hombre al que le permitió introducirse a lo más recóndito de su intimidad. Ella, llegó virgen al matrimonio ¡Ajá! Y ella, estaba respetando los votos que juró ante El Santísimo y seguía sintiendo el mismo amor que sintió desde que lo conoció. ¡Ajá! Y ya para terminar, fue que dijo: Y no sólo eso. Yo, permaneceré viuda y sola hasta el día de mi muerte, porque si bien es la muerte la que me separa de mi marido, yo, como la mujer decente que soy, he ir a su tumba cada domingo, y lo lloraré hasta que Dios se acuerde de llevarme junto a él. Yo, la más pura y la mejor mujer que pudo haber elegido mi marido. Esto, le sumará puntos y brillos a la corona que Dios me tiene preparada en el cielo, y a él, que Dios le perdone, haré mandas para ir de rodillas hasta la Basílica de Guadalupe, para que María Santísima abogue por él y que Dios no le tome en cuenta su tremendo pecado capital, haber permitido que la muerte lo sorprendiera en la cama de esa casquivana, prostituta, que ya tiene asegurado su pase al infierno, que ni por el purgatorio ha de pasar, pero en fin, yo, la perdono. Sólo que aquí no la quiero, o la moleré a golpes.
      Yo, su esposa, la legítima, la verdadera, la única que regará con llanto las flores frescas que le llevaré cada domingo a su tumba, porque es mi esposo, mi amadísimo esposo, a quien, ni muerto él, yo, seré capaz de manchar su nombre.
       ¡Ajá!
           Lety Grey.


martes, 20 de diciembre de 2016

Si me concedes un beso...




... Caminaría sorteando los hoyos negros de la luna, y derribaría al dragón que es el guardián del duende de que ahí habita; que persigue al conejo para comérselo. Obviamente no usaría las sandalias de humo de nube con polvo de diamante,  no. Andaría descalza para dejar mis huellas sangrantes y conocer el camino de regreso, por si te negaras a dármelo. Le dejaría en prenda mis ojos al rey de los colibríes para que me rente sus alas y pignoraría mi voz al águila real para surcar los cielos cuando no haya puentes para seguir andando. Y ya cerca, casi por verte, empeñaría mis suspiros al hada magnífica; dueña del manantial de aguas tibias, para bañarme antes de estar junto a ti,  le cambiaría mi oído al hortelano que le encantan plantar rosas y en sus ratos libres; para que me deje perfumarme con éstas.  Y sin ojos, sin voz, sin oído,  y los pies sangrando, con el sentido del olfato te encontraría...  Entonces te besaría... no necesito los ojos para ser feliz,  lo más bello, que es un beso tuyo se goza sin mirar. Y ¿sabes? Te regalaría mi corazón;  pero eso ya sería a cambio de tu alma,  por eso, creo que eso no lo haría. Te amo de un modo tal, que no me atrevo a dejarte como un bagazo sin escencia... yo haría éstas pequeñeces antes citadas, nada mas por sentir tu labios rozando los míos.  So, ¿que dices?  ¿Sí?